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El barril y la luna



por Begoña Abad de la Parte

Ocurrió que una noche, la Luna, en su cuarto creciente, paseaba, libre y hermosa, por el cielo estrellado.

En la Tierra, un viejo barril lleno de agua de lluvia, permanecía olvidado de todos en un callejón solitario. Únicamente aquel trozo de cielo le acompañaba cada día, y mirarlo le alegraba la vida.

Una noche, la luna, distraída, fue a caerse en el centro del agua.

El barril pensó en su suerte, aquel tesoro brillante cambiaría su existencia.

La Luna, sin embargo, se asustó al pensar que, en su fase de luna llena, no cabría en tan reducido espacio y moriría ahogada.

Asustada, pidió misericordia al barril y éste se apiadó de ella. Pensó que algo tan hermoso no podía encerrarse sólo para su disfrute, así que pidió a la luna que comenzase a llorar tanto, como para que el agua se desbordase y de ese modo ella pudiera salir de allí. Así lo hizo la Luna hasta conseguir su objetivo, pero ocurrió un prodigio: De las lágrimas lunares, se fue haciendo una fina lluvia dorada que se depositó en la superficie del agua de aquel generoso barril y todo el mundo acudía a verlo porque decían que quienes se miraban en ella alcanzaban alguno de sus sueños más queridos.


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