por Familia Córdova Lucas
Santiago de Querétaro, Qro. México, 4 de Junio del 2000.
Trébago, pequeño Gran pueblo castellano, ligado a nuestra historia personal y familiar. El abuelo Ángel nació aquí y a los 13 años salió para México. La abuela Pura nació y vivió aquí hasta que se casó, la madre del abuelo Efraín también nació y vivió aquí. En el verano de 1972, Nicolás nos presentó a Lalo y a mi, y no hemos vuelto a separarnos.
Poco tiempo después conocí aquí a mis suegros, Ángel y Conchita, de quienes he recibido, desde el primer día, y sigo recibiendo, todo su apoyo y cariño, así como ellos también tienen mi cariño y admiración.
En abril de 1975 nos casamos en Madrid. Muchos de vosotros nos acompañasteis entonces. Formamos nuestro hogar en México, nacieron nuestros hijos, Jacobo y Leandro, quienes durante su infancia, parte de su adolescencia, y siempre que pueden, han pasado sus vacaciones en el pueblo. Para ellos España era Trébago.
Algunas veces Lalo y yo nos habíamos preguntado que porqué nos habíamos casado fuera de Trébago, así que cuando nos planteamos celebrar nuestras bodas de plata nos resultó natural decidir dónde y con quién queríamos festejarlo, en Trébago, es el lugar donde tenemos las raíces más profundas, el lugar donde nos conocimos y empezamos como pareja, el lugar donde nuestros hijos aprendieron a andar por las calles libremente, donde sólo necesitaban una pelota y una bicicleta, donde aprendieron a hacer y usar los tirachinas, a entrar a las casas a pedir un vaso de agua o un chorizo con pan y ser bien recibidos, junto con muchas otras experiencias que les han servido para saber que son mexicanos con mucha sangre trebaguense.
Cuando lo comentamos con nuestros padres e hijos se entusiasmaron con la idea y apoyaron completamente nuestro proyecto. Desde ese momento empezó una gran ilusión por llevarlo a cabo, hablaba con mis hermanas, Pilar y Maribel, quienes me apoyaron en todo momento, a mi madre le tocó la tarea de hacer llegar las invitaciones, a mi padre no se le olvidaba detalle, nuestros hijos nos preguntaban que cómo iban los planes, así fue acercándose la fecha.
Desde que llegamos al pueblo sentimos una cercanía especial con cada uno de vosotros, compartíamos algo importante. Lo fácil y agradable que nos resultó ponernos de acuerdo con Don Alfonso para la ceremonia religiosa, la ilusión con que las mayordomas nos enseñaron los trajes y joyas de la Virgen, el mantel del altar bordado en oro, tantos detalles que no sabemos cómo agradecerlos, pues el lenguaje de los sentimientos no es fácil expresarlo con palabras. Llegaron amigos nuestros, de México y de otras partes, quedaron encantados con el pueblo, con sus gentes, sus casas y estilo de vida, seguramente que algunos repetirán volver a Trébago.
Ese domingo es y será uno de los días más entrañables en nuestras vidas, la iglesia en todo su esplendor, las palabras de nuestro hijo Jacobo, la voz de Javier Ferrer, la emoción de quienes pudieron acompañarnos desde el cariño mutuo, la tradición de la ermita, que no habíamos tenido la oportunidad de conocer. Cuando Juanjo, en nombre de todo el pueblo, habló y llegó el regalo de todos en uno, fue demasiado difícil controlar la emoción tan intensa al pensar en este gran recuerdo que nos acompañará durante toda nuestra vida, recordando la unidad que habéis tenido para con nosotros.
Con este hecho Trébago estará presente en nuestra vida cotidiana. Muchas gracias a todos y cada uno, queremos deciros que si alguna vez venís por estas tierras sepáis que ésta es vuestra casa y esperamos haceros sentir el cariño con el que os recibiremos.
Digamos lo que digamos, nos quedaríamos cortos para expresaros la profundidad de lo que os queremos transmitir, así que GRACIAS por ser el pueblo castellano de donde venimos y por compartir con nosotros nuestras alegrías. Que Dios os bendiga y nos ayude a todos a seguir celebrando y compartiendo los momentos hermosos de nuestras vidas. Un fuerte abrazo.
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