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Oficios, ocupaciones y trabajos a los que se dedicaban hace más de dos siglos los trebagueños, como base de sus economías vitales (II)



por Santiago Lázaro Carrascosa


Felipe Martínez.
Foto de Manuel Carrascosa
La riqueza ganadera merina en Trébago suponemos que fue grande, ya que muy pocos años antes de la derogación del Honrado Concejo de la Mesta existían varios propietarios de estos ganados, según transcribimos en las actas del Concejo, más arriba. Por ejemplo, en 1760, Juan Antonio Carrascosa, Mayoral de los Marqueses de Velamazán, poseía 670 ovejas merinas en Extremadura. Su nieto José Carrascosa, y también Mayoral de los Marqueses de Velamazán, poseía en 1835 en Extremadura 436 ovejas merinas, 13 cabras, 9 chivos, 2 machos cabríos y 4 cerdos. D. Manuel Toribio Martínez, en 1826, poseía en Aragón 350 ovejas churras, 75 corderos, 84 carneros, 10 cabras y 5 cabritos. El señor Vicente Soria, por las mismas fechas que el anterior, tenía 290 ovejas churras en San Martín de Berberena, Logroño, 70 corderos, 93 carneros, 10 cabras y 5 chivos. En estas actas, escritas para proponer en el Concejo los cargos de Alcalde, segundo Alcalde, primer Regidor, segundo Regidor y para Procurador Síndico Personero, se proponen quince personas que con toda seguridad eran propietarios de ganados trashumantes de merinas o churras, como lo son los que fueran elegidos.

Para conducir estos grandes rebaños de merinas, compuesto muchas veces de miles de cabezas, se necesitaron caminos expresamente autorizados por el Honrado Concejo de la Mesta y trazados a través de montes, pueblos, campos labrantíos, ríos, etc., y con pleno derecho primario de tránsito por ellos, aunque fuera en detrimento de intereses agrícolas. Estas vías, en sus diferentes categorías, sumaban miles de kilómetros de recorrido, para llegar desde Castilla, León y Aragón hasta Extremadura y Andalucía. Las categorías de todas estas vías ganaderas trashumantes eran: Primero las Cañadas, que tenían 90 varas de ancho (unos 78 metros) necesario para acoger a las inmensas cantidades de cabezas de merinas que sobre ellas convergían de las calzadas secundarias. Segundo eran los Cordeles, de 45 varas de ancho (39 metros), y tercero las Veredas, de 25 varas de ancho (22 metros), que eran las vías que recogían todas las magnitudes de rebaños, grandes, medianos y pequeños, del solar castellano y muy principalmente del solar soriano y del trebagueño, y todos los pueblos, aldeas, villas y ciudades de Castilla, León y Aragón. Por último estaba otra clase de vías pecuarias, denominadas Coladas, que eran vías eventuales de paso de ganados trashumantes autorizadas a atravesar eriales, bosques, dehesas y fincas agrícolas, después de haber levantado las cosechas. Todas estas vías pecuarias trashumantes constituían una verdadera red de comunicaciones entre el norte y el sur de España.

Para conducir rebaños de miles de cabeza de ganado por las vías antes descritas se necesitaba una verdadera y compleja organización de conductores, responsables de la feliz llegada a su destino en Andalucía y Extremadura de estos ganados. Todos estos conductores de ganados trashumantes merinos son los oficios de pastor muy diversificado que nos interesa reseñar detalladamente, así como sus funciones.

Las diferentes categorías del oficio de pastor que se necesitaban para la conducción de los ganados trashumantes, conducción, por cierto, bastante difícil y problemática, eran las siguientes, de mayor a menor, y de las cuales también existieron en Trébago, empezando por el de mayoral, desempeñado por Juan Antonio Carrascosa y su nieto José Carrascosa.

Mayoral.- Jefe pastor con la máxima autoridad sobre todas las demás categorías de pastores que se necesitaban, tanto para los ganados de gran número de cabezas, lo mismo que fueran estantes que trashumantes. Sus decisiones eran inapelables.

