por José Lázaro Carrascosa
Hablar de este hombre en nuestro pueblo no es sólo hablar de árboles, de su paisaje verde, del cual fue el "pintor"; es mucho más, es hablar de un hombre genial, creador y activo, del hombre que sin duda fue uno de los mejores alcaldes en el siglo largo transcurrido desde que se convirtiera en regidor primero de su Ayuntamiento, por primera vez en el año 1873.
Don Angel Martínez (el tío Purrío viejo), según nos contaban nuestros mayores, era del pueblo soriano de Almarza y llegó a Trébago el año 1870, con su familia, compuesta por su mujer, Dª Antonia Larrú y Buenahora (natural de Madrid) y Mª de la Encarnación Martínez Larrú, su hija, que contaba un año de edad. Fijan su residencia en la calle del Medio, nº 10 (en este año de 1870 el censo de población de Trébago es de 126 vecinos y 470 almas, por citar la palabra exacta que aparece en el
documento que consultamos). Parece ser que el asentamiento de D. Angel en Trébago responde a dos objetivos: el primero estaría relacionado con el estudio que, de antemano, habría hecho nuestro personaje acerca del potencial humano con que podría contar para su futuro negocio -seguramente quería contrastar y cerciorarse de sus estimaciones previas-, y el segundo sería, una vez comprobada, sobre el terreno, la viabilidad de la empresa, la instalación y puesta en marcha de un nuevo
y singular comercio en Trébago.
Respecto al primer asunto pensamos que no se equivocó en sus cuentas D. Angel Martínez: los pueblos enmarcados en un radio de 20 Km. en torno a Trébago eran los siguientes: Matalebreras, Montenegro de Agreda, Castilruiz, Fuentestrún, Valdelagua del Cerro, El Espino, Suellacabras, Pobar, Villarraso, Magaña, Fuentes de Magaña, Torretarranclo, Valtajeros, Valdeprado, Cigudosa, San Felices y Añavieja, con un censo poblacional aproximado de 4.000 personas, que es seguro satisfizo a nuestro hombre. En cuanto a la segunda parte, suponemos que la idea estaría madura y la financiación resuelta, a juzgar por el poco
tiempo empleado en la adquisición de los solares y en su posterior acondicionamiento para la clase de negocio que su mente había forjado. Le bastó poco más de un año para ver cumplido su sueño y poner su negocio a funcionar. No nos consta de quién ó quienes eran las casas que adquirió (sí que fueron varias), todas ellas en lo que podríamos llamar el mejor sitio del pueblo, y que desde aquel entonces vendría a llamarse Plaza del Comercio.
Su inauguración acontece (no sabemos día fijo) a primeros de Septiembre de 1871. No pasó inadvertida para nuestro hombre la fecha del 8 de este mes, día de la fiesta grande del pueblo, aprovechando ésta como propaganda de su recién estrenado establecimiento y para darse a conocer personalmente ante la mucha gente que siempre se ha reunido en esta cita
tradicional. Este fue el punto de arranque, y desde aquí pone D. Angel manos a la obra; comienza a trabajar, y pronto da muestras de eficacia, amabilidad en el trato y seriedad como comerciante. Estas cualidades le granjearon el respeto de cuantas personas le conocieron, que engrosaban la lista de clientes de este curioso comercio, en el que su dueño se preciaba de tener todo lo que sus parroquianos pudieran necesitar.
Una relación -seguramente incompleta- de lo que D. Angel comercializaba sería la siguiente: comestibles, vinos y licores, panadería y pastelería, tejidos, paños y panas, mantas de todas clases, bisutería, juguetes, cristalería, ferretería, materiales de construcción, hierros fundidos, trasfuegos, rejería, café y cantina. La frase "en la tienda de D. Angel de Trébago hay de todo" debió de ser muy repetida, al igual que los juicios de valor que de su persona estamos haciendo. Don Angel Martínez físicamente era un hombre enjuto, de estatura más bien baja, que vistió al estilo de la época y que siempre usó la clásica capa castellana con pulcritud y deferencia; inteligente (no nos consta si era instruido ó no), pero en todo caso dotado de una sapiencia natural extraordinaria que, unida a su condición de trabajador infatigable, hacían de él un hombre singular. Pronto captó el pueblo de Trébago sus dotes de organización y mando, siendo propuesto para alcalde el 27 de
Septiembre de 1873, y saliendo elegido en esa fecha regidor primero del Ayuntamiento o lo que es lo mismo Alcalde de Trébago por vez primera.
