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Oficios, ocupaciones y trabajos a los que se dedicaban hace más de dos siglos los trebagueños, como base de sus economías vitales (I)



por Santiago Lázaro Carrascosa


La base fundamental de la economía trebagueña estuvo y está fundamentada en la Agricultura y la Ganadería, al igual que todos o casi todos los pueblos, villas y ciudades castellanas, con predominio de la primera sobre la segunda a partir del siglo XVIII, en que empezó a decaer la supremacía de la ganadería, principalmente ganadería ovina en estas latitudes. Esa fue también la iniciación del decaimiento de la economía castellana y la de España, al no promover adecuada y oportunamente el cambio de una economía ganadera y agrícola al de la economía industrial del siglo XVIII, operado en las demás naciones europeas. Claro que esta imprevisión hay que achacarla al inmovilismo de las clases pudientes, que imponían, además del poder social y económico a través de su condición de miembros de la nobleza y clero, el poder político, a través de la monarquía absolutista, borbónica, en detrimento de la mayoría, que era constituida por el pueblo llano. O sea que el inmovilismo del sistema político, dominado por una minoría, esclavizadora de la mayoría, fue el causante del retraso en el progreso industrial español, y con él, el cultural, social, político y económico del pueblo, que vivía poco menos que en esclavitud hasta bien entrado el siglo XX. Si no era una esclavitud de casta social, como en el imperio romano y la Edad Media, en la práctica era igual o con poca diferencia, ya que a través del dominio económico y político, ejercido por las clases nobles y clericales, se imponían voluntad y tributos a la mayoría, o sea al pueblo llano. Privado de la propiedad de la tierra en su gran mayoría, y pasando hambre y privaciones de todo tipo, de cultura, educación, condición social, política, etc., era sometido por medio de presiones económicas, o comprada su voluntad por las limosnas que los poderosos usaban como medio de dominar oposiciones. Ante la perspectiva del hambre, el jefe de una familia se doblegaba a los dictados de los nobles y clero. Eso no es lucubración, sino desgraciadamente una realidad muy tangible, hasta bien entrado el siglo XIX, como muestra el acta que a continuación copiamos literalmente de un libro de actas existente en el ayuntamiento de Trébago con fecha uno de octubre de 1825. Dice así:

"PROPUESTA QUE HACE EL AYUNTAMIENTO DE ESTE LUGAR, DE LOS INDIVIDUOS QUE SE CONSIDERA IDÓNEOS PARA OBTENER LOS EMPLEOS DE REPÚBLICA EN EL AÑO PROXIMO VINIENTE DE 1826.

En el lugar de Trébago, a primero de octubre de 1825, el Sr. Fulgencio Carrascosa, primer alcalde de él: en cumplimiento de lo mandado por el Rey Nuestro Señor, Dios le guarde, en su real cédula de 17 de octubre del pasado año de 1824, y con arreglo a la instrucción mandada por el real acuerdo de la real Chancillería de Valladolid; precedida la citación correspondiente conforme se ordena y manda el día anterior, mandó reunir en la sala del Consejo a todos los individuos que componen su ayuntamiento, que lo son Juan Cruz Sánchez segundo alcalde, Pedro Martínez primer regidor, Francisco Celorrio segundo regidor y Miguel Soria procurador síndico personero; y así reunidos, después de hechos cargos con la mayor escrupulosidad de cuanto contienen la citada real cédula y la instrucción expedida por el real acuerdo de la Real Chancillería de Valladolid, procedieron a la votación elección de las tres personas que deben servir para cada uno de los oficios de alcalde, regidores y procurador síndico personero, resultando de dicha votación para propuestos para alcalde y demás empleos de república por orden que a continuación se expresan:



Para primer alcaldeNombresEdades
Primer lugarGregorio Martínez59 años
Segundo lugarManuel García46 años
Tercer lugarManuel Toribio Martínez62 años
 
Para segundo alcaldeNombresEdades
Primer lugarFrancisco Sánchez52 años
Segundo lugarGabriel Vela38 años
Tercer lugarSegundo Barranco48 años
 
Para primer regidorNombresEdades
Primer lugarPedro Martínez Berdonces35 años
Segundo lugarPedro Sánchez35 años
Tercer lugarManuel Las Heras46 años
 