Rabadán.- Pastor jefe, inmediato al Mayoral, de los rebaños trashumantes, y cuando estaban pastando en los pastizales de Andalucía y Extremadura.

Compañero.- Segundo jefe del rebaño en movimiento, que auxilia y ayuda al Rabadán, sustituyéndole en todas sus funciones cuando por una u otra causa falta el Rabadán, por ejemplo, por enfermedad súbita e imprevista.

Sobrado.- Pastor sustituto del Rabadán y del Compañero en cualquier urgencia, teniendo pleno y completo conocimiento de los rebaños y sus necesidades y problemas.

Ayudador.- Pastor de cierta categoría que coopera con todos, superiores e inferiores en autoridad pastoril, a la buena marcha de la trashumancia y labores de atención a las ovejas.

Zagal o Rapaz.- Pastores jóvenes y aprendices, encargados de múltiples labores, en todos los órdenes y necesidades de los rebaños, y que están adquiriendo experiencia para ser más adelante sobrados, compañeros, rabadanes y otras escalas superiores en la jerarquía pastoril.

Preñadero.- Zagal o rapaz adelantado en conocimientos, que se encarga, como primerísima obligación, de cuidar y atender a las ovejas preñadas.

Carnerero.- Zagal o rapaz encargado de atender a las necesidades de todos los carneros sementales.

Sacadores.- Personas de los pueblos, villas aldeas y ciudades por donde pasaban los rebaños de merinas trashumantes, que ayudaban a todos los pastores para que el ganado atravesara los términos municipales sin dañar las cosechas y sin causar daños a otros espacios, fueran prados, montes, dehesas, etc. Eran, por así decirlo, pastores eventuales asentados en los núcleos urbanos por donde pasaban los ganados de merinas.

Cogero.- Zagal o rapaz encargado de cuidar las ovejas cojas de "pera", siendo muy especialistas en esta función de alvéitares o veterinarios de ganado ovino. [Nota: En el diccionario aparece Albéitar (del árabe al-baytar) como Veterinario].

La explotación de la ganadería trashumante de merinas tuvo mucha importancia y extensión mayoritaria ganadera en toda Castilla, primero, y León y Aragón después, y dentro de Castilla fue la provincia de Soria la principal poseedora de ganados trashumantes merinos y, por lo mismo, disfrutó de la red más extensa en número y longitudes de toda clase de vías ganaderas, cañadas, cordeles, veredas y coladas. Igualmente fue mayoritaria en la explotación de ganado de ovejas churras estante. Trébago, perteneciente a la provincia de Soria, además de administrativamente, participa de las mismas condiciones geográficas y por ello no es extraño que en Trébago se desarrollara plenamente la cría y explotación, tanto de ovejas churras, ganado estante, como de las merinas, ganado trashumante. El desarrollo óptimo de todos estos ganados se produjo en la baja Edad Media y principios de la Moderna, hasta que a finales de esta última época llegó la derogación del Honrado Concejo de la Mesta en 1836, en el reinado de Fernando VII, después de una vigencia de casi seiscientos años.

Los ganados trashumantes procedentes de Trébago salían del pueblo transitando por una "vereda" que, atravesando el término municipal de Matalebreras, entroncaba con un cordel de merinas, en el actual despoblado de Candasnos, en el mismo término de Matalebreras. En este mismo punto de Candasnos convergían otro cordel proveniente del noreste de la provincia de Soria que, discurriendo por todo el valle del río Añamaza, recogía los ganados merinos de los pueblos y aldeas del noreste de Soria y el sureste de la actual provincia de La Rioja, antes perteneciente a Soria, y otra colada proveniente en primer lugar del municipio de Muro de Ágreda y de la parte oriental de Ágreda, a las faldas del Moncayo. Este cordel, que en Candasnos recogía los ganados que transitaban por la vereda desde Trébago, remontaba desde este despoblado la Sierra del Madero atravesándola por el puerto de Valdeasnos. Queremos fijar nuestra atención en los topónimos Candasnos y Valdeasnos, que según nuestro criterio significan, el primero, camino de asnos, y el segundo valle de asnos, topónimos que no desmerecen de su paso por ellos de los grandes ganados trashumantes de merinas, a las que indefectiblemente acompañaban buena cantidad de asnos o burros, como medio de transporte para las vituallas y alimentos de todos los pastores y, en su caso, el de personas o enfermos eventuales.

