por Santiago Lázaro Carrascosa
El otro oficio de comercio sedentario en el pueblo era la tienda y la abacería, o sea la obligación de vender productos de comestibles, pero fundamentalmente el medir a menudeo aceite, vinagre, y el de pesar (vender, lo miso que medir) alubias, garbanzos, arroz, bacalao y jamón. Este comercio se realizaba al tenor de las condiciones que establecía la escritura siguiente:
"Obligación a la tienda y abacería.- La remató Severino Cacho Mayor, que ha de medir el aceite y vinagre, pesar bacalao, alubias, garbanzos, arroz y jamón que le sean entregados por los Srs. de justicia todas estas especies de balde (o sea, gratis).
Que no podrá por sí tener ninguno de estos efectos en la tienda, ni despacharlos a no ser que por no tener surtido la justicia de ellos, se le permita.
Que ha de tener la tienda abierta todo el día y por la noche en el tiempo corto hasta las nueve, y en el tiempo largo hasta las diez.
Que los doscientos ochenta y seis reales de vellón y doce maravedises, que ha recibido de escritura, hará la entrega de ellos el día que finaliza esta escritura, que será en otro tal día del año que viene de 1826, y que fija esta obligación en dinero usual y corriente y no en otra especie.
Que además de esta "vistreta" ha de abonar al depositario de los propios del lugar ochenta y cinco reales por la venta y medición de los efectos de su tienda. Conocidos partes y condiciones se obligó dicho Severino Cacho al compromiso de esta escritura, como a la de los doscientos treinta y seis reales de "vistreta" y los ochenta y cinco reales por la venta de los efectos indicados, y dio por su fiador a Anselmo Antón quien en defecto de Severino Cacho, se obligó y lo firmó. Por no saber el fiador lo hizo el Fiel de Fechos".
Según esta escritura, parece que igual que con la carne, vino, etc. se establecía un monopolio a favor de un solo individuo para tener tienda, en donde se vendían de toda clase de artículos, de consumo corriente, e incluso herramientas y utensilios, así como algunos alimentos, pero parece ser que por lo que hace a la venta de aceite y vinagre (medir se dice en la escritura), y a la venta así mismo (pesar se escribe) de bacalao, alubias, garbanzos, arroz y jamón, estos productos los suministraba el Concejo, procedentes sin duda del pósito, y fondo común de víveres, ya que eran los de primera necesidad, y con ellos se podía comer y resistir a los acosos del hambre y necesidades alimentarias.
Eso era en el año 1825, y debió ser anteriormente igual, aunque el Catastro no apunta nada al respecto. Posteriormente, a mediados del siglo XIX, este comercio se liberalizó, y se hizo independiente del Concejo, debido a la abundancia de todos los productos y al auge del comercio y del mejoramiento de las comunicaciones de toda clase. Fue así como en Trébago, no mucho más tarde de la mitad del siglo XIX, surgió de la mano de un D. Ángel Martínez un establecimiento de comercio que llegó a alcanzar un gran volumen, con instalaciones adecuadas, aparatos de medida, almacenes, etc., y con muchos y grandes edificios propios, situados en lo que se llamó, por esa circunstancias de su existencia, la Plaza del Comercio. En este comercio se vendía toda clase de comestibles, herramientas, clavos, semillas, quincalla, telas, tejidos, bordados, paños, calderos, cestas, recipientes, ferretería, café, vinos, productos químicos, farmacéuticos, en fin una verdadera Arca de Noé, donde se podía encontrar de todo, y con surtido tan completo como en los grandes almacenes de la capital de la Villa y Tierra, Ágreda, o de la provincia, Soria.
Fue tal su auge y renombre, que Trébago se convirtió en un centro comercial de primera categoría, y a él acudían a comprar y a vender sus granos, ya que D. Ángel Martínez también compraba los cereales de los labradores; acudían digo, todos los pueblos de los alrededores, en un radio de más de treinta kilómetros. Los domingos era el día en que se daban cita en Trébago una gran cantidad de gente, que venían a comprar y vender en él y al comercio, y en la mencionada plaza se llegaban a reunir más de trescientas caballerías, entre machos, burros y caballos, ocupando así mismo las calles aledañas. Este auge permaneció, incluyendo la época de decadencia, hasta la tercera década del siglo XX, en que, ya en otras manos, desapareció definitivamente hacia los años 1950, después de haber estado funcionando con brillo propio durante un siglo, años más, años menos. Fue, en el tiempo, un símbolo del pueblo, que le dio auge, brillo, beneficio económico, y así mismo cuando más habitantes en términos absolutos y de vecinos tuvo el pueblo. Llegó a tener Trébago 150 vecinos, con muy cerca de setecientos y ochocientos habitantes, estando todas las casas del pueblo ocupadas, y habiendo escasez tal de ellas que, cuando las nuevas parejas de matrimonios pretendían alquilar casa, al no encontrarla, se tenían que marchar a otros pueblos vecinos a vivir.