Para segundo regidorNombresEdades
Primer lugarPedro del Barrio47 años
Segundo lugarAndrés Ruiz33 años
Tercer lugarAntonio Palacios34 años
 
Para procurador sindico personeroNombresEdades
Primer lugarJulián Gómez54 años
Segundo lugarManuel Celorrio48 años
Tercer lugarVicente Soria55 años


Cuyos individuos contemple este Ayuntamiento son idóneos, aptos y de toda confianza para obtener los empleos para que cada uno va propuesto, como muy amantes del Rey nuestro Señor (Dios le guarde) NADA ADEPTOS AL SISTEMA CONSTITUCIONAL, libres y limpios de toda tacha de las reprobadas por la misma real disposición.

Y para que conste lo firmamos en Trébago dicho día, mes y año de que yo, el fiel de fechos, con arreglo a lo mandado como puedo doy fe. Fulgencio Carrascosa. Juan Cruz Sánchez, Pedro Martínez Soria, Francisco Celorrio Soria, Miguel Soria, Prudencio Jiménez, Fiel de Fechos."

Esta acta es muy reveladora de cómo se las gastaban para elegir democrática y libremente a los munícipes de los ayuntamientos en la época de Fernando VII, en pleno período absolutista, a dos años escasos de la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis (llamados así por ser un ejército francés en el reinado de Luis XVIII, enviados para apoyar a Fernando VII en su golpe de estado para restablecer el absolutismo, con la connivencia de todos los grandes reinados europeos y también absolutistas) y así mismo en plena represión feroz contra los liberales y constitucionalistas españolas de las Cortes de Cádiz y posteriores períodos liberales, por los esbirros de Fernando VII. Pero, de todas maneras, no hacía falta que se estuviera en un período absolutista para presionar al pueblo por las clases poderosas, ya que en pleno siglo XX, en su segunda década, y por definición política en un periodo constitucional y liberal, el abuelo materno del autor, D. Santiago Carrascosa García, siendo alcalde del pueblo, sufrió las presiones y acosos más descarados, por los caciques capitalinos provinciales, en todas y cada una de las elecciones que tuvo que presenciar. El juego se hacía así: D. Santiago Carrascosa García era un labrador, como la inmensa mayoría de los trebagueños, pobre, y de hacienda muy corta, con una prole de nueve hijos, y como todos pasando muchas y graves estrecheces económicas. En el pueblo estaba de cacique un comerciante en mayoreo y menudeo de toda clase de artículos, dueño del dinero y de la vida económica del pueblo, al que todos y cada uno de los vecinos le eran deudores por préstamos y adelantos en víveres, granos, herramientas, telas, etc., adeudos que eran liquidados cuando se recogía la cosecha, que por supuesto no alcanzaba nunca para liquidar totalmente la cuenta que se debía al comerciante, llamado D. Tomás Tutor Lázaro y apodado el Purrío. El alcalde D. Santiago era deudor de D. Tomás y éste, como dueño de riqueza e intereses fuertes, era naturalmente conservador de ellos, y aliado y amigo de los correspondientes caciques en la capital de la provincia, que le avisaban de las próximas elecciones, y de a quiénes y cuáles candidatos conservadores había que votar. Con esa encomienda pasaba el recado al alcalde, avisándole de a quiénes había que votar, pues de lo contrario ya sabía a lo que se exponía, es decir, a tener el crédito cortado, a exigírsele el pago de cuentas y en su caso hasta llegar al embargo y despojo de las pocas y míseras propiedades que poseyera. Ante esa amenaza de ver en la miseria y el hambre a una familia de once personas, ¿quién opone resistencia y no se doblega?. Ese fue, y hasta hoy es, el chantaje del poder económico, sobre los económicamente débiles.

Los propuestos para síndicos en esta acta, seguramente que todos habían de ser pertenecientes a los pocos labradores libres con un buen patrimonio económico. Tenemos la ascendencia de tres de ellos, que efectivamente así lo demuestra. El primero es el alcalde actual, y por lo tanto del período absolutista, Fulgencio Carrascosa, Las Lenguas, cuyo abuelo paterno Juan Antonio Carrascosa Gómez era, en 1760, según el catastro del Marqués de la Ensenada, mayoral y administrador de la Señora Marquesa de Velamazán, pagándole por ello 990 reales de vellón al año (un buen sueldo en aquellos tiempos). Además tenía en la provincia de Extremadura 670 ovejas merinas, 140 corderas, 89 carneros, 26 cabras y 14 cabritos, y en Trébago 2 machos de labor y 4 cerdos. Le producía el ganado 7.840 reales de vellón al año. De este señor se tiene la genealogía completa, ya que es un ascendiente del autor, séptima generación línea materna, nacido en 31 de enero de 1706. Su nieto Fulgencio Carrascosa Gómez nació el 17 de enero de 1775.

