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Revisión de la inscripción celtibérica de la estela de Trébago



por Serafín Olcoz Yanguas1

Mientras recopilaba información acerca de la inscripción de la estela de Trébago2 para un trabajo de investigación que realizaba en la Universidad de Zaragoza3, topé en Internet con la interesante página web de la Asociación de Amigos de Trébago y, de este modo casual, tuve conocimiento de la revista "La Voz de Trébago" en la que se habían publicado varios artículos con detalles que desconocía acerca del contexto en el que había sido hallada la famosa estela celtibérica de Trébago4, al realizar unas obras para la cimentación de una cochera cerca del muro norte de la localidad, poco antes de 1980. De este modo contacté por correo electrónico con Juan Palomero, a quien conocí cuando, en compañía de su esposa Conchita, se acercó a Fitero (Navarra), a principios del pasado mes de agosto, para ver la exposición: "Fitero. El Legado de un Monasterio" y, además, aprovechar para conocernos, charlar mientras nos tomábamos unas refrescantes cervezas e invitarme a que aceptase el reto de dar una breve conferencia en Trébago para contar a sus convecinos lo que, como estudiante, había aprendido acerca de su estela celtibérica.
De este modo, el 24 de agosto, me encontré visitando Trébago y tuve la ocasión de pasar una espléndida tarde con sus vecinos, tan amables como sensibilizados e interesados por sus raíces y su historia. A la vez que tan pacientes e indulgentes como para aguantar la osadía de este aprendiz de arqueólogo y asistir atentamente a la presentación de la charla que les había preparado acerca de "El Idioma Celtibérico y la Estela de Trébago".
No voy a repetir aquí el preámbulo acerca de los pueblos, las lenguas y los sistemas de escritura paleohispánicos, concretamente del celtibérico, pues cualquier interesado puede consultar buenos manuales publicados acerca de esta materia5. Sino que me voy a centrar en recordar la información que entonces compartí acerca de la citada estela trebagueña y que, hasta entonces, permanecía en el ámbito académico o de los investigadores.
Para empezar, hay que destacar que el número de inscripciones celtibéricas conocidas en la actualidad y que tengan una longitud suficiente como para ser consideradas como tales, ronda el centenar6 y que, de todas ellas, sólo se conoce poco más de una docena que fueron talladas sobre piedra y, entre estas inscripciones, se encuentra el citado fragmento de la estela de Trébago7, compuesto, a su vez, por dos trozos que encajan uno encima de otro.
La revisión paleográfica de los signos paleohispánicos de esta inscripción permite identificar una variante del signo m que sólo se conoce en las leyendas monetales de las cecas de la ciudad arévaca y romana de Usamuz, que data de finales del siglo II a. C.8, y también, aunque en sentido levógiro, en las de la enigmática ceca sudlusitana de Beuibum, que data de la segunda mitad del siglo II a. C.9, tal y como ya lo describiera Jordán10.
Habitualmente, se viene considerando que el signario paleohispánico utilizado para escribir en celtibérico presenta dos grandes variantes geográficas: oriental, de uso común en los valles del Ebro y de su afluente por la margen derecha, el Jalón, y occidental o de uso común en la meseta del Duero. A pesar de que se ha intentado clasificar las variantes con ángulos de dichos signos para asignarlos a la región oriental y los redondeados a la occidental, junto con claras diferencias a la hora de representar las consonantes nasales11, los datos conocidos sólo permiten emplear esta última característica para determinar su distribución geográfica sin lugar a confusiones.