El cordel continuaba una vez atravesada la Sierra del Madero pasando por los términos municipales de Hinojosa del Campo, Pinilla del Campo, para entroncar con la gran cañada oriental soriana en el término de Torrubia de Soria. La gran cañada oriental soriana seguía por los términos municipales de Abión, Bliecos, Maján, Alentisque, Radona, Miño de Medinaceli, abandonando la provincia de Soria para entrar en la de Guadalajara por Torralba del Moral, para desde allí continuar por todo el centro de España hasta Andalucía y Extremadura.

Otro camino probablemente usado por los ganados de merinas procedentes de Trébago, trashumantes, y de la Rinconada, los pueblos vecinos de Trébago, fue una vereda que, remontando el curso del río Manzano, llegaba a la Piedra de los tres Obispos, mojón de separación en donde coincidían las diócesis de Calahorra, Burgo de Osma y Tarazona, situada esta piedra de los tres Obispos en el puerto de la Laguna del Carro, que separa las cuencas del Ebro al norte y la del Duero al sur. Pasado este puerto, por el curso del arroyo Tajones, afluente del río Rituerto, por donde discurría después de pasar por el término municipal de Valdegeña , alcanzaba esta vereda otra gran cañada real soriana al sur de Calderuela, cerca de este pueblo. Se conocía esta real cañada soriana como cañada de las Sierras, pues llevaba grandes cantidades de ganados merinos trashumantes procedentes de las sierras de Alba, Sierra de San Cristóbal, Sierra de Alcarama, Sierra de las Cabezas, Sierra de San Miguel y Sierra del Almuerzo, todas ellas en el noreste de la provincia de Soria con mucha tradición ganadera, de churra y merina desde tiempo inmemorial.

Esta real cañada soriana de las Sierras atravesaba los términos municipales de Carazuelo, Aldealafuente, Ribarroya, por donde bordeaba el curso del río Duero, Almarail, Viana de Duero, Almazán, Cobertelada, Jodra de Cardos, Pinilla del Olmo y Romanillos de Medinaceli, para entrar en la provincia de Guadalajara por Torrecilla del Ducado, y ya desde aquí, atravesando el centro de España hasta los pastizales de Andalucía y Extremadura.

Esta vereda que hemos apuntado para conectar con las grandes cañadas reales sorianas discurría sensiblemente, según creemos nosotros, por el trazado de una calzada secundaria romana, que arrancando de Augustóbriga, actual Muro de Ágreda, en la calzada romana 27, discurría por todo el curso del río Manzano, atravesando la Sierra del Madero y del Almuerzo por el puerto de la Piedra de los Tres Obispos y por el valle del arroyo Tajón y el del Rituerto, se enlazaba de nuevo con la calzada romana número 27 a la altura de Masegoso, actual despoblado. Esta calzada secundaria romana daba servicio, según nosotros, a villas, granjas y establecimientos agrícolas por todo su trazado. Ha desaparecido, arrasado por la concentración parcelaria, un puente romano, bien conocido por nosotros, a la vera de la carretera de Castilrruiz a Matalebreras, para atravesar el río Manzano, y otro de igual porte, en la Venta de la Laguna, Muro de Agreda, para salvar el curso del río Añamaza en el trazado de esta, para nosotros, calzada secundaria romana.

Apuntamos como cosa interesante que la palabra RABADÁN, o sea el pastor jefe, inmediato al Mayoral, de los ganados trashumantes en camino, procede del árabe RABB-AD-DA’N, que significa en esta lengua propietario de carneros.