El Sr. Manuel Toribio Martínez, propuesto para alcalde en tercer lugar, se supone nieto, a su vez, de Domingo Martínez, que poseía en Trébago dos machos de labor (lo corriente es que los labradores trebagueños en su inmensa mayoría tuvieran como motores animales los burros -el burro es la hacienda del pobre, dice el refrán-), un muleto y cinco cerdos. En Aragón, 350 ovejas churras (para carne), 75 corderos, 84 carneros, 10 cabras y 5 cabritos.

El Sr. Vicente Soria era descendiente de Pedro Soria, acaso nieto, el cual era según el Catastro un labrador grande, arriero, con dos yuntas de labranza, tres casas, tres pollinos, 290 ovejas churras en San Martín de Berverana en La Rioja, 70 corderos, 93 carneros, 10 cabras y 5 chivos.

Los demás apellidos de los propuestos, García, Sánchez, Berdonces, Barranco, Palacios, Vela, Ruiz, Las Heras estaban encasillados según el Catastro en labradores propietarios, y casi todos con ovejas churras o merinas en Aragón y Extremadura respectivamente. Además estos mismos apellidos están presentes en el ayuntamiento saliente y como sólo éstos votaban, pues no había que temer fueran constitucionalistas o liberales, los componentes del nuevo ayuntamiento. El pueblo llano no votaba para nada.

Con estos datos tomados del libro de actas, que continúa con el mismo tenor hasta 1844, y los tomados del Catastro del Marqués de la Ensenada, de 1760, diciembre 15, y que luego reseñaremos, hemos querido ubicar el medio, el entorno de pobreza y privaciones a que estaban sometidos los habitantes de Trébago, para explicar la multitud de oficios y ocupaciones a que se tenían que dedicar, además de labradores -realmente sólo de nombre-, para poder sobrevivir.

La tierra laborable, según el Catastro, estaba repartida, según estudiamos en otro lugar y artículo especial, muy desigualmente. Había dos grandes propietarios que absorbían, entre los dos, más del 80 % de la tierra laborable, y el 100 % de la ubicada en las vegas y tierras llanas y de aluvión del término, es decir las buenas y realmente productivas. Estos propietarios eran el clero y la Iglesia; y la nobleza. El otro 20 % de las tierras repartidas por metros cuadrados, y que salvo rarísimas excepciones, estaban situadas en las laderas, la sierra, peñascales, y otros lugares, que realmente no eran tierras de labor, sino de bosques y pastizales y monte bajo, pertenecían a más de 182 propietarios.

Entre el cura párroco del pueblo, capellán, beneficiados de otros pueblos, ánimas del purgatorio, monjas, cabildos de la tierra, ermitas locales y foráneas, cofradías ídem, ídem, conventos ídem, ídem, obras pías, mitra de Tarazona, capellanías, vírgenes, vicarías y no sé cuántas identidades más, había en 1760 cuarenta y dos organismos de esta clase, que no trabajaban pero que poseían 253 yugadas, numerosas casas, eras, pajares, edificios, además de 150 ducados y 650 reales de vellón de renta al año, más 2.617 reales de vellón de diezmos, sin contar los que se cobraban en especie, o sea trigo y cebada, pollos, corderos y ovejas. La verdad, una carga muy pesada para los que trabajaban, en beneficio de los propietarios que no lo hacían y en que muchos casos eran entes metafísicos, no personas.

Estas propiedades eran rentadas a los pobres, los que como es natural, después de pagar todas esas canonjías y encima la renta, sólo trabajaban para esos propietarios metafísicos, que sí cobraban aunque no trabajaran. Se conserva una acta original manuscrita del 14 de noviembre de 1817, firmada por un tal José Huerta, que debe ser algún secretario del Arciprestazgo de Ágreda, al que pertenece Trébago, en la cual se relacionan las propiedades en el término municipal de Trébago de la Vicaría de Yanguas de la Villa de Agreda, y que son ellas solas 79 yugadas y unos corrales. Son 26 hectáreas.