En el desempeño de su cargo muestra el mismo empuje y ganas de trabajar que en su profesión particular. En la primera sesión que preside, con fecha 18 de Octubre de 1873 propone, y se acuerda, el arreglo de la fuente pública y del reloj del pueblo, la limpieza de las acequias y otros servicios del común y la subscripción a "El consultorio del Ayuntamiento", un periódico de administración local. Aún, después de ejecutadas las obras mencionadas, comienza en noviembre el arreglo de las calles.
1874 es un año aciago para nuestro pueblo. En febrero se declaran dos epidemias: de viruela una y de sarampión la otra. Y en la noche del 14 de marzo (tal y como consta en acta del Ayuntamiento de fecha 21 de marzo) una partida carlista al mando de D. Pedro de Agreda, arribó a Trébago, exigiendo una cantidad de dinero (que no consta en el acta), y suministro de raciones para una tropa de más de 400 hombres de a pie y unos 50 de a caballo. El Ayuntamiento en pleno y el secretario fueron llevados como rehenes hasta la villa de Magaña. El Sr. Alcalde propone, (y se acuerda en la sesión mencionada) el reparto, entre los vecinos, de los gastos citados, así como de otros ocasionados por la tropa del Gobierno que pasó en persecución de la citada partida.
A pesar de estos y otros incidentes, D. Angel no desmaya y continúa haciendo obras en el pueblo y velando por lo que es su obsesión: el agua y los árboles, escasos entonces, que existían en el entorno de Trébago. Su amor por la naturaleza queda patente en la idea, que aparece con frecuencia, de plantar árboles. Continúa insistiendo en este tema, aunque no se hará realidad hasta algunos años más tarde.
El asunto de las epidemias, que hemos mencionado al principio del relato de este año de 1874, trajo en jaque al Ayuntamiento y Junta de Sanidad, que se reunieron semanalmente prácticamente durante todo el año. En una de estas sesiones, a la que acudió también el Sr. Cura, el Alcalde propuso, que en lo sucesivo, en los entierros de los que murieran a causa de las epidemias, no se tocaran las campanas, para no agravar el estado psicológico de los enfermos. Esto sucede el día de Navidad, 25 de diciembre de 1874, precisamente el día que D. Angel Martínez concluye su primer mandato como Alcalde.
En julio de 1887 vuelve al frente del Ayuntamiento y ahora sí va a llevar a cabo el proyecto que ya tenía en su cabeza mucho tiempo atrás, y que seguramente no se había apartado de su mente en estos años. Es en la sesión del 3 de diciembre de 1887 donde propone, y es aprobada, una plantación de árboles desde el pilón lavadero hasta el río. El 28 de enero de 1888 se traen los plantones de Pobar y Cigudosa (500 para plantar y el resto para hacer un vivero en la balsa del canalón). La
plantación se hace en febrero y marzo de este año (el Alcalde da cuenta de ello, así como de haber terminado la rotulación de las calles), y continúa en abril, en el Salmocho, en la balsa hasta la Carrera y desde el puente de piedra hasta el final del huerto de Florencio Ojuel, en el río abajo. El día 20 de abril da cuenta el Alcalde de los gastos ocasionados por la plantación de árboles, ascendiendo ésta a la suma de 50 pesetas y 75 céntimos (también incluye 65 céntimos más, correspondientes a 3 litros y medio de vino). Se acuerda dar un bando para que los vecinos respeten y hagan respetar los árboles, pues estos son propiedad de todo el vecindario. Este día también se acuerda hacer nuevos el primer piso y el tejado del palomar.
