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Allende los mares



por Juan Palomero Martínez



Entre los meses de octubre y noviembre pasados hemos realizado una excursión por varios países de Sudamérica. Nada que reseñar, por cuanto que se trataba de un viaje privado y del que no pensaba hacer ninguna referencia.

Pero ha habido una serie de acontecimientos que creo que no debo pasar por alto y de los que voy a hacer aquí una pequeña reseña.

El primero de ellos ha sido mi encuentro, en su domicilio en Buenos Aires, con D. Manuel Carrascosa Sainz, asiduo colaborador de LA VOZ DE TRÉBAGO, a través, sobre todo, de las fotografías que nos va enviando del Trébago de 1922 y 1929, hechas por su padre. Varias cosas me llamaron la atención de D. Manuel. Una, su vitalidad. Con más de 80 años, maneja el ordenador como un chaval quinceañero de la actual generación.
Otra, el cariño y pulcritud con que tanto él, como su mujer, Irma, conservan las cosas, y en especial las del abuelo trebagüés. Álbumes de fotos perfectamente conservados, películas, libros de apuntes ... y el recuerdo constante y las continuas referencias a Trébago y a los familiares que quedan en España.

El segundo fue el encuentro, en Montevideo, con Dª María del Carmen Sandigali Tutor y su familia. Mª del Carmen es la uruguaya que hace poco más de un año descubrió que su abuelo materno había nacido en Trébago. Pocas veces he visto una alegría tan grande al conocerse físicamente dos personas cuyas únicas referencias eran las de la comunicación a través de Internet. Tanto ella como su marido, Juan, fueron a buscarnos al aeropuerto y nos llevaron a su casa, donde nos juntamos con su prima Dª Clarisa Tutor, y su marido y los hijos, ... una reunión familiar de varios descendientes de Trébago, felices de tenernos en su casa, a más de 10.000 Km del pueblo del que era originario su abuelo. Ni que decir tiene que toda nuestra excursión por Uruguay estuvo acompañada por Mª Carmen y Juan, que no nos dejaron de la mano ni un solo momento.
Las lágrimas de Mª Carmen al despedirnos no dejaban lugar a dudas sobre la emoción del encuentro.

El tercero de los acontecimientos que me ha motivado a redactar estas líneas se produjo en casa de unos primos en Viña del Mar. Ella, aunque nacida ya en Chile, hija de riojanos. Él, soriano, afincado en Chile hace muchos años. Curiosamente, su empresa se llama Inmobiliaria Numancia, y al primer edificio construido le pusieron de nombre Edificio Deza ...
Echando un vistazo a los libros de su estantería veo uno titulado SORIA CANTA, cuyo autor es D. Aurelio Rioja, publicado en el año 1948 por la Imp. y Papelería Comercial, con un precio de 20 Ptas., en el que se indica que "Acabóse de imprimir esta obra el 12 de mayo de 1948 en la Imprenta y Papelería Comercial. Soria".
De primeras, ya me llaman la atención el título y el autor (SORIA y Rioja), por el hecho de que estoy en casa de un matrimonio entre un soriano y una riojana. Después, ojeando su contenido, veo que son poemas sobre calles, rincones, motivos de la ciudad, paisajes y estampas de la tierra, fiestas, ruinas y monumentos.

En la parte de paisajes y estampas de la tierra me encuentro con dos poesías que no pude por menos que copiar, con la intención de publicarlas aquí. Y es que en ese momento, en Viña del Mar, decidí escribir este artículo para la Voz de Trébago. Las poesías de EL PASTOR y LA CARRETA me trajeron a la mente el recuerdo de Pepe (José Lázaro Carrascosa) y sus poesías, y en parte este fue mi pequeño homenaje hacia él, aunque fuera "copiando" otras de otro poeta soriano, en casa de otro soriano.

EL PASTOR

Al borde del ribazo,
tras de piedra escondida,
arriba en la picota
con el zurrón al brazo
y la manta raída,
haga frío o calor,
"irmao" en su garrota,
allá estará el pastor.

Encierra esta figura
la égloga soriana:
no hay cerro ni llanura,
majada o tejavana
o aromada colina
que no perciba el beso
de su copla galana
o su dulce ocarina;
el granizo, la lluvia,
la tormenta, la nieve,
para él, todo es leve;
y sabe de las águilas
y sabe de los nidos,
de la sierra el lenguaje
y del monte los ruidos,
del lobo y de la zorra,
de lechuzas, mochuelos,
del agua cantarina
que va en los arroyuelos,
zumbonas agudezas,
sentencias y consejas,
del mundo y sus querellas,
del influjo y el sino
que tienen las estrellas.

Este pastor soriano,
hijo de Celtiberia,
feliz con su pobreza,
ni ambiciona riqueza
ni teme a la miseria.

Caviloso, profundo,
irónico, profeta, pensador
y, a punta de navaja,
también es escultor.

Un símbolo racial:
ojos, luz, fortaleza,
un chorro de agua clara,
un limpio manantial:
es la voz de la Naturaleza.


LA CARRETA

A lo largo del camino
va la carreta soriana
dejando aromas de pino.

Va la carreta soriana
con sus vaquillas verdinas
y su carga de madera
entre verde de sabinas.

Cara al viento,
en su paso macilento,
la carreta de mi tierra,
al crujir de su rodada,
lleva la canción callada
de los ritmos de la sierra.

Va cantando a los caminos
rumores de manantiales,
la nieve, las cordilleras,
la soledad de los pinos,
el brote de los zarzales
y la paz de las praderas.

Va cantando la carreta
con el crujir de sus bujes;
va cantando a todas luces:
a la tarde, a las mañanas,
a las garridas serranas.

Tras la vara que va al hombro,
va a su paso la carreta,
al son de los esquilones;
va cantando a las serranas
de caras secas y finas
que van delante sentadas,
envueltas en sus mantones
como estatuas bizantinas.

Por último, ya en Santiago de Chile, se produjo también el encuentro con otra familia de sorianos, Mª Carmen Domínguez, trebagüesa, y Cirilo Córdova, de Fuentestrún, y sus hijos. Otra alegría al constatar el cariño que desde la lejanía sienten por "el pueblo" los que en su día se marcharon buscando una vida mejor. Y como no puede ser menos, el despacho de D. Cirilo Córdova está decorado con la fotografía de su pueblo.





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