La decadencia de este comercio fue cosa natural con el advenimiento de las buenas y abundantes carreteras, el mejoramiento de los medios de transporte -camión, coche, etc. -, el aumento de la preparación cultural y técnica de todos los habitantes del pueblo y sus concurrentes, las inquietudes de trabajo y lucha de unos y otros, que al mismo tiempo que la Tienda por antonomasia, pusieron en el pueblo sus pequeñas tiendas con numerosos artículos, haciendo competencia, y muchos otros factores, concurrentes, entre ellos, y no el menor y por ley natural, la desaparición del fundador, D. Ángel Martínez y de sus inmediatos sucesores Dña. María Martínez, su hija, y D. Tomás Tutor Lázaro, su esposo, herederos del negocio, que al final de su vida económica lo traspasaron a los Srs. López y Barrena, que fueron los que lo liquidaron emigrando también fuera del pueblo.
México D.F. abril 13 de 1978
Santiago Lázaro Carrascosa.
APÉNDICE
Además de los oficios y ocupaciones reseñadas anteriormente, y que desempeñaban personas residentes en el pueblo, había otras muchas necesarias para el normal desenvolvimiento de la vida vecinal y personal, pero que por requerir más preparación, alguna instalación de taller o herramientas especiales y costosas, o porque las necesidades de algunos de estos oficios eran pocas o muy espaciadas en el tiempo, el caso es que todas estas funciones eran desempeñadas por personas no residentes en el pueblo, y que periódicamente, según necesidades, daban su vuelta para ver qué se les ofrecía a los vecinos de Trébago. De estos servicios, y los oficios que los desempeñaban, reseñamos algunos a continuación. Eran éstos:
Sacamuelas, oficio del ámbito de la medicina en general, y cuyo nombre explica bien su área de actuación. El último sacamuelas del que se tienen noticias era el Tío Lucas, del vecino pueblo de Fuentestrún.
Pañero, que vendía los tejidos gruesos, de paño, para la confección de capas, sombreros, chaquetas, pantalones, etc. para uso personal, y también vendía paños de fieltro, para la confección de algunos aparejos de los équidos. Este paño de fieltro, o fieltro simplemente, era una aglomeración, no tejida, de restos de lana o borra, mezclada con lino y algodón de bastante grosor y muy resistente. Estos pañeros solían ser de Illueca, provincia de Zaragoza.
Fajero, solían ser los mismos pañeros los que vendieran las fajas de pura lana merina, blancas, negras o cafés. Esta prenda, típica del agro castellano y español en general, era muy usada en aquellos tiempos, tanto para aliviar los dolores de "riñones", dolores de la columna vertebral, región lumbar, como para abrigar el cuerpo en los crudos días de invierno.
Colchonero. Componedores y fabricantes de colchones de lana que venían periódicamente, y con alguna frecuencia, y siempre había alguna ama de casa que tenía necesidad de comprar alguno, o de que le repararan los que tuviera en casa. A veces, esta reparación, deshacer el colchón, varear la lana, hacerlo de nuevo y coserlo, era labor que realizaban las propias mujeres. Los colchoneros eran también oriundos de Illueca y de Borja, pueblos los dos de la provincia de Zaragoza.
Silleros. Vendedores y fabricantes de sillas de anea, palma, madera y mimbres. Estos muebles, las sillas, eran imprescindibles en todas y cada una de las casas del vecindario, las había de todas las clases y modelos. Las visitas de los silleros eran más espaciadas en el tiempo, y cuando venían a Trébago hacían acopio de mimbres, ya que en el arroyo de Valmayor se daban profusamente. Estos silleros procedían de Ateca, provincia de Zaragoza.
Soguero. Hacían, en el mismo pueblo cuando llegaban a ofrecer sus servicios, toda clase de sogas, cordeles de todos los grosores y larguras. Las sogas y cuerdas eran un implemento, no sólo necesario, sino imprescindible para atender las necesidades de la vida agrícola, ganadera y del hogar. Con las sogas se amarraban todas las cosas que tenían necesidad de algún transporte, mieses, leña, etc., se fabricaban los ramales o ronzales, tiros, etc.; se hacían cordeles, cabos, trenzas, etc. y una y mil cosas todas necesarias y que hacían su buen servicio. Los sogueros eran de Calatayud, pueblo también de Zaragoza.