El 26 de enero de 1889 se decide plantar una colección de olmos alrededor de la pradera de la Ermita y también, si el tiempo lo permite la limpieza y desmoche de los árboles del Salmocho, poniendo a la vez plantones nuevos en dicho sitio, con arreglo a lo presupuestado. El 30 de marzo da cuenta de haberlo llevado a cabo, y en los meses sucesivos continúa insistiendo el Alcalde y dictando bandos para evitar que se estropeen árboles y plantones, estableciendo multas de 1 a 5 pesetas. Queda prohibido, igualmente, tirar piedras al nogal de la balsa, bajo la misma sanción. Finaliza el año de 1889, y con él, el segundo mandato como alcalde de nuestro protagonista.
Los años que transcurren hasta que D. Angel se hace cargo de la Alcaldía por tercera y última vez están marcados, para él, por acontecimientos personales de distinto signo: el 2 de julio de 1892 se casa su hija con D. Tomás Tutor Lázaro (natural de Trébago), y en marzo de 1896 fallece su esposa, a los 63 años de edad y también fallece su hermana Dª Luisa Martínez Las Heras (no tenemos más datos). En otro orden de cosas, tenemos que destacar la prosperidad de su negocio: según nos contaban
nuestros padres y abuelos, cada domingo la Plaza del Comercio se llenaba de caballerías y gente, procedentes de los pueblos vecinos, que venían a comprar a la tienda de D.Angel. Lo que sabemos de cierto es que el 1 de julio de 1897 es otra vez proclamado Alcalde, y emprende nuevamente su actividad en el Ayuntamiento. Como prueba de ella, y de su atención a los asuntos más diversos, entresacamos lo siguiente de las actuaciones correspondientes a este año: El Ayuntamiento abre una suscripción pro-ayuda de los mutilados que regresan de la guerra de Cuba y Filipinas, acuerda prohibir tirar en el juego de la barra en dirección a la casa de Gaspar García por causar a éste perjuicio, según queja manifestada por él mismo, también decide que se cobre en lo sucesivo a los cómicos que trabajen en la Casa Consistorial un real más (1'25 pesetas en lugar de una), se lleva a cabo, con D. José Castejón, (ingeniero de montes), el deslinde de la dehesa Boyal de este pueblo con el revedado y se reconocen los mojones de los Palomares y Horcajos.
El 6 de enero de 1898 se autoriza al Sr. Alcalde a que viaje a la capital y haga el pago de la segunda anualidad de la Dehesa Boyal vendida a éste pueblo. También se acordó abonar a Diego Largo 2 pesetas por la muerte de una zorra, con cargo a lo asignado para este fin en el presupuesto municipal. El 3 de marzo de este año de 1898 se acordó arreglar el Canalón, -uno de los paseos más bonitos que llegó a tener el pueblo-, en toda su extensión y por cuenta particular del Sr. Alcalde, y
la prohibición de lavar en él cuando esté necesitado de riego. El trabajo consistió en la limpieza de malezas y zarzas, el arreglo de la acequia y paredes de los huertos y en la plantación de árboles. En estas tareas tenía empleados casi siempre a 2 ó 3 vecinos (los más humildes del pueblo), dándoles así a ganar unos jornales cuando estaban vacantes. La última obra que se acomete este 1898 es la limpieza del pantano, que consistió en retirar la arena acumulada en el mismo, realizándose a
subasta en lotes. Tiene fecha de comienzo de 14 de abril.
