por Fernando Valentín Delso Lucas
Crónica.
Salimos de Trébago de madrugada cuando ya el sol iluminaba intensamente la ermita del Río Manzano. Iniciamos el paseo y era en dirección a la montaña. Eran los pasos de la familia Lucas como los de tantos otros de pueblo de Trébago. Muchos siguieron el camino más allá de la ermita y de la montaña ahora y en otros tiempos: ahora, tal vez cincuentones o más y, en otros tiempos, jóvenes con maletas de cartón duro para que no se rompieran y volaran las ilusiones que llevaban dentro. Salimos, salieron veinteañeros tal vez, y con fuerzas para comerse el mundo, cambiar de vida, triunfar más allá de las montañas de Trébago. La abuela Goya fue una de ella y dio el primer paso familiar hasta Valdegeña y a través de sus muchos hijos fue descubriendo, fueron descubriendo otras tierras por todo el mundo. Los nietos nacieron ya sorianos de otros pueblos, vascos, catalanes, castellanos... Los nietos son los primos que hoy nos hemos encontrado. La familia Lucas hoy ha vuelto al pueblo: Efraín, Pura, Sabina y unos treinta y dos primos; celebramos que nos hemos vuelto a ver aquí, en Trébago, que seguimos abriendo caminos y que tenemos ganas de vivir y disfrutar la vida.
En el programa del encuentro se anunciaba que íbamos a subir a la Torre del pueblo, una torre bereber asentada hace mil años más o menos en los más alto del pueblo y que había que prepararse porque había que subir bastantes peldaños y entre muchos nació la sensación de que íbamos a conquistarla y no creo que fuera porque es de origen árabe; y nos lanzamos a por ella y en lugar de luchar contra un enemigo imaginario, nos dedicamos a contar los peldaños que faltaban hasta la cumbre porque ya no son tan jóvenes los latidos del corazón de los que subían; pero la conquistamos, conquistamos la fresca y agradable brisa de la altura, los paisajes, los trigales y los caminos de los cuatro puntos cardinales; y asomados al vacío y un tanto transformados, repetimos el grito del Quijote: "Non fuyades cobardes e viles criaturas que un solo caballero es el que os acomete"; se lo gritábamos a los de abajo, a los que no habían subido; pero no, no eran ellos los enemigos; era un juego y en ese juego de hacerse un poco Quijote y en el tono y en la fuerza y alegría del grito contra los molinos de viento, comprendí el significado: que no huyan los días, las horas, los tiempos, que no se vaya el tiempo sin vivirlo, que conquistemos el día a día, que no aceptemos la derrota, que después de cada naufragio, volvamos a empezar aunque necesitemos alguna dosis de locura, que podamos volver a Trébago una y otra vez a pisar sus calles, plazas y praderas, especialmente la de la ermita de la Virgen del Río Manzano.
Al final del día y hasta la madrugada, la familia Lucas, fue guardando recuerdos e imágenes, fue recogiendo sonrisas, abrazos, emociones y envolviéndolos en palabras para que durasen.
El sol ya casi había hecho la mitad de camino por la otra parte de mundo para volver a anunciar la madrugada allá por el Moncayo, anunciar el amanecer, anunciar el día, un nuevo día para Trébago.
Trébago, 7 del 7 del 2012 Fernando Valentín Delso Lucas
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