De hecho, en el caso de la estela de Trébago, siguiendo los citados criterios angulosos/redondeados haría que los signos a, ti y / indicasen que se trata de una inscripción de la variante occidental12, mientras que el del signo ku lo sería de la oriental y el de la i no permitiría distinguir nada, pues es común para ambas regiones. Sin embargo, dándole el peso discriminatorio al signo correspondiente a las consonantes nasales, en este caso, a la m y dada su presencia en las citadas monedas de Usamuz, permite localizar el estilo de esta inscripción como perteneciente a la variante occidental e induce a pensar que fue tallada localmente o, al menos, en la cuenca del Duero. Lo que, además, podría ayudar a datar la inscripción de la estela de Trébago a finales del siglo II a. C. o incluso en la época de las Guerras Sertorianas (82-72 a. C.). Pero no más tarde ya que, tras éstas, parece ser que la población que hubo en el yacimiento de Osma pudo pasar a manos de los berones, pueblo de origen celta asentado en la mitad septentrional de La Rioja y que, a diferencia de los uxamenses que tomaron partido por Sertorio, fueron aliados del vencedor Pompeyo, y a emitir moneda de la ceca de Arkailikos13.
Volviendo a la inscripción en sí, parece que ésta está incompleta, al menos por su derecha. Aunque debido a que sólo se conservan los dos citados fragmentos tampoco hay seguridad de que la inscripción no fuese mucho mayor14 y contuviese más palabras situadas antes y después de las dos que, parcialmente, se conservan talladas en sendas líneas y cuya su lectura dextrógira permite identificar como: MatiKu[ / Ri[.
MatiKu[ parece corresponder a MatiKum que sería el genitivo plural de un antropónimo cuya base podría estar relacionada con los de Matugenus o Madugenus y, quizá, con el posible antropónimo masculino Mata con el que comienza la inscripción del calco de la desaparecida estela de Torrellas15.
Ri[ podría corresponder a Rita que, según propuso De Bernardo al estudiar otra inscripción celtibérica16 que contiene esta palabra y que sería el participio de perfecto pasivo de un verbo cuyo significado sería el de ofrecer. De modo que la traducción de la estela de Trébago podría ser algo parecido a "Ofrecido por el pueblo de Mata o de Matugenus o similar"17, en el caso de que la inscripción no hubiese sido más larga, claro. Aún así, nada se puede deducir acerca de qué fue lo que se ofreció, ni a qué o a quién se hizo la ofrenda y, por tanto, si este monumento estaba aislado o si formaba parte, por ejemplo, de un templo o de algún tipo de construcción conmemorativa y si se trataba de una estela funeraria o si el monumento tenía otro propósito cuya inscripción daba a conocer a quienes tuvieron la ocasión de leerla cuando estaba completa.
Con los comentarios y las dudas que planteaba esta interpretación dimos por finalizada la sesión y nos dirigimos, todos los asistentes, a visitar el interesante museo de las hermanas Lázaro. En el que, además de esta estela celtibérica, se conservan otras lápidas con inscripciones latinas procedentes también de los alrededores de Trébago; así como diversos molinos manuales y otros objetos arqueológicos muy atractivos.
Tras pasar una agradable tarde de verano en Trébago, en cuyas cercanías nace el arroyo Añamaza que por allí también se llama Manzano, volví a Fitero y, ahora, cuando paseo cerca de las ruinas del otrora famoso castillo de Tudején, a cuyos pies desemboca el citado Añamaza por la margen derecha del Alhama, evoco la historia de esta estela de Trébago y la relaciono con los antecedentes también celtibéricos de Fitero y siento cómo esa corriente de agua nos une un poco más que antes.
BIBLIOGRAFÍA
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Villar, Francisco, Díaz, M.ª Antonia, Medrano, Manuel M.ª, Jordán, Carlos (2001), " El IV Bronce de Botorrita (Contrebia Belaisca) Arqueología y Lingüística", Salamanca.


1. Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza.
2. Albertos y Romero 1981, pp. 199-208, de hoz 1986, pp. 62-63, González 19896, 55, 131 y 139, Untermann 1990, p.354, Gorrochategui 1995, pp. 189 y 198, Untermann 1997, pp.675-676, Lorrio 1997, p. 39, Jordan 2001, p. 369, Villar, Díaz, Medrano y Jordán 2001, pp. 95 y 160, Gómez 2001, p. 323, Jordán 2004, p. 232, Ramírez 2004, pp. 144-146, Beltrán 2005, p. 36, Lorrio 2005, p. 366 y Hernández 2005, p. 67.
