por Conchita Delgado y Juan Palomero
Hablamos de D. José Lázaro Carrascosa, que nace en Trébago el 8 de agosto de 1925, y no adivinaba el pueblo que le vio nacer el cariño y empeño que iba a poner en él.
En la calle Bajera seguro que aprendió los primeros juegos con los que nacieron por aquellos años. Lo imaginamos entretenido con el aro, la tanguilla, la calva, o con cualquiera de los juegos que luego él mismo recuperó para su museo.
Fue a la escuela con D. Julián Gonzalo, a quien él mismo recordaba como un buen maestro, hasta que llegó la guerra y modificó todos sus esquemas de trabajo.
Hizo el servicio militar en el Regimiento de Pontoneros de Zaragoza. Allí formó parte del grupo de "la Tabla Redonda", junto con Dativo (carpintero en Ólvega), y otros tres reclutas de Teruel, Alcalá de Henares y Oviedo con quienes compartió muchas aficiones.
La "mili" en aquella época debió de marcarle mucho. Según nos contó más de una vez, otro recluta que había estado en el Seminario le enseñó las rimas y la forma de hacer poesía. De aquella época ya conserva su familia una poesía que recoge el callejero completo de la Zaragoza de entonces. En otros números de esta revista se han publicado algunas de sus poesías y en muchas ocasiones era Pepe quien amenizaba la reunión con algunas estrofas alusivas a la fiesta.
En 1951 contrajo matrimonio con Concha Martínez, con la que llegó a celebrar sus Bodas de Oro el pasado 2001. Una vez más se corrobora que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Concha compartió vida, ilusiones y colaboró siempre con entusiasmo en la labor de Pepe, como él mismo lo recoge en su diario cuando dice "mi mujer me ayuda en estas tareas", refiriéndose en este caso a sus labores como alcalde.
Su matrimonio se vio colmado con la llegada de sus dos hijas, Iris y Berta, que cada una a su manera heredó la faceta artística de sus progenitores y sobretodo aportaron a ese hogar toda la dedicación y el cariño que merecen semejantes padres.
No se le resistió ningún oficio. Ni la agricultura, ni la carpintería, ni la forja, ni la piedra, ni la poesía, ... Su deseo de saber y ese espíritu creativo que le asistió casi toda su vida lo llevó a entusiasmarse por cualquier cosa que cayera en sus manos. Como agricultor, Pepe fue quien trajo a Trébago el primer tractor, allí por los años 60.
En el aspecto público dedicó a Trébago casi 10 años de su vida como alcalde, de los que su familia conserva buena memoria. En aquella etapa -desde el 30 de septiembre de 1965 al 5 de mayo de 1975- Pepe llevaba un diario detallado de todos los sucedidos ocurridos en Trébago y en el Ayuntamiento.
Sería muy larga la lista de las cosas que en aquella etapa se mejoraron, aunque baste citar la traída de agua 10 años antes de que lo hicieran los demás pueblos de la Rinconada, allá por el año 72. La pavimentación de las calles, la renovación del alumbrado público, la preparación de los pastizales, la repoblación forestal de los montes, etc.
Aunque dejó su puesto de alcalde en el año 1975, nunca desapareció su empeño por mejorar todo lo que estuviera a su alcance:
- más de un árbol del camino de la Virgen le habrá agradecido su poda y arreglo.
- las piedras del puente romano sintieron la caricia de sus manos para afianzar su mantenimiento.
- las piedras del lavadero encontraron con él su sitio en el banco de la Puerta Verde.
- la piedra de la fuente, perdida en la entrada de algún huerto, volvió a su lugar en la última remodelación.
- las escaleras de la Iglesia.
- la fuente de la ermita, ...
y así un sinfín de detalles, porque hay que reconocer que Pepe era un hombre detallista al que le gustaba conseguir la armonía en cualquier aspecto que le rodeara.
De detalle hablan los 100 topónimos que Pepe nos labró en otras tantas piedras para marcar los parajes del pueblo.
De detalle hablan cada una de las piezas de ese museo que conservó a lo largo de muchos años y que con infinita paciencia organizó en su jubilación.
Con qué emoción nos relataba la historia de cada pieza, el motivo que había dado lugar a la poesía que le acompañaba. Con muchos de nuestros amigos, que también le recuerdan con cariño, hemos recorrido con frecuencia ese museo que él mostraba siempre sonriente.
Hemos revivido a través de él la historia de nuestro pueblo y la de un hombre que volvía a emocionarse contándonos cómo después de mucho tiempo encontró el cantarillo que a su hija Iris regaló un gitano agradecido por la ayuda que le prestó cuando estaba la suya gravemente enferma. Cómo recuperó el carro que vendió cuando el tractor tomó la alternativa y lo dejó en desuso.
De la Asociación de Amigos de Trébago fue promotor, y Vicepresidente durante los años que su salud se lo permitió. Siempre tratando de mejorar el pueblo, de trabajar por los demás. El pueblo disfrutó con él de ese pequeño homenaje que celebramos en la reinauguración de las escuelas como Salón Social y Sede de la Asociación de Amigos de Trébago, de la que seguirá siendo siempre Presidente de Honor.
Fueron muy duros los últimos años de la vida de Pepe, pero siempre nos regaló una sonrisa y aquellos ojos vivos, alegres y deseosos, a pesar de las dificultades, de emprender siempre alguna labor.
Se apegó Pepe a la tradición y a su pueblo hasta el último momento de su vida. Murió en su casa, el 17 de abril de 2002, siempre rodeado del cariño de los suyos.
Creemos, Pepe, que quien ha pasado su vida haciendo el bien, como tú, nunca muere. Siempre vivirá en el recuerdo de los que quiso, y tú quisiste mucho a Trébago y a sus gentes. Por eso te seguiremos queriendo y recordando cada día cuando veamos la piedra labrada del Cementerio, el banco de "la Nevera", las escaleras de la Iglesia, la roca con el nombre de las Peñas de la Dehesa, la carrasca de los Juntarejos que te respetó la concentración parcelaria, la fuente de la Ermita, ... y tantos detalles en los que está una pequeña muestra de lo que fue toda una vida.
Un buen amigo nuestro, Luis Vecino, al enterarse de tu fallecimiento, nos decía "que descanse en la paz que siempre tuvo" y escribió en el libro de firmas de la página de la Asociación en Internet "Hoy he sabido que se ha muerto Pepe Lázaro, y quiero expresar a su familia y a todos los amigos de Trébago mi sentimiento por tan gran pérdida. Aparte del sentimiento humano, es una importante "biblioteca" que se quema. Esperemos que detrás vengan otros que quieran tanto como él a su pueblo; es el consuelo que queda ante una pérdida así. Un abrazo a su familia, y a todos nuestros amigos de Trébago". Afortunadamente hasta nos hiciste el favor de dejarnos la biblioteca manuscrita al detalle.
En tu despedida, en la Iglesia recién restaurada y llena de familiares y amigos, el sacerdote, D. Alfonso García, en la homilía, como homenaje a ti, leyó la poesía que tú mismo habías compuesto a la Virgen del Río Manzano. Todos agradecimos el gesto, porque queríamos decirte algo pero no encontrábamos la manera de hacerlo.
Pepe, estamos seguros de que tu espíritu nos seguirá guiando y acompañando, y siempre vivirás en nuestro recuerdo.
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