Los nobles que detentaban la otra gran extensión del pueblo eran los marqueses de Paredes, Castel-Moncayo, Velamazán, Falces, Urquijo y Alcántara del Cuervo y el conde de Villarrea. O sea, que entre 7 propietarios de la nobleza y clero-Iglesia detentaban el 80 % de la propiedad y la mejor, y el otro 20 % de tierra mala estaba repartida entre la mayoría. Por ello se puede juzgar las estrecheces económicas que habrían de pasar la población del pueblo llano, y con qué miseria habrían de vivir.

De lo raquítico que eran las economías de los vecinos en general da idea el acta que a continuación transcribimos literalmente de fecha 24 de junio de 1824. Dice así:

"En la junta celebrada en casa del Sr. Cura el Beneficiario Don Manuel Cruz Gil, según costumbre, para la elección y nombramiento de Mayordomos de nuestra Señora del Rosario; acordaron todos los señores que la componen que siempre que haya algún vecino que quiera hacer este servicio voluntariamente, le sirva, y siga el turno como si fuese tal, nombrado por dicha junta, guardándole las atenciones que se observan a todos los de esta clase.

Otrosí. En la misma junta se acordó también: Que en atención a los pocos caudales y medios que existen en la fábrica de la iglesia y los pocos recursos que se encuentran (naturalmente, añadimos nosotros, entre los casi todos vecinos que eran pobres declarados, y que eran los que pagaban el pato de los gastos de la iglesia y curas) para soportar los gastos que se ocasionan en ella y particularmente el atender al consumo de aceite para la lámpara del Señor, que debe ser el primer objeto de subsistencia; QUEDA ABOLIDO DESDE ESTE AÑO DE 1824 PARA LOS SUCESIVOS EL GASTO QUE SE ACOSTUMBRABA TENER, TODOS LOS AÑOS, EN CASA DEL MAYORDOMO DE DICHA FÁBRICA LOS DÍAS DE JUEVES SANTO EN EL REFRESCO QUE SE DABA A LOS INDIVIDUOS, QUE SE ACOSTUMBRABAN JUNTAR, COMO LO ERAN LOS SEÑORES DE DICHA JUNTA PRESENTE Y LOS QUE HABÍAN SERVIDO ANTERIORMENTE, DICHO CARGO, INCLUSO EL SR. CURA, SACRISTÁN Y DEMÁS JUSTICIAS. Por acuerdo de los señores de la Junta, Prudencio Jiménez, Fiel de Fechos."


O sea, que de acuerdo con esta acta, se suprimió el refrigerio que se daba a curas y Junta en casa del Mayordomo, y a fe que dicha supresión se debió hacer indudablemente porque no andaban muy sobrados de medios los que ejercían esa función, que debían de ser la mayoría de los vecinos, y eso realmente era un gasto inútil, al que sólo iban a solazarse, comer y beber, diversas gentes, sin reportar nada más que molestias y gastos y sin dar ningún beneficio. No solamente gravitaban sobre los sufridos vecinos las cargas e impuestos de la Iglesia y Clero, como canongías, vicarías, capellanías, diezmos, etc., sino también los gastos de comidas y agasajos a sus funcionarios tanto eclesiásticos como civiles, amén de costos de fábricas y reparaciones de la Iglesia. Todavía quedaba otro renglón procedente de la Iglesia, que mermaba aún más los medios económicos de los sufridos y apaleados habitantes. Ése era el de las bulas, las que no solamente las pagaban, sino que además se las cobraban para la Iglesia ellos mismos a través del ayuntamiento, como demuestra el acta siguiente copiada literalmente. Dice así:

"En el Concejo celebrado el primero de enero de 1826 fue nombrado para cobrador y mayordomo de cobros a Pedro Sánchez; para depositario del pósito a Sebastián Lozano; para cobrador de la sal, hijuela, teja y ladrillo a Clemente Delgado y para alguaciles a Severino Cacho Menor y Roque Lenguas.