3. El pasado mes de septiembre defendí en el Departamento de Ciencias de la Antigüedad, el trabajo de investigación que había realizado acerca de la "Arqueología de las Inscripciones Celtibéricas" y con el que obtuve el Diploma de Estudios Avanzados.
4. Lázaro 1995, pp. 4-5, Lázaro y Lázaro 1997, pp. 4-6 y Gómez 2005, p. 13.
5. Jordán 2004.
6. Entre las que no se han considerado las emisiones monetales indígenas y, sobre toso, las simples marcas, abreviaturas o simples signos paleohispánicos que aparecen sueltos, en diversos soportes, y que son de difícil interpretación.
7. Estela de Trébago, [K.10.1], a la que hay que añadir dos fragmentos de una lápida procedentes de El Pedregal (Guadalajara), [K.0.1] y [K.0.2], una estela de Langa de Duero (Soria), [K.12.1], donde se viene ubicando la ceca arevaca de Sekotiaz Lakaz, tres estelas procedentes de la ciudad arevaca y romana de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), [K.13.1], [K.13.2] y [K.13.3], donde también se ubica la ceca arevaca de Kolounioku, la estela de la necrópolis de Puig des Molins (Ibiza), [K.16.1], un fragmento de estela hallado en Uxama (Osma, Soria), [K.23.1], el sillar encontrado en las excavaciones de la ciudad romana de Juliobriga (Retortillo-Reinosa, Santander), [K.26.1], la bola de catapulta hallada en la ciudad bela y romana de Contrebia Belaisca (Botorrita, Zaragoza) y el calco de una lápida que aunque se encuentra desaparecida, parece ser que fue hallada en 1779 en Torrellas (Zaragoza), en una posible necrópolis que debió estar situada en el límite con la vecina Tarazona (Zaragoza), [ K.8.1].
8. Ceca de la ciudad Aravaca y romana de Uxama (Osma, Soria). García-Bellido y Blázquez 2001, pp. 398-399.
9. Ceca indígena, antecedente de la romana Salacia Vrbs Imperatoria y que podría ser turdetana, aunque su metrología está más relacionada con el sistema monetal celtibérico. Situada en la hoz del Sado, se desconoce en qué lengua está escrita, quizá un testimonio tardío de la escritura tartésica. García-Bellido y Blázquez 2001, pp. 333-334 y 398.
10. Jordán 2004, p. 232.
11. Jordán 2004, p. 32.
12. Lo que, además coincide con que a ella también pertenecerían la mayoría de sus signos, según el otro criterio que, por sí mismo, llevaría a pensar en una mezcla de variantes o en una zona geográfica en contacto o de transición.
13. García-Bellido y Blázquez 2001, p. 31 y Olcoz y Medrano 2008, en prensa.
14. El hecho de que no fuesen encontrados más fragmentos al hacer las obras en las que fueron hallados los dos que se conservan, permite plantear la posibilidad de que esta estela no fuese instalada inicialmente en Trébago, sino en algún lugar de sus cercanías y que, ya hacía tiempo, se hubiera fragmentado para ser reutilizada parte de ella en la construcción del muro que se derribó para construir la citada cochera, a finales de la década de los 70 del pasado siglo.
15. Jordán 2004, pp. 229-230.
16. Hallada en un fragmento de un plato de bronce, [K.17.1], encontrado en las excavaciones de un pecio del puerto de la ciudad romana de Narbo Martius (Gruissan, l'Aude, Languedoc-Roussillon, Francia), en la década de los 70, del pasado siglo. Restos del naufragio del barco que allí encalló y que permitieron establecer que, al parecer, procedía de Italia tras haber hecho escala en Tarragona, en el primer tercio del siglo I a. C. Solier y Barbouteau 1988, pp. 85-92.
17. Jordán 2004, pp. 222-223 y 232.


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