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A Villarijo
por Ezequiel Solana
EZEQUIEL SOLANA nació en Villarijo (Soria) el 10 abril de 1868 y falleció en Madrid el 4 de septiembre de 1932. Fundador en 1903 de "La Escuela en Acción"
En el número 10 de la revista La Voz de Trébago aparecieron unos "Versos a Villarijo" escritos por Dª Eulalia Galán Calvo.
Como decíamos en aquella revista, de allí era oriundo D. Ezequiel Solana, autor de muchos libros que muchos de los lectores habréis estudiado en la escuela, y abuelo de D. Javier Solana, actual Secretario General del Consejo de la Unión Europea desde octubre de 1999, cargo que lleva aparejado el de Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, y que se conoce popularmente como Mister Pesc.
A través de aquella publicación, y gracias a su difusión en Internet, D. José María Blasco Solana, biznieto de D. Ezequiel Solana, se puso en contacto con nosotros para hacernos llegar otros versos a "Villarijo", escritos por D. Ezequiel, que gustosamente reproducimos a continuación.
Villarijo es un pueblo pueblo bendito, donde yacen mis padres, donde he nacido.
Azares de la vida, siempre imprevistos, me llevan por el mundo de uno a otro sitio.
Veo grandes ciudades, valles floridos, palacios majestuosos, raros prodigios;
pero yo que en alma llevo prendidos recuerdos de la infancia puros, dulcísimos,
ante estas maravillas que absorto miro, exclamo sin quererlo; ¡oh, Villarijo!
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Villarijo es un pueblo bueno y sencillo que apartado del mundo duerme tranquilo.
Sus verdes arboledas, su claro río, con sus altas montañas, y ásperos riscos,
préstanle mil bellezas, danle propicios rasgos inconcebibles de un paraíso.
Hay más fértiles campos, más grandes ríos, árboles más frondosos, pueblos más ricos;
pero nada en el mundo, nada, de fijo, para mí, más hermoso que Villarijo.
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Villarijo es un pueblo donde el bautismo recibí, y de su iglesia fui tierno hijo.
Yo dí la paz mil veces y el pan bendito cuando devoto a misa iba el domingo;
repiqué las campanas con regocijo, y aún parece que suenan en mis oídos.
Ayudé a misa al cura, de monacillo, gusté en las vinajeras el rancio vino.
Yo canté la epístola, ya mayorcito, y esto me embelesa, ¡oh, Villarijo!
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Después de muchos años, va medio siglo, vuelvo a los viejos lares, lares benditos.
Vuelvo, miro y encuentro todo lo mismo: montes, peñas, barrancos, fuentes y río.
Pero si entro en las casas y en ellas miro, no encuentro a los que fueron mis convecinos;
no suenan ya los nombres que oí de niño: todo lo hallo cambiado, todo es distinto...
Dios dé gloria a los muertos, paz a los vivos y haga próspero y grande mi Villarijo. |
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