En dicho Concejo fue acordado por él que, mediante haberse tenido por costumbre de inmemorial tiempo a esta parte EL NOMBRAR UN VECINO PARA LA COBRANZA DE BULAS Y EL REPARTIMIENTO DE ESTAS HACERSE POR LAS JUSTICIAS RESPECTIVAS DE CADA UN AÑO CON ASISTENCIA DEL SEÑOR CURA PÁRROCO EN LAS CASAS DEL CONCEJO; QUEDA DEROGADA DICHA COSTUMBRE; Y DESDE AÑO EN ADELANTE SE DEPOSITARÁN DICHAS BULAS EN CASA DE UNO DE LOS REGIDORES QUE SON EN LA ACTUALIDAD, Y EN ADELANTE LOS QUE SEAN, Y ÉSTOS TENDRÁN EL CARGO DE HACER LA DISTRIBUCIÓN DE LAS REFERIDAS BULAS A LOS VECINOS QUE CONCURRAN POR ELLAS, DEBIENDO LLEVAR EL DINERO DEL IMPORTE DE LAS QUE CADA UNO SAQUE DE PRESENTE, EN LA INTELIGENCIA QUE SE LES HACE RESPONSABLES A LOS CITADOS REGIDORES, TANTO DEL IMPORTE DE LAS QUE DISTRIBUYAN, COMO DE LAS QUE QUEDEN SIN DISTRIBUIR. Así lo acordaron y firmaron todos los que supieron en dicho lugar, dicho día, mes y año. Nota. La entrega y distribución de las bulas será precisamente a cargo del regidor mayor y caso de que sea nombrado posteriormente regidor será del encargo de dicha distribución de el que la justicia que sea en aquella época determine. Firmas. Gregorio Martínez. Gabriel Celorrio. Manuel (ilegible). Pedro García. Julián Gómez. Luis Gómez. Fulgencio Carrascosa. Miguel Soria. Vicente Soria. Lucas Sánchez. Esteban Castellanos. Sebastián Lozano. (ilegible) Sánchez. Alejandro Lázaro Peñuelas (1). Romualdo las Heras. Antonio Domínguez. Francisco García. Severino Cacho. Ramón Tutor. Timoteo Lázaro. Manuel Sánchez. Diego Soria. Policarpo (ilegible). Melchor Simón. Agapito Medrano. Prudencio Soria. Pedro Martínez Soria. Pascual Domínguez. Matías Ibáñez. Manuel Domínguez. Manuel Celorrio. Matías Hernández. Pedro Sánchez. Francisco Sánchez. Basilio Palacios. Severino Cacho. Casiano Guido".
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(1) Alejandro Lázaro Peñuelas, tatarabuelo del autor, nació el 25 de febrero de 1794.
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Bien, hemos visto cómo el medio y entorno en que se tenían que ganar la vida y sacar la familia adelante la gran mayoría de los habitantes de Trébago, en el siglo XVIII y XIX eran francamente de angustia y penalidades. Ello explica la multitud de ocupaciones y oficios, actividades a que tenían que dedicarse además de la condición de muy, muy humildes labradores. Los oficios, para relacionarlos con arreglo a un método, los vamos a clasificar en seis grupos por la particularidad de sus ocupaciones:

  1. Dedicados a la agricultura.
  2. Oficios que pudiéramos llamar de servicios, procedentes la mayor parte de las necesidades que crearon durante la Edad Media las Comunidades de Villa y Tierra y los Concejos de las aldeas y pueblos.
  3. Oficios relacionados con la Iglesia-Clero.
  4. Oficios artísticos ubicados en el campo de la artesanía industrial.
  5. Oficios de servicios o actividades sociales a la comunidad.
  6. Oficios de actividades comerciales y arriería. En el apartado de Agricultura hay que incluir la Ganadería y Actividades forestales.
Oficios de la Agricultura, Ganadería y Bosques o montes.- En primer lugar, y como es natural, tenemos el de agricultor, ocupación a la que se dedicaban la mayor parte de los habitantes, pero como la extensión de las tierras laborables de que ellos disponían era solamente el 20 % del total y, además, las peores, tenían a fuerza que simultanear este oficio con otras actividades que les permitieran sobrevivir.

El Catastro mencionado de 1760 nombra como propietarios un total de 182 nombres de otras tantas personas, de las cuales 17 eran vecinos de los pueblos foráneos próximos a Trébago, otra merma de tierras para el ya harto menguado patrimonio de éstas, de los trebagueños.

