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Arrieros fuimos
Incluimos aquí la reseña enviada desde México por Andrés García Carrascosa, referente a los viajes que hacía su padre. Nos alegra que poco a poco las personas que tienen su residencia allende los mares nos envíen sus recuerdos y experiencias.
Nombre del arriero: Andrés García Córdova.
Fecha de nacimiento: 22 de abril de 1900 en Trébago.
Nombre de las personas que le acompañaban en los viajes: Hilario Domínguez, un mozo y a veces Nicolás García.
Recorrido: En primer lugar iban a Corella en dos o tres jornadas y allí recogían vino rancio. Volvían a Trébago donde dejaban algo de vino rancio para la tienda y empezaba el viaje con el siguiente itinerario: Trébago, Montenegro, Matalebreras, Aldealpozo, Fuensauco, Soria, Los Rábanos, Lubia, Almazán, Cobertelada, Villasayas, Barahona, Alpanseque, Yelo, Medinaceli, Alcolea del Pinar, Sigüenza, Cifuentes, Trillo, Pastrana, Sacedón, llegando, algunas veces, hasta la provincia de Madrid (Villamanta o Navalcarnero).
Km. entre ida y vuelta: Entre 450 y 500.
Productos que vendían: Vino rancio que iban dejando en todas las iglesias y catedrales de los pueblos por donde pasaban. A veces, para no volver de vacío, iban a la provincia de Madrid a por vino tinto. También cargaban sal y, en ocasiones, llevaban encargos.
Envases que utilizaban: Pellejos.
Medio de transporte: Un carro con tres machos.
Época del año en que viajaban: Hacían tres viajes al año, uno de ellos al finalizar las faenas del campo.
Años durante los que se dedicaron al comercio: Desde los primeros años del siglo hasta 1920 año en que Andrés emigró a México.
Posadas donde se hospedaban: Entre otras, la Posada del Tío Rabanizo (Aldealpozo), Posada del Tío Aniceto (Soria), Pensión del Tío Máximo (Almazán), Venta de la Maña (Alcolea), Venta Puñales y Venta de Almadrones.
Tiempo que duraba el viaje: Entre 15 y 20 días.
Anécdotas: En una de las posadas, el ama era tan "poco limpia" que la única comida que le aceptaban era huevos duros. En otra ocasión el tío Hilario fue a la tienda de un pueblo a comprar algo para comer. Compró una lata de calamares en su tinta, cosa que nunca habían comido, y al abrirla y ver su negro contenido, pensando que estaba mala, la tiraron. Les acompañaba siempre en los viajes un mastín que, cuando regresaban, al llegar a Montenegro se adelantaba hasta Trébago para avisar en casa que ya habían vuelto.
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