Es oficio también consustancial con la ganadería el de Alvéitar y Herrador, que en aquellos tiempos tenía mucho de arte el primero y artesanía de hierro el segundo. A continuación copiamos literalmente la escritura de maestro alvéitar y herrador que dice así:

"En el Concejo celebrado el día 24 de junio de 1826, habiendo finalizado la escritura de D. Francisco Gómez, maestro alvéitar de este lugar, se acordó en prorrogársela por otros tres años, conformándose dicho D. Francisco Gómez, con los mismos pactos y condiciones que las anteriores, y habiéndole hecho saber el otro acuerdo citado al citado D. Francisco ... dijo la admitía y conformaba en ello en todas sus partes, como al cumplimiento de cuanto en dichas escrituras tiene pactado, y para que conste lo firma. Francisco Gómez."

Posteriormente, en 1830, después de un año en que no se arregló el maestro alvéitar con el Concejo, volvió a servir como tal, ganando cien medias de trigo limpio, juto (seco), de buena calidad y de dar y tomar. Cobrará por cada herradura de caballería mayor o sea de mulos y caballos, 17 cuartos, y por la menor 12 (los burros), y que ha de ser el herraje de buena calidad, como se acostumbre en este pueblo y en los circunvecinos. Esta nueva acta de maestro alvéitar fue firmada en octubre de 1828, para entrar en vigor el día 8 de enero de 1830. Visitaba y curaba las caballerías que estuvieran enfermas. Como dato curioso anotamos que en 1790 era maestro alvéitar y herrador D. Hermenegildo Gómez, antecesor sin duda de D. Francisco Gómez, alvéitar en 1826. Las profesiones y oficios eran heredados en seno de las familias por generaciones.

Un oficio más, respecto a la agricultura, es el de Guarda de Labradores, que vigilaba y evitaba que los ganados conducidos por sus pastores se comieran deliberadamente las sementeras. Estaba tanto al servicio de los ganaderos, por su condición así mismo de labrador, como principalmente para los labradores. Se obtenía el cargo de Guarda mediante subasta en la Casa Concejo, en pública competencia, para ver cuál era el que hacía el servicio más barato. En 1760 tenía este encargo de Guarda de Labradores, Francisco Ruiz, y se le pagaban al año 300 reales más una tercera parte del importe de las sanciones que sus denuncias producían.

Otro oficio era el de Guarda de Montes, cuya misión era vigilar para que los forasteros no se llevaran la leña de los montes, y que los propios vecinos del pueblo no cortaran ilegalmente árboles de utilidad del Común. También evitaba el que los rebaños de los pueblos limítrofes pastaran en el monte del término de Trébago. Hay un acta en el libro correspondiente de 29 de junio de 1825 por la cual se quedó con la subasta para guarda de montes Juan Largo Orte, pagándole treinta y cuatro medias y cuatro celemines y medio al año, más la tercera parte del importe de las sanciones correspondientes a las denuncias que pusiera como ocurre con el guarda de labradores, puestas dichas denuncias lo mismo en el monte, como en plantíos, campos y vedados. Estos últimos cargos y oficios reseñados son también producto de las necesidades comunes a los vecinos, creadas por las Comunidades de Villa y Tierra al tener que guardar y vigilar bienes comunes de todos los vecinos.

Teníamos una profesión bastante especializada, que todavía perdura en el año actual de 1970 [fecha de elaboración de este trabajo, pero que en 2004 aún se sigue practicando, aunque en mucho menor grado]. Es la de "Matachín de cerdos" caseros, que era un buen complemento de la de labrador mediantín. Eran, y son, varios los vecinos que se dedicaban a estos menesteres, e iban con sus útiles de trabajo, gamellón para pelar el cerdo una vez muerto, empleando agua caliente, ganchos, cuchillos, etc., de casa en casa durante el tiempo de matanza, y como es natural, cada "matachín", atendiendo a su clientela. Cobraban una cantidad, bien en dinero o especie, por cada cerdo sacrificado, y además el desayuno de dos días, el de la muerte del animal, y el día siguiente, cuando se hacía el descuartizamiento o despiece, después de orearse la carne durante 24 horas.