Cacharrero y botijero. Comerciaban en utensilios de cerámica roja o negra, y vendían cántaros, botijos, pucheros, cazuelas, tazas, rallos, y los mil y un cacharros que hacen falta en una casa, no sólo en la cocina sino en todas sus dependencias. Los vendedores de cerámica roja eran procedentes de Calatayud, y los de cerámica negra eran de Quintana Redonda o Tajuelo, estos dos de la provincia de Soria. Hay un refrán o estribillo que dice así: "Quintana Redonda tiene misterios, hace de tierra colorada, cántaros negros". No podemos dejar de mencionar que con la cerámica se hacían las tinajas, que servían, sobre todo, para guardar el agua potable para el consumo humano, y para almacenar aceite; y también las ollas, para la conservación de los chorizos en aceite, para el consumo de todo el año, después de hecha la matanza y curados.
Calderero. Oficio afín al anterior, nada más que en éste los objetos que fabricaban los hacían de cobre principalmente. Hacían calderas de gran tamaño, para cocer las morcillas, hacer jabón y otros usos domésticos; calderas pequeñas y calderos con asa de todos los tamaños y formas; tazas, cuencos, etc. Estos calderos y calderas estaban muy bien hechos y adornados, eran bonitos y se les tenía en mucho aprecio, y más actualmente, en que se buscan con mucho celo, y se comercia a buen precio con ellos. Nosotros tenemos alguna de estas piezas. Los caldereros solían ser franceses.
Mielero. Comerciaba con miel y sus derivados. Estos mieleros, que todavía nosotros conocimos, eran los que venían por Trébago de Navajún y Valdemadera, dos pueblos de la vecina provincia de Logroño, ubicados en la falda norte de la Sierra de Alcarama, que marca el límite provincial, no lejos de Trébago. Estos mieleros traían las colmenas en la primavera al monte de Trébago, y recogían la cosecha en el otoño, y de paso, vendían la cera para las necesidades de la iglesia, y la miel para los vecinos.
Pechero, Trillero o Empedrador de trillos. Se dedicaba a la fabricación de trillos para molar la mies y poder aventarla, para separar la paja del grano. Eran de madera de bastante grosor, y la cara inferior estaba empedrada, de lascas, pequeñas lascas, de sílex, las que, al ser arrastrado el trillo por las caballerías sobre la parva de mies, cortaban la paja y desgranan las espigas, en una palabra, trillaban la mies. La labor principal de los trilleros era la de renovar las lascas de sílex de los trillos, empedrarlos de nuevo, para que su labor fuera más eficaz, retirando las piedras o lascas ya gastadas. Los pecheros o trilleros que venían por Trébago eran de Cantalejo, pueblo de la provincia de Segovia.
Cribero o cedacero. Estos artesanos hacían toda clase de cribas, zarandas, cedazos y panderos, usando para ello las pieles curtidas, con pelo de cabra y oveja principalmente. Estos implementos eran imprescindibles para las labores de la trilla, así como los panderos y cedazos para las labores del hogar, realizadas principalmente por las mujeres. Los cedaceros y criberos procedían de Calatayud.
Tratante. Comerciaba comprando y vendiendo toda clase de équidos, empleados como motores y carga en la agricultura, burros, caballos y mulos. Procedían de Ágreda, Soria y San Pedro Manrique, aunque también todos los gitanos que acampaban en el pueblo, además de cesteros, se dedicaban a la compra venta de todos estos animales.
Guarrero. Comerciaba con el ganado de cerda, pero el negro, el guarro, así se le llamaba, o ibérico, que compraba en las grandes manadas de Extremadura y Andalucía, y los venía a vender por todos los pueblos castellanos. Primeramente los traían en carros, o simplemente andando en rebaños numerosos, y después en camiones; aún los conocimos nosotros y los ofrecían recorriendo las calles del pueblo, vendiéndolos de puerta en puerta, o bien esperaban en la plaza la llegada de los clientes. Los guarreros que venían por Trébago eran de Soria capital.
Cochinero. Tratante en ganado de cerda pero de raza blanca, ya que ésta tenía más aceptación entre el vecindario que el guarro o negro. Los cochineros que abastecían a los vecinos de Trébago eran naturales de San Felices, pueblo cercano a Trébago.
Comediantes o húngaros. Eran compañías ambulantes de teatro que iban de pueblo en pueblo, tratando de ganarse el sustento diario de sus familias. Nosotros las conocimos, cuando llegaban, en tartanas, carros de cuatro ruedas, cubiertos, que al mismo tiempo que era su modo de transporte, para sus implementos de trabajo y ellos mismos, era su casa itinerante, y no tenían que gastar en alojamiento en las posadas. Lo mismo hacían circo que representaban obras clásicas de teatro, y se les llamaba húngaros en el argot pueblerino, porque la mayor parte de ellos eran procedentes de Hungría, aunque también los había franceses y españoles.