La actividad municipal de 1899 da comienzo el 21 de febrero. El Sr. Alcalde expone la necesidad de reponer algunos plantones que hay inutilizados, siendo autorizado para adquirirlos. Se acuerda, asímismo, desmochar los árboles de la fuente hasta el río (fueron los primeros que plantó D. Angel en 1888, y que 11 años después comienzan a prosperar). De esta operación se encargó el concejal Galo Lázaro. Este año se hace un replanteo y se ponen 58 plantones y 250 "pugas" (púas). Se anuncia una subasta para la limpieza total del arbolado y es adjudicada a Manuel Barranco y Telesforo Tutor, en la cantidad de 19 pesetas y 50 céntimos. El 23 de marzo de 1899 se acordó en la sesión municipal la construcción de un puente inmediato a la Balsa en el Camino de la Virgen, con prestación personal del vecindario. Esta obra no se llegó a realizar tal y como consta en el acta del 27 de Abril "... Dió cuenta el Sr. Presidente de haber terminado las obras en el horno del pueblo, y que en
vista de las dificultades surgidas se acordó prescindir del acuerdo del día 23 de marzo último referente a la construcción de un puente en el Camino de la Virgen...". Las dificultades a que se alude, sin duda surgirían por parte del vecindario del pueblo, respecto a la obligada prestación personal. A primeros de julio de 1899 hay cambios en el Ayuntamiento. Cesan D. Galo Lázaro, D. Nicolás García y D. Agustín Barranco. Les sustituyen D. Angel Córdoba, D.Andrés Sánchez y D. Andrés García, manteniéndose D. Angel Martínez como Alcalde. El 20 de julio se acordó publicar un bando prohibiendo el regadío con el agua de las balsas de la Fuente del Sapo, con el objeto de que sirvan de abrevadero para la cabrada. El 7 de septiembre se hace público un bando rutinario para que se limpien las calles, acordando la asistencia del Ayuntamiento a los actos religiosos que se llevarán a cabo con motivo de las fiestas del pueblo. En estos últimos meses del año de 1899 se ha frenado la actividad del Ayuntamiento, y con poco más que los trámites oficiales se presentan en el umbral del siglo XX. Se le nota al gran alcalde que los años, y sin duda, los reveses que siempre, y a cada uno, la vida nos depara, van haciendo mella. Debe sentirse cansado. No obstante, sacando fuerzas de flaqueza, acometió la limpieza de los árboles del Salmocho y del Canalón, y quiso rubricar su labor replantando en dichos lugares todos los árboles que fueron necesarios para dejar lo que fue su gran obra totalmente terminada. Esto se inició en marzo de 1901 y fue a primeros de enero de 1902 cuando D. Angel Martínez dejó definitivamente su cargo como Alcalde de Trébago.
Le sustituyó en el puesto D. Angel Córdoba, que fallece el día 20 de este mes, y a éste, D. Casildo Martínez. Nuestro protagonista, al parecer, se ha trazado una vida más tranquila y en este enero de 1902 deja también la dirección de su negocio, traspasándolo a sus hijos, Dª María y D. Tomás. Y en acta del Ayuntamiento de 28 de abril de 1912, leemos: "... asímismo se acordó admitir al vecino D. Angel Martínez Las Heras la despedida de vecino de este pueblo, según se desprende de la comunicación por duplicado, que con fecha 10 remitió a esta Alcaldía, así como los buenos informes habidos de él durante su tiempo de permanencia en esta localidad, siendo éstos inmejorables; con su resultado se devuelve uno de los suplicados ...".
Antes de poner punto final a esta historia, creemos que es de justicia hacer, aunque sea brevemente, un juicio de lo que fue el comportamiento y la colaboración del pueblo de Trébago con este singular alcalde: todo el vecindario fue con su persona correcto y respetuoso, y la colaboración !muy buena!. Sin esta no habría sido posible llevar a cabo sus numerosas iniciativas.
También hay que valorar en su justa medida la inteligencia y generosidad del Alcalde: cuando la injusta y discriminatoria ley de prestación personal se dejaba sentir entre los más humildes, era capaz de dar marcha atrás en el proyecto (caso del puente de la Virgen), o bien ofrecía llevarla a cabo por su cuenta (como la plantación, arreglo de acequias y limpieza del Canalón). En aquel entonces nuestros abuelos vivían tiempos de verdadera penuria, y fue en estos momentos cuando acometieron y realizaron entre todos esa obra maravillosa. Los que abrimos los ojos en la década de los 20 nos encontramos un Trébago
verde: más de un millar de árboles en plena producción, que nos legaron a la posteridad, gracias a la iniciativa de un gran Alcalde y al sacrificio de todo un pueblo, que como siempre, supo estar a la altura de las circunstancias.
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