Asociación
  Ayuntamiento
  Dejar tu Firma
  Fiestas
  Geografía
  Historia
  Noticias
  Qué hacer
  Rally
  Revistas
  Ver Libro de Firmas
  Alojamiento rural
 
     
 

Costumbres trebagueñas - Fiesta de San Antón - 17 de enero



por Santiago Lázaro Carrascosa

Al igual que todos los pueblos y aldeas y ciudades españoles, y también los de todo el mundo, las costumbres generadas por la celebración de multitud de días festivos durante el curso del año en Trébago son muy particulares y arraigadas, conservando sus tradiciones desde tiempos prehistóricos.

Estas costumbres son escrupulosamente respetadas y celebradas, tal como si de verdaderas leyes se tratase, que aún sin estar escritas en ningún código, son fielmente observadas, hasta el extremo de que se ha llegado a crear una sentencia proverbial, que por sí sola explica este proceder. La sentencia popular dice así: LA COSTUMBRE HACE LA LEY.

Muchas de las fiestas, por no decir todas, que se celebran en Trébago, durante el decurso de un año, y empezando por la principal, la fiesta mayor en honor de la Virgen del Río Manzano, contiene elementos paganos precristianos, concretamente iberos y celtíberos, que fueron asimilados a la liturgia católica, durante el largo proceso de la cristianización.

Las fiestas son muchas y por diferentes motivos, teniendo casi todas ellas algo de particular y característico en los diferentes festejos, que constituyen una faceta variada y rica de su folklore y tradiciones. Es lo que ocurre con la celebración de San Antonio Abad.

Día diecisiete de enero, nombre eclesiástico San Antonio Abad, vulgarmente San Antón el Hormiguero. Nombre, éste, derivado de la costumbre, muy remota por cierto, que hay en todas las familias del pueblo de hacer, para cenar, los hormigos o gachas. Es un manjar que se prepara con harina de trigo, azúcar y aceite, frito o cocido todo ello en la sartén más grande que hay en toda la casa hogareña.
Realmente, no es un plato muy apetitoso, aunque se come por ser en honor de San Antón, pero desde luego, siempre sobra una cierta cantidad, la cual, reunida con la de varios parientes y amigos jóvenes, sirve para dar una nota de broma y jocosidad, no carente de respeto y consideración, untando y taponando con ella las cerraduras de las puertas de las casas, en donde se tienen confianza los que lo realizan.
Naturalmente, que esto no tiene consecuencias desagradables, debido a que la costumbre es tan arraigada y general, y no se encuentra una sola casa que no haya sido embadurnada con los famosos hormigos.
Como en este tiempo hacen los más crudos fríos de invierno, esta masa se hiela, y es de ver cómo, a la mañana siguiente, y sin enojo, todas las mozas se dedican, entre comentarios alegres, a limpiar con algo de esfuerzo sus respectivas puertas y cerraduras.
Esta costumbre es tan típica y original que, si por casualidad quedase alguna puerta sin la marca de los hormigos, los habitantes de esta morada se sienten y se encuentran algo molestos, por considerarse como desatendidos y hasta poco estimados entre el pueblo.

La imagen del santo se venera en un altar de la Iglesia y, como dato curioso, se ha de notar que tiene a sus pies un cerdo. Por lo visto, antiguamente debió ser considerado el Santo como el protector de estos animales domésticos y, para homenajearle, se compraba con fondos comunales un cerdillo chico, el cuál vagaba por todas las calles del pueblo, y en la casa en donde se metiera, tenían la obligación, por costumbre, de darle de comer, así como en aquella en donde entraba al anochecer, estaba obligada a darle albergue hasta el día siguiente. Durante un año completo, este animal deambulaba y comía en esta forma, y cuando se volvía a celebrar el día de San Antón, se sacrificaba, y el producto de su venta era destinado a la consecución de ceras vestuarios y otros menesteres necesarios para la atención del Santo.

Es lógico que, a cambio de estos servicios del pueblo, San Antón intercediese por todos los vecinos en favor de sus ganados. Esta costumbre se ha perdido, debido a que con el incremento de la actividad del pueblo en semovientes y carros, constituía un peligro por las espantadas que en caballos producía el cerdito, con sus consiguientes trastornos. Los viejos cuentan que, cuando y durante se honró de esta forma a San Antón, los cochinos del pueblo jamás se vieron atacados por ninguna clase de enfermedades, llegando todos los años a constituir una fuente de ingresos no despreciables para la economía de los habitantes, y en cambio ahora, dicen, han aparecido dolencias que antiguamente no se conocían.
El espíritu castellano, tan observador, austero y siempre dispuesto a sacar consecuencias morales y sentencias de los actos de la vida y de la naturaleza, para sancionar y censurar a mujeres u hombres, amigos de la crítica y maledicencia sobre vidas y actos de los demás, les llama "Amigos de meterse en todos los sitios como el cochino de San Antón", recordando y aludiendo a la vida errante y libertina, en su peregrinación por todos los hogares del pueblo, del famoso cochinito.
Durante las rondas, y siempre en honor de San Antón y aludiendo a la característica peculiaridad del patronato, se suele cantar, con respeto, el siguiente estribillo o estrofa, en música de jota:
San Sebastián fue francés,
Y San Roque peregrino,
Y lo que tiene a los pies,
San Antón, es un cochino.
Este mismo día de San Antón, y para que los protegiera de asechanzas y enfermedades, ya que era patrón de ganados, se enjaezaban vistosamente, y por sus dueños respectivos, todos los individuos de los ganados mular, caballar y asnal, y después de haber sido bendecidos por el cura, daban una vuelta completa alrededor de la Iglesia conducidos por sus propietarios, constituyendo esta ceremonia un desfile vistoso y agradablemente contemplado por todos los vecinos.

NOTA FINAL.- Lo que antecede lo escribimos hace cincuenta años, finales de 1949, cuando todavía estaban en su pleno apogeo y esplendor las celebraciones de todas y cada una de las fiestas trebagueñas durante todo el año. Hoy, en el año 2000, cuando escribimos estas notas, con la pérdida de población de Trébago, pocas fiestas, excepto la fiesta mayor y otras tres o cuatro, se celebran, siendo una verdadera pena la pérdida de todo ese costumbrismo tradicional, que hizo la delicia de los trebagueños durante muchas generaciones.

[Anterior] [Sumario] [Siguiente]