Además de todos estos oficios u ocupaciones en relación con la agricultura, había otras que, sin constituir netamente un oficio profesional, sí eran ocupaciones que precisaban cierta especialidad o habilidad, que eran atributos de numerosas personas dedicadas a esos menesteres, que realizaban comúnmente los mismos individuos, y que sin ser oficios bien diferenciados, ni constituir por sí solos la base económica de una familia, complementaban los ingresos producidos por los otros trabajos, ya fueran de agricultura u otra cosa, a los que los desempeñaban.

Algunos de estos semi oficios-ocupaciones temporales eran los que a continuación reseñamos, recopilados por nosotros de actas y documentos del Ayuntamiento, así como haberlos oído relatar a nuestros mayores, que en sus tiempos ellos y nuestros ancestros también desempeñaron:

Aparcero-Mediero.- Pequeño agricultor con una o dos caballerías que cultivaba las parcelas agrícolas de otros propietarios, a cambio del 50 por ciento de los frutos obtenidos. El mediero ponía trabajos y semilla.

Rentero.- Pequeño agricultor, de las mismas características que el anterior, nada más que pagaba una renta, generalmente en especie, al propietario de las tierras.

Yubero o Yuguero.- Propietario de una yunta de équidos o bueyes, que se dedicaba a hacer las labores agrícolas mediante el cobro correspondiente, por sus trabajos y el de su yunta, a los propietarios de tierras, cobro que se hacía así mismo generalmente en especie. Los solicitantes o alquiladores de estos servicios eran generalmente los nobles y la Iglesia, que eran los grandes propietarios.

Encardadora-Arrancadora.- Personas, generalmente mujeres, que se dedicaban, casi siempre las mismas, a eliminar a mano de los sembrados, cardos y hierbas dañinas para las cosechas, y también a recoger a mano, arrancándolas de la tierra una vez maduras, las cosechas de leguminosas, yeros y guijarros, para alimento de ganados porcinos, cabríos y ovinos. Labores, las dos, muy penosas, de mucho trabajo y que realizaban las mujeres de familias pobres, formando cuadrillas. Cobraban bien en especie o en dinero, unos jornales de miseria.

Segador.- Personas ocupadas en la recolección de los cereales ya maduros, haciendo la siega de los mismos mediante la hoz y la zoqueta, los dos implementos fundamentales para desarrollar esta actividad, realizada por cuadrillas de hombres y ocasionalmente también mujeres, formadas siempre por las mismas personas, que eran especialistas en esta labor no exenta de destreza e ímprobo trabajo.

Agostero.- Jornalero, contratado por nobles o labradores pudientes para las trabajosas labores de la recolección de cereales. Se le denomina agostero, porque generalmente es durante el mes de agosto cuando se realizan casi todas esas labores, y se contrataba, por tradición siempre a una misma persona y por lo general bastante joven.

Dallador.- Segador cuyo instrumento de siega era la "dalla" o guadaña, para cuya labor se precisaba una grandísima habilidad, además de un grandísimo esfuerzo, muy agotador y penoso, para todo el organismo. Por eso era un oficio para personas jóvenes y musculosas, dotadas prioritariamente de una gran fortaleza física.

Aventador o "Ablentador".- Especialista en la separación de la paja del trigo o cebada o centeno, una vez trilladas las mieses, que consistía en "aventar", o lanzar cara al viento, la paja y el grano para que la fuerza de éste separara una de otro. Aunque era una labor que todos los agricultores la sabían ejecutar, siempre había determinados individuos, expertos en este trabajo, que eran llamados para desarrollar su labor, cuando los montones de mieses trilladas, "parvas" se las llamaba, se acumulaban en la era y era preciso aprovechar las ráfagas de viento necesario para esta labor, y de paso, los aventadores ganarse un jornal.

Zarandera.- Después de terminar de aventar una "parva", y una vez separado en una primera operación -el aventado-, el grano de la paja, era necesario darle a este grano una última limpia de los últimos restos ajenos que contenía, y cuya operación se denominaba acribado, la cual era realizada generalmente por mujeres, a las que se llamaba zaranderas, de saber manejar la zaranda o criba. Esta labor, como la del aventado, la realizaban las mujeres de las familias labradoras, pero así mismo había mujeres que como los aventadores, y para ganarse su jornal, ayudaban a los agricultores, cuando había una buena cantidad de granos que cribar o acribar.