De entre los 165 propietarios restantes, los mayores contribuyentes, a los que se podría dar el verdadero nombre de labradores, eran los ya nombrados, Juan Antonio Carrascosa, mayoral Domingo Martínez y Pedro Soria, a los que habría que añadir José Carrascosa que también era Mayoral de la marquesa de Velamazán por lo que recibía 970 reales de vellón de sueldo al año, y tenía en Extremadura 436 ovejas merinas, 13 cabras, 9 chivos, 2 machos cabríos y cerdos, obteniendo una renta anual de 4.015 reales de vellón. Estas familias y sus apellidos seguían en 1835, siendo los mayores contribuyentes, según demuestra el acta siguiente; que dice así:

"ACTA DE ELECCIÓN DE LAS PERSONAS DEL CANTÓN DE TRÉBAGO Y FUENTESTRÚN NOMBRADAS PARA QUE ELIGIERAN LOS DIPUTADOS PROVINCIALES.

En 18 de diciembre de 1835. Fueron nombrados para ir a la cabeza del partido, Ágreda, Eleuterio Mayor, de Trébago, vocal de la junta de Partido y Francisco García Domínguez, de Fuentestrún. Firmado Eleuterio Mayor y Francisco García. Para hacer la elección de estas dos personas, además del ayuntamiento, se llamó a votar a los cuatro mayores contribuyentes de Trébago, para el suyo, que eran Diego Felipe Soria con 209 reales de vellón; Mariano Carrascosa 159 reales de v. y 19 maravedises; Fulgencio Carrascosa 125 reales de v. y 7 maravedises; y Pedro Martínez y Martínez con 116 reales de v. y 16 maravedises."

Los labradores que aparecen con ese solo título son 102; había el labrador cantero y 8 labradores arrieros. El patrimonio de todos y cada uno de estos labradores era forzosamente muy magro, tanto en propiedad de tierra como en medios para cultivarla, y su medio de tracción y transporte era el clásico burro. Desde luego a una minoría, muy minoría, le alcanzaba el producto de la tierra para vivir, y por ello, el oficio que con más frecuencia se simultaneaba con la labranza era el del arriero, consistente en el transporte de mercancía, de la más diversa índole, de unos lugares a otros y, de, y al pueblo y también en ocasiones de personas, recorriendo muchas leguas por toda España. Como se ve, también había un labrador cantero. También rentaban tierras a la Iglesia y Nobleza.

También se ayudaban, así mismo, todos estos labradores, teniendo algunas ovejas, una o dos cabras (de éstas casi todos), gallinas, algún conejo, y sobre todo el cerdo para la matanza casera. Muchos complementaban su economía utilizando el oficio de cazador, para proveer al sustento con alguna pieza cobrada, bien conejos, liebres, perdices, venados, jabalíes, corzos, etc., y las mil y una aves que en aquellos tiempos habitaban los terrenos del pueblo. Tampoco desdeñaban el hacer de jornaleros. Los especialistas en caza eran los laceros, bicheros, perdigueros y palomeros.

Otros oficios relacionados con la agricultura eran los de Mayorales y Administradores de la nobleza. Los primeros para ordenar y conducir a los criados y jornaleros al servicio del propietario, y los segundos funcionaban como verdaderos apoderados del negocio de los mismos amos. Como hemos visto, estos empleados de la nobleza también los había en Trébago, y los hubo hasta bien entrado el siglo XX.

Los catalogados jornaleros en el Catastro son siete, aunque, como decimos, eran muchos los que no desdeñaban ese oficio cuando se lo ofrecían, aún siendo labradores. Eran naturalmente jornaleros para la agricultura y la horticultura.

La ganadería tenía el oficio por excelencia en el pastor, de los cuales el Catastro señala 24. Nos estamos refiriendo naturalmente a la guarda de ovejas, que era la ganadería por excelencia, y la más importante, calculando que habría alrededor de 4.500 a 5.000 ovejas a mediados del siglo XVIII. El pastor lleva implícito la existencia del propietario de las ovejas, o sea el ganadero, que naturalmente no podían ser otros que la nobleza, al parejo con el disfrute de la tierra, la Iglesia y algunos labradores llanos independientes de los cuatro o seis que hemos señalado. El pequeño número de cabezas que podían tener cada uno de los demás, se juntaban, para poder costear un pastor, o se añadía a los grandes ganados de los fuertes ganaderos.

