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Una mañana en Garagüeta



por Nuria Domĩnguez Martĩnez y Estela Garcĩa Cõrdoba

¡Qué buen día nos hizo! Diciembre nos regaló un día soleado que nos acompañó en la excursión que hicimos un grupito del pueblo (ahora os cotilleamos quienes) al acebal de Garagüeta.

Salimos a las 10.00h Trévago (9.59h Matalebreras) en tres coches. En el primero, y a la cabeza del pelotón, la furgoneta de la Casa Rural Valmayor con Javi de conductor, Vicente de copiloto y en los asientos traseros Nuria y Estela. En el segundo coche los hijos de la Puri (Pablo y Patricia) y en el coche escoba Pedro (el de la Estela) y Leo.

La distancia que recorrimos fue de 40 Km a ojo de la Nuri y 40'3 a ojo del mapa de carreteras que hemos consultado en Internet. La ruta para quienes estén interesados es tomar la carretera de Trévago dirección a El Espino hasta llegar a Almajano y de aquí ir rumbo hacia el Puerto de Oncala pasando por Los Villares y La Rubia. Tras unos kilómetros encuentras a la izquierda el cruce hacia Almarza que llega a Torrearévalo, donde tomas el camino que te lleva a Garagüeta.

No os vamos a contar con todo lujo de detalles el trayecto ya que como os podéis imaginar no nos callamos ni un segundo, así que nos situamos ya en el Acebal.

Pudimos comprobar que el Acebal de Garagüeta es un bosque natural de acebos que está situado a unos 1.600 metros de altitud. Es el único bosque de acebos existente en la Península Ibérica, por ello, están efectuándose los trámites para declararlo Parque Natural.

Comprende 406 hectáreas de bosque, de las cuales 180 son masa pura continua de acebos que crecen de forma laberíntica formando bóvedas en las que se refugian tordos, corzos, vacas y zorzales. Internet, qué gran amigo.

Mi expectativa (soy Estela) no era muy halagüeña, y mira que Vicen y todos me dijeron que el entorno era precioso y entre nosotros creo que hasta me quejé un poquito durante el viaje. La Nuri dice en el momento en el que estamos escribiendo estas líneas que da fe de ello, así que no debí parar.

El caso es que nos dimos un paseo por el Acebal que estaba nevado y para la sorpresa de todos nos gustó muchísimo y eso que no estaba en su máximo apogeo ya que la época perfecta para visitarlo y ver las bolitas rojas es noviembre. En cualquier caso las vistas son muy bonitas y el tamaño de los acebos impresiona bastante.

Cuando terminamos nuestra visita, Pablo y Patricia se fueron a Aranda para terminar allí las fiestas y el resto nos fuimos a San Pedro Manrique a almorzar. ¿Y qué puede un grupo de sorianos almorzar? Pues unos torreznillos en la terracita (increíble en diciembre) del bar del Motores y, no siendo esto suficiente, también picamos unas alitas de pollo.

Llegamos al pueblo a la hora de comer, y para no romper la tradición nos echamos una siestecita y después nos fuimos a las Escuelas a jugar nuestra timba de cartas.

 


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