Palero.- Persona que a base de azada, pico y pala, se dedicaba a tener limpias las acequias por donde discurría el agua para regar los huertos y huertas, y además tener a punto los desagües, en aquellas fincas agrícolas que se inundaban cuando llovía con intensidad. Era oficio complementario y simultaneado con otras ocupaciones por unas determinadas personas, que siempre lo desempeñaban.

Con respecto al monte y sus productos, estaban el oficio de "serrador" o "aserrador", que con sus enormes serruchos, de un buen acero, llamados en el argot popular serrón o tronzadores, manejados a mano, cortaban los gruesos troncos de chopos, robles, carrascas, etc., de los que sacaban tablones, tablas, despieces, etc. Y leña como residuo, que eran todos ellos muy útiles para cubrir las necesidades de la vida diaria, usados en la fabricación de muchos aperos de labranza, muebles, puertas, arados romanos, etc. Era un trabajo el de los aserradores muy penoso y duro, que requería un gran derroche de energía. A pesar de todo, en el desempeño de sus labores eran unos verdaderos artistas, y cuando realizaban sus trabajos eran observados y contemplados con mucho interés por los vecinos de todas las edades.

"Monteros" o "leñadores" eran varios vecinos que, aparte de recoger la leña de monte bajo para su consumo particular, se dedicaban a vender al vecindario y a los pueblos vecinos de poco empaque económico, que eran la mayoría, la "recogida de bellotas", tanto de carrasca como de roble, que realizaban numerosas personas durante el otoño en todos los montes del término cubiertos de arboledas de carrascas o encinas, y robles. Estas bellotas recogidas a mano, y como fruto espontáneo de la naturaleza, servían de alimento, bien enteras o molidas, para el ganado de cerda principalmente, y también las bellotas de carrasca eran consumidas, frescas o secas, por las personas, ya que eran más dulces, más digeribles, y más alimenticias que las de roble, bastante amargas al paladar humano. Con las bellotas de carrasca, aparte de comerlas enteras, se hacía harina con la que se fabricaba cierta clase de pan, cocido en el horno comunal del pueblo, así como bollos y otras confituras que no dejaban de tener un excelente paladar, además de alimento muy nutritivo. Esta recogida de bellotas, que por supuesto ha desaparecido hace más de cinco décadas, también era un barómetro que medía la endeblez de las economías y marcaba la pobreza de la mayor parte de los trebagueños de hace un par de siglos y con mayor razón en épocas más anteriores. Con esta recolección de frutas, donadas gratuitamente por la naturaleza, se ayudaban muchas familias criando y engordando un cerdo para consumo familiar, cuya matancía apagaba mucha hambre y necesidades alimentarias.

Otros oficios en relación con los montes y bosques eran los "carboneros", que hacían carbón grueso, procedente de troncos de robles y carrascas, que iban a vender a las grandes ciudades cercanas, Zaragoza, Tarazona, Soria, Pamplona, etc. También estaban los "cisqueros" que hacía carbón menudo, es decir el cisco para braseros y cocinas económicas y fogones de las ciudades, teniendo como materia prima las ramas más delgadas de robles y carrascas, que no servían para hacer carbón, y la leña procedente de las plantas leñosas del monte bajo trebagueño, estrepas, ulagas, etc. Así mismo había el "tajoneador", aquél o aquéllos, regularmente casi siempre los mismos, que se encargaban de hacer el reparto de las porciones de monte, y señalizarlas y marcarlas, se llamaban "los montones", que correspondían a cada vecino, cada año, para darle la leña necesaria para el consumo de su hogar. El "machetero" era la persona o personas que, armadas con el hacha y machete, eran los encargados de mantener las sendas y caminos del monte limpios de obstáculos (ramaje, zarzas, etc.), para poder circular por ellos y poder traer cómodamente a cada hogar la leña que le hubiera correspondido en su respectivo montón.