Copleros. Eran los verdaderos herederos de los trovadores medievales. Llegaban a los pueblos en solitario o en familias, y vendían y cantaban coplas, al mismo tiempo que almanaques y otros escritos, así como estampas. Relataban con tonos trágicos los sucesos, crímenes y otros dramas, que sucedían en otros lugares, y que impresionaron profundamente a la sociedad. Nosotros, de pequeños, aún recordamos relatar a los últimos trovadores el famoso Crimen de Cuenca.
Alañador o alambrero. Éstos eran familias ambulantes que se dedicaban a componer multitud de utensilios que eran de uso corriente en los hogares, tales como cacharros de cerámica, que componían con pez y "lañas" o sea ganchos de alambre, y de ahí su nombre de "alañadores". También componía utensilios de alambre, como los somieres, y otros. De ahí también el nombre de alambreros. Eran gentes provenientes de muy diversos puntos y lugares, pero que fundamentalmente eran nómadas y con muy pocos recursos económicos. Nosotros todavía en nuestra adolescencia aún conocimos a estas familias. (Lañas = grapas).
Estañadores. Afines a los anteriores, se dedicaban a reparar, mediante soldadura a base de estaño, todos los desperfectos de las cazuelas, pucheros, y demás recipientes de porcelana y hierro.
Hojalateros. Simultaneado la mayor parte de las veces con el de estañador, manejaban la hoja de lata, y con ella fabricaban y reparaban cántaros y demás recipientes útiles para el desenvolvimiento de la vida del hogar. Tanto éstos como los estañadores, también eran familias ambulantes, que con carros iban de pueblo en pueblo ganándose como podían el sustento diario.
Logroño, España, mayo 12 de 1996. Nota de la Redacción
Como complemento al trabajo que ha realizado D. Santiago Lázaro Carrascosa sobre los oficios que se han desarrollado en Trébago a lo largo del tiempo, incluimos a continuación la lista de los mismos, por orden alfabético, aparecidos en las distintas revistas en las que se ha publicado dicho trabajo.
Abacero Ablentador Administrador de la nobleza Adobero Afilador Agostero Agricultor Aguador Aladrero Alamín Albañil Albéitar (o alvéitar) Alfarero Alguacil Alguacil del concejo Alhondiguero Almojarife Almudero Alpargatero Aparcero Aportellado Aposentador Arrancadora Arrendador del palomar Arriero Aserrador Aventador Ayudador Barbero Barrero Barrilero Bastero Baulero Bichero Bizcochero Borreguero Borrero Boticario Burrero Cabrero Calero Campanero Cantero Capador Capellán Carbonero Cardador Carnerero Carnicero Carpintero Castrador Cazador Cebadero Celeminero Cestero Cirujano Cisquero Cobrador Cobrador de bulas Cobrador de hijuela Cobrador de la sal Cobrador de ladrillo Cobrador de las bulas Cobrador de teja Cobrador del capellán Cogero Compañero Conductor de leña para el horno público Conductor de vino y aguardiente Confitero Consumero Contador Cristalero Cuidador de cerdos Cura beneficiado Cura párroco Curador de lienzos Curandero Curtidor Curtidor de crudos Dallador Depositario Devanadora Empedrador escardadora Esquilador Fiel almotacén Fiel de fechos Fiel veedor Fieltrero Ganadero Guarda de labradores Guarda de montes Guarda montanero Guarnicionero Habilitado Herrador Herrero Hijuelero Hilandero (o hilandera) Hombre bueno Hornero Huevero Jornalero Juez de paz Juez forero Jurado Lacero Ladrillero Lanero Lavandera Leñador Luminero Machetero Maestro de escuela Maestro de rejas Maestro habilitado para la escuela Mandadera Matachín de cerdos Mayoral Mayordomo Mayordomo de cobros Médico Mediero Modista Molero Molinero Montero Nevero Ordinario Pajero Palero Palomero Panadero Partera Pastor Pecero Peinadora Pellejero Peluquero Perdiguero Portillero Posadero Practicante Pregonero Preñadero Propio Rabadán Rapaz Recogedor de bellotas Regador Relojero Rentero Sacador Sacristán Sastre Sayón Secretario Segador Serrador Setero Sobrado Tabernero Tajoneador Tañedor Tejedor Tejero Tendero Tocador Tonelero Vigilante del pósito Voz pública Yesero Yubero (o yuguero) Zaborrero Zagal Zapatero Zarandera
Así mismo se incluyen otros oficios aparecidos en el trabajo, que no se desarrollaban por las gentes de Trébago, sino por personas que venían de fuera a realizarlos en el pueblo.
Alambrero Alañador Botijero Cacharrero Calderero Cedacero Cochinero Colchonero Comediante Coplero Cribero Empedrador de trillos Estañador Fajero Guarrero Hojalatero Húngaro Mielero Pañero Pechero Sacamuelas Silleros Soguero Tratante Trillero
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