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Setenta y tres años después



por César Córdova Nieto


El matrimonio de Florencio Córdova Carrascosa y Mercedes Sánchez García, vecinos de Trévago, procreó ocho varones, cinco de los cuales emigraron a México. Todos ellos salieron por Santander, punto de partida para muchos emigrantes castellanos con dirección a América.

La Compañía Trasatlántica Española tenía dos barcos en la ruta Santander-La Coruña-La Habana-Veracruz, uno de ida y uno de vuelta. El Cristóbal Colón y el Alfonso XIII. En este último zarparon los hermanos Gregorio y Ángel, dos de los hijos del matrimonio. En la estación compraron los boletos para el 3 de Noviembre de 1930, a las once de la noche. En la ventanilla les comunicaron que aquél sería el último viaje del barco, ya que en su regreso a España dejaría de navegar. Sería transformado en chatarra.

Faltaban un par de días para la salida y Gregorio estaba muy alegre por estar fuera del pueblo, lleno de ilusión, contentísimo de verse al fin en una ciudad ya que ni a Soria había subido, si acaso había ido a Ágreda. No dejaba de impresionarle ver aquél mar, tan grande que no se acababa. El mayor caudal de agua que había visto era el del Río Manzano.

Ángel recuerda: "Un peluquero me había cortado el pelo, y al ver las heridas que traía en la cabeza me dijo: Ay cabrón, te van a matar. En México te van a matar."

La tarde de la partida, mientras tomaban un café frente al muelle, Mercedes le dijo a su hermano, el tío Basilio Sánchez, quien también viajaría a Veracruz en compañía de Chabela, su mujer, que no quería despedirse de sus hijos sin ver qué iban a cenar. Basilio le contestó que se le permitía subir al barco siempre y cuando no llorase. Poco antes de levar anclas, durante la cena, -macarrones- llegaron los padres a decirles adiós. Ella cumplió su palabra.

En La Coruña las pescadoras ofrecían mercancía diciendo en su dialecto: "Sardinas como caragios de hombre." Al barco se subieron otros y casi todos se marearon. Ángel, el menor, tenía trece años de edad, y Gregorio salió de dieciséis, pero cuando navegaban por las aguas entre La Habana y Veracruz, festejó, si es que puede llamársele festejar a aquellos repulsivos mareos, su onomástico número diecisiete. Llegaron a México el 18 de Noviembre de 1930, puntuales, a las tres de la tarde.

Al salir de la aduana les dio un gusto enorme encontrarse con Gerardo, otro de los hermanos que les había precedido y que acudió a darles la bienvenida. Fueron al hotel, cenaron y durmieron. A las cinco de la mañana del 19 tomaron el tren a Puebla. Allá cenaron y durmieron en la casa del tío Basilio. El día 20, a las seis de la mañana, agarraron el tren a Zacapoaxtla, la mera mata de los totonacas que, a punta de machete, habían derrotado años atrás al mejor ejército de Europa. Se les unieron el tío Casto, hermano de Basilio, y su hijo, José Sánchez, con quien iban a trabajar.

Al despertar el día 21 salieron para Cuetzalan, y allí el tío Casto se fue para su rancho de Tenampulco, y ellos continuaron en caballerías rumbo a Comalteco, fin del viaje. Tierra caliente. El nombre se deriva de comal, la plancha que se coloca sobre las brasas para cocer el maíz. La propiedad medía miles de hectáreas. Conforme se acercaban a la única calle del pueblo, el caballo de José Sánchez, un animal precioso, comenzó a bailar. Les dijo José: "Aquí se acabó el pan. De ahora en adelante, tortilla."

A partir de entonces, al caballo de José le decían "El Veintiuno", como conmemoración al día de la llegada. Habitaban la casa principal. En la planta alta vivía José y la planta baja se la alquilaba a un español, de Burgos, que tenía una tienda como la del tío Purrío. La mayoría de los clientes eran trabajadores de la zona, vendían mantas, jabón, azúcar, velas, sal" A las mujeres les preguntaban: ¿Túkula taskina ui?, ¿Qué quieres, María? -a todas las llamaban María-. El día de mercado era el domingo, y por allí de las tres o cuatro de la tarde ya el aguardiente había hecho efecto, y era cuando se peleaban, sacaban los machetes, y volaban las cabezas.



Con motivo de la celebración del cumpleaños número noventa de don Gregorio Córdova Sánchez, este último 17 de noviembre del 2003, se reunieron él y su hermano Ángel a echarse unas copitas. Cuando me presenté de visita, me encontré, sobre la mesa del comedor, el último número de "La Voz de Trébago", revista que nos llena de alegría. Es así como me autonombré, momentáneamente, corresponsal y reportero gráfico de la publicación, primero, para compartir las memorias del principio de su viaje, y, segundo, para hacerles la siguiente breve entrevista setenta y tres años después de su llegada a México.

¿Qué os viene a la mente cuando digo "Trévago"?
Gregorio Córdova Sánchez (GCS): Un recuerdo que nunca olvidaré, que procuraré dejarle a mi hijo, Gregorio, para que lo pase a mis nietos, para que sepan de dónde viene la ascendencia de ellos.
Ángel Córdova Sánchez (ACS): Era yo un muchacho travieso que enredaba en todos los lados y agarraba la fruta de otras huertas. Por eso no me decían el Ángel, me decían el Diablo.

¿Qué agradecéis a Trévago?
GCS: El haber nacido allá y haberme criado hasta los dieciséis años.
ACS: Nacimos ocho hijos de un matrimonio y emigramos a México cinco. Yo soy uno de ellos. Me siento satisfecho de haber nacido allí y que venimos al amparo de los hermanos de mi madre, de los Sánchez. Estoy agradecido del origen castellano del pueblo.

¿Qué le deseáis a Trévago?
GCS: Que progrese con los hijos y descendientes de aquéllos que tenemos las mismas raíces.
ACS: Lo mejor.

¿Cuál es vuestro mejor recuerdo de Trévago?
GCS: Haber regresado en 1956 y encontrar a mi madre en perfectas condiciones de salud.
ACS: Cambiaron las escuelas del Municipio al juego de pelota. Cuando fue el gobernador de la provincia a inaugurr las nuevas escuelas y le di la bienvenida diciendo:
"Yo le doy la bienvenida,
de alma y de corazón,
al muy digno presidente
de nuestra Diputación,
y en sencillo castellano
con... humanos... ...no recuerdo...,
ya no me acuerdo como seguía."


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Nota de la Redacción:

En la foto vemos a Ángel Córdova Sánchez (a la izquierda) y a Gregorio Córdova Sánchez (a la derecha), con un cuadro de Trébago al fondo. ¡Cuántas veces habrán mirado este cuadro recordando sus correrías infantiles"!

Desde "La Voz de Trébago" nos unimos a la felicitación a Gregorio por esos 90 años, y les deseamos a ambos que sigan con esa vitalidad por mucho tiempo.

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