La existencia de muchas ovejas, así como de équidos y burros, hacía necesaria la existencia de los esquiladores, tanto de los unos como de los otros. Los esquiladores de équidos residían en cada pueblo, y era uno de los oficios más estables y acaso productivos, monopolio de una sola familia que lo heredaba. Los esquiladores de ovejas, como era de temporada, salían a pueblos y villas, haciendo campañas.

Respecto al oficio de pastor, además de los reseñados, dedicados al cuidado y pastoreo de los ganado estantes en los pueblos, compuesto principalmente por ovejas denominadas churras, dedicadas sobre todo a la producción de carne, antes que a la de lana, tenemos que añadir a los pastores y sus ayudantes, numerosos, de los ganados trashumantes, compuestos de ovejas merinas dedicadas a la producción de lana, primeramente, de excelente calidad, y también de carne.

Estos ganados trashumantes, procedentes mayoritariamente de Castilla, y después de León y Aragón, durante el verano aprovechaban los pastos y residuos agrícolas que en los campos, montes, prados y dehesas comunales habían crecido y madurado durante las primaveras, normalmente húmedas y templadas de las mesetas Castellano-Leonesas y del valle del Ebro aragonés. A mediados de otoño, cuando ya los campos castellanos es encontraban secos, sin pastos y sufriendo las primeras inclemencias del venidero invierno, los ganados de merinas emprendían el viaje a los campos y pastizales de Extremadura y Andalucía, con climas en invierno más suaves y llevaderos que los de Castilla y León, y como consecuencia de todo ello había abundantes pastos y frutos silvestres durante todo el invierno que aprovechaban esos ganados emigrantes, trashumantes del norte, después de realizar un largo y duradero viaje por la vías determinadas y autorizadas por los reyes castellano-leoneses y aragonés. Estos ganados trashumantes de merinas aprovechaban todos estos pastos y frutos silvestres de Extremadura y Andalucía, y a finales de la primavera emprendían el regreso, por los mismo caminos y vías, a sus lugares de origen, en pueblos y ciudades de Castilla, León y Aragón, para mantenerse con los pastos maduros de verano, y con ello completar el círculo de ida y vuelta de estos ganados trashumantes.

Ahora bien, ¿cómo se produjo, nació y se desarrolló esta forma trashumante o emigración de los ganados de merinas, de ida y vuelta del Norte castellano-leones y aragonés al sur extremeño y andaluz?

El espacio geográfico en que nació, se desarrolló y alcanzó su máximo apogeo político, económico y social el Condado primero y después el Reino de Castilla, es una zona geográfica muy montañosa y de altos picos y profundos valles, ocupada por las cordilleras Cantábrica, Sistema Ibérico (zona norte) y Sistema Central. Por estas circunstancias geográficas, poseía y posee grandes bosques, abundantes pastos en valles y dehesas, y numerosos frutos de árboles, arbustos y plantas. Todo ello era óptimo para el desarrollo de una ganadería muy importante, desde la prehistoria, en toda clase de ganados y especies, fundamentalmente ovino, caprino, vacuno, équidos, cerda, etc., como así sucedió en realidad, desarrollo que alcanza hasta nuestros días.

Nos interesa el ganado ovino, que desde los primero momentos de iniciada la reconquista mereció la máxima atención de los refugiados que huían ante la conquista árabe-musulmán, y de los naturales de las zonas de refugio, en las montañas cántabro-vascas. Era primordial el desarrollo de la ganadería ovina, más que las otras especias, ya que proporcionaba a los habitantes, además de carne, leche y cueros para curtidos, la lana, imprescindible para la fabricación de tejidos con los que vestirse. Había y hay dos razas de ovejas, las churras y las merinas, las primeras para la carne fundamentalmente, y las segundas, además de carne, sobre todo la lana de una gran calidad.

