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Recuerdos de una mexicana (II)



por Chabela García de Gil

Terminaron las fiestas de los pueblos y por lo tanto el verano. Así que mis padres, para que no perdiera mi año escolar en México, me llevaron a estudiar a Tudela, a donde llegue el 14 de octubre. El colegio era muy bonito y las madres muy amables, fue conmigo Eulalia Tutor que vivía también en Trébago y ahí nos quedamos a estudiar. Mis padres iban cada quince días a verme y yo estuve feliz, y así pasaron los días, las semanas y los meses. Llegó Diciembre y las vacaciones estaban cerca, el 16 de Diciembre iban mis padres por mí para irnos al pueblo. El 12 de Diciembre cayó una gran nevada, era la primera vez que yo veía nevar. Fue un espectáculo maravilloso.

Estábamos ya emocionadas con las vacaciones, yo sólo pensaba en volver a Trébago, disfrutar a toda mi familia y a mi querido pueblo que tanto extrañaba. Pero la nieve estropeó por unos días ese regreso a Trébago ya que con la nevada la carretera estaba cerrada y no podían ir mis padres por mí, pero Dios hizo una buena jugada y ese día 16 Ninfa, mi prima, que vivía en Novallas, fue a visitarme y le dije que si nos podíamos ir Eulalia y yo a su casa. Con una gran alegría nos dijo que sí y nos fuimos con ella. Tres días después fueron mis padres a recogernos, pues ya la carretera estaba abierta, así que ya nos íbamos a nuestro querido Trébago. Qué maravillosa vista presentaba. Cubierto de una capa blanca de nieve estaba precioso. Ese día 19 en la noche nevó bastante y al día siguiente nos fuimos a jugar a las eras bien abrigados y con nuestras botas Katiuskas, para poder caminar en la nieve. Empezamos a tirarnos bolas de nieve y a hacer muñecos. La verdad, son recuerdos inolvidables.

Además, llegamos en plenas matanzas, ¿quién no recuerda esos maravillosos días?, trabajaban mucho esas personas, pero también eran días inolvidables, pues entre hacer chorizos, preparar jamones y demás trabajos, se contaban buenos chistes y en la noche se hacían chocolate y churros, que con el frío del invierno sabían a gloria. Así pasamos las matanzas en las diferentes casas de los tíos y primos.

Y llegó noche buena, la celebramos toda la familia con la abuela Isabel en casa de los tíos Melchor y Goya e hijos, la verdad fue una noche inolvidable, una cena riquísima y de una alegría enorme, ¡cómo la disfrutamos todos!

El día 25 comimos de maravilla. Sobre todo recuerdo esos deliciosos chorizos y jamón que estaban exquisitos, y lo celebramos en casa de los tíos Santiago y Rosario, sus hijos y toda la familia. El 26 lo celebramos en casa de Félix y Amparo pues era el cumpleaños de Félix. Con ellos vivía Goyo, el hermano de Amparo, y Arsenio su hijo, fue un día precioso, recuerdo que con una nevada bastante fuerte mi marido Florencio vino en el macho desde Castilruiz para traer el postre, el delicioso monte nevado que su madre, la abuela Amada, lo hacía delicioso. El 27 fuimos a comer con el tío Juan, el Isidro, Ninfa, Hermilo y sus hijas, Filo y Teodoro, también fue una comida inolvidable, fue en Fuentestrún, el pueblo de mi madre.

El 28 fuimos a comer a Matalebreras con la tía Veneranda y el tío Inocente, así como sus hijos. También comimos muy bien y lo pasamos de maravilla, hasta que volvimos a Trébago otra vez. ¡Cuánto disfrutamos esos días! No podíamos hacer los paseos del verano, pues el tiempo no ayudaba, pero sí recorríamos el pueblo jugando y disfrutando, mientras que por las tardes hacíamos chocolate y churros.

Y así llegó el día 31, fue la cena en casa de la tía Teodora y el tío Colás, y su hija Tita. Antes de cenar fuimos a misa, y luego nos quedamos a contemplar esa famosa hoguera que siempre se hace en Trébago el día de fin de año, un espectáculo realmente precioso e inolvidable. ¿Quién no recuerda Trébago todo nevado, pareciendo por la noche un precioso nacimiento? Cuando las campanas anunciaron la llegada del nuevo año, después de una espléndida cena, tomamos la copa de sidra para desearnos un Feliz Año Nuevo, y pedirle a Dios que nos diera salud para regresar con nuestra familia a nuestro querido pueblo.

... Y empezó el año 1948, se acababan las vacaciones, así que subimos a la Ermita a despedirnos de la querida Virgen del Río Manzano. Llegó el 5 de Enero, con toda ilusión esperábamos la llegada de los Reyes Magos, recuerdo que junto al zapato dejamos cebada y unas galletas, y nuestra emoción fue grande al día siguiente cuando fuimos a recoger los regalos, descubriendo que nuestros obsequios habían desaparecido, quedando convencidos que los Reyes Magos habían estado en Trébago.

Por fin, el día 6 me fui a despedir de todos mis tíos, pues al día siguiente volvía al colegio, a esperar a que llegaran Semana Santa y Pascua para pasarlas en Trébago con mi querida familia... Sin embargo, esa es otra historia que en otra ocasión contaré.

No quiero despedirme sin antes decirles, que para mí aquella Navidad Blanca fue inolvidable en todos los sentidos. Para mis padres, mi hermano y para mí, esa, nuestra Navidad maravillosa, llena de recuerdos que llevo en el corazón y que jamás olvidaré.

Este año 1999, tuve la suerte de visitar mi querido pueblo con toda mi familia, en un viaje enormemente especial para todos, y quiero decirles, mis queridos amigos de Trébago, que me sentí muy orgullosa de mi pueblo. Pude ver todas las mejoras que le han hecho, la Iglesia tan preciosa, que por la noche luce espléndida; las escuelas, qué bien quedaron; ese salón bar tan precioso, y el salón de juntas muy acogedor.

A Pepe Lázaro quiero mandarle una felicitación especial por ese museo del pueblo. Tuve la oportunidad de recorrerlo todo con él, y créeme Pepe, que se me llenaban los ojos de lágrimas al recordar tantas cosas maravillosas que habíamos vivido.

Quiero felicitar, de igual manera, a todos los vecinos de Trébago, al Alcalde Emilio y a su esposa Conchita, a Juan Palomero y a Conchita su esposa, a Colás y a Basi, a toda la junta Directiva, y a todos lo que hacen posible esa maravillosa revista que nos trae noticias de Trébago y que nos llena de alegría, aún estando a tantos kilómetros de distancia.

Quiero aprovechar estas fiestas para desearles a todos unas Navidades muy felices, y que el Divino niño nos conceda en el Nuevo Milenio salud, paz, y la oportunidad de volver a vernos en nuestro querido Trébago.

CON TODO CARIÑO,
CHABELA.



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