Al mismo tiempo que avanzaba la reconquista hacia el sur de España, aumentaba la población de cabezas de ganado merino, para alcanzar en toda la zona castellana decenas de miles de cabezas, aumento que era difícil de mantener durante el verano y otoño castellanos por la escasez de pastos y frutos de los bosques. Los ganaderos de merinos fueron descubriendo, al realizarse la reconquista de Extremadura y parte de Andalucía, que estas zonas, y durante el seco verano y escaso en alimentos para las ovejas merinas en Castilla, sí poseían abundantes pastos de verano, con los que se podría suplir su falta en la meseta castellanas. Con el aumento de la demanda y el valor e interés por la lana merina, con pingües ganancias económicas, algunos ganaderos estudiaron la posibilidad de trasladar los ganados merinos a Extremadura y Andalucía, para aprovechar esos pastos tan abundantes en las regiones andaluzas y extremeñas recién reconquistadas. Estos primeros ganaderos trashumantes comprobaron que el traslado de grandes cantidades de ovejas merinas a las regiones del sur producía pingües utilidades a sus propietarios, de tal manera que el interés por la explotación de los ganados de merinas interesó vivamente a la clase de la nobleza, que muy pronto se convirtió en la mayor poseedora de cabezas merinas trashumantes del reino castellano así como de los de León y Aragón. El número de cabezas merinas llegó a alcanzar 5 millones. Este traslado de ganados del norte de la península a Andalucía y Extremadura producía fuertes controversias con los agricultores, por cuyas fincas y sembrados atravesaban por ellas o pasaban muy cerca los inmensos ganados de miles de cabezas, produciendo grandes daños y dando lugar a fuertes disputas entre trashumantes y agricultores. Con objeto de proteger la trashumancia de merinas de los ataques o problemas que pudieran ocasionales los agricultores, acordaron estos ganaderos formar unas asociaciones de pastores trashumantes castellanos en la Alta Edad Media, que celebraban asambleas periódicas para acordar la política de precios de la lana merina para la industria y otros acuerdos para defender sus intereses, que eran muchos. Estas asambleas de ganaderos trashumantes se llamaban "MESTAS", y a medida que los beneficios que producían las merinas trashumantes aumentaban, cada vez más por la gran demanda del comercio de la lana, incluso en el mercado internacional, y por la gran influencia que la nobleza propietaria de la mayoría de estos ganados imponía a la Monarquía castellana, estas asociaciones particulares recibieron el reconocimiento de la monarquía, con la fundación del llamado Honrado Concejo de la Mesta, autorizado y reconocido por el rey Alfonso X el Sabio en 1273. Este Honrado Concejo de la Mesta estaba plagado de privilegios y consideraciones de todo tipo para estos propietarios de ganado (la mayoría nobles según hemos recalcado) en contra justamente de los intereses de los agricultores, que sufrieron un gran retroceso económico durante los primeros decenios o centenas de años de funcionamiento del Honrado Concejo de la Mesta, para favorecer los intereses de los productos, principalmente lana, de las merinas, muy apreciada y muy bien cotizada en todos los mercados, internos y externos de Castilla y España. Esto dio por resultado un gran incremento de las cabezas de ganado merino, hasta sobrepasar, como hemos indicado arriba, más de los cinco millones de cabezas. Con este tenor, en Trébago se calcula que entre los siete nobles propietarios, entre marqueses y condes propietarios de muchos bienes rústicos y urbanos en el pueblo, mantenían unos rebaños de cinco a seis mil cabezas de ganado merino trashumantes, más las pequeñas manadas de cabezas de los humildes habitantes no nobles. Este Honrado Concejo de la Mesta estuvo en funcionamiento con todos sus privilegios hasta el año 1836, en el reinado de Fernando VII, en que se derogó, debido principalmente a que el comercio internacional de la lana merina española era competida, muy mucho, por las lanas de ganados merinos exportados clandestinamente a Australia, en donde encontraron un medio ambiente climático muy a la medida de las necesidades del ganado merino, produciendo lana también de muy buena calidad y en grandes cantidades, y que perdura a la fecha, junto con las merinas españolas aunque en menor cantidad.

Volviendo a los propietarios nobles de ganados trashumantes, estos nobles eran los Marqueses de Paredes, de Caltel-Moncayo, de Velamazán, de Falces, de Urquijo y de Alcántara del Cuervo, y el Conde de Vaillarrea. Todos ellos, además de merinas, tenían abundantes propiedades rústicas en el termino municipal, así como bosques, y urbanas en el casco urbano de Trébago.

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