"Capadores o Castradores" de toda clase de animales mamíferos, eran prácticos en estos menesteres, antes de la aparición de los veterinarios, con la nueva formación universitaria. Los capadores de équidos, que requerían una labor muy técnica y laboriosa, era ejercida por los individuos generalmente franceses, que periódicamente daban sus rondas por pueblos, aldeas y ciudades para el que precisara sus servicios. La castración de macho de otras especies de mamíferos, sobre todo el ganado de cerda, era ejercida por personas del mismo pueblo, que habían adquirido empíricamente esta destreza, y a los que los vecinos encargan el cometido de castrar a cerdos machos, para favorecer su engorde rápidamente.

Finalmente y para terminar con este capítulo de oficios relacionados con el monte y los bosques, tenemos que hacer mención de la recogida, siempre por personas entendidas, de los diversos frutos silvestres y comestibles que ofrecían los árboles y plantas que crecían y crecen en los montes trebagueños. Desde luego estas ocupaciones no constituían un oficio ni dedicación exclusiva que por sí solo solucionara el discurrir de la vida de una familia, sino, más bien era una ayuda más para salvar la pervivencia, bien consumiendo los frutos recogidos, u obteniendo una utilidad pecuniaria al venderlos a los labradores pudientes. Uno de estos frutos, por cierto muy exquisito, eran las setas de cardo que se recogían principalmente a comienzos de otoño, después de abundantes lluvias, o en primavera cuando ésta resultaba muy húmeda. Era y es un manjar muy apreciado y sí era objeto de comercialización, aunque en pequeña escala, vendiéndolo a familias pudientes. El "setero", así se le llamaba, sí debía ser un experto en el reconocimiento de las setas, teniendo cuidado absoluto de separar las comestibles de las no comestibles, aptitudes que no estaban al alcance todos.

Otro tanto sucedía con las moras, las ciruelas silvestres, las endrinas, chordón silvestre, gayubas, bizcobas y algunas verduras como los berros, que normalmente se recogían en otoño, para el propio consumo familiar, aunque en ocasiones las moras sí fueran objeto de comercio y venta.

Oficios de servicios para el común de los vecinos, originados la mayor parte de ellos para cubrir las necesidades de la vida en común propiciada por las Comunidades de Villa y Tierra castellanas en la Alta Edad Media.

En primer término tenemos el "Cabrero", o sea pastor de guarda de cabras. Como de este ganado se tenían en cada vecino, por pobre que fuera, dos o más animales de éstos, y no pudiendo cada uno de por sí apacentar personalmente sus animales, o dinero para costear a quien se las cuidara, para aprovechar racionalmente los numerosos pastos del monte surgió la necesidad de asociarse, como en tantas otras actividades de los concejos castellanos, y entre todos pagar un cabrero que guardara y apacentara todas las cabezas de ganado cabrío existentes en el pueblo. Este oficio comunal-vecinal duró hasta finales del segundo cuarto del actual siglo XX, fecha en que desaparecieron la totalidad de las cabras en el pueblo, por la disminución de la población del mismo, y también por no haber persona que quisiera hacerse cargo del tal oficio de cabrero.

Lástima de la gran riqueza pastizal, desaprovechada y perdida en todo el monte de Trébago, que ocupa las dos terceras partes del término, y cuyos pastos solamente los pueden aprovechar íntegramente las cabras, ya que, además de la hierba, se comen los brotes y ramas tiernas de robles, carrascas, estrepas, gayubas, ulagas y, en fin, de todas las plantas que crecen en estos montes. El cabrero era un personaje típico, con fuerte personalidad en la vida del pueblo ya que creó costumbres, una cultura popular pastoril (Medicina animal, Meteorología, Climatología, Economía, Folklore, Música, Artesanía en el vestir y calzar, etc. En este renglón estaban los pastores de ovejas, pero en un nivel creador un poco más inferior). El año 1825 se quedó con la subasta de las cabras un vecino, al tenor siguiente. Es copia literal. Dice así la mencionada acta:

"ESCRITURA DE LA GUARDA DE CABRAS.- El 21 de junio de 1825, en Concejo público, se quedó con el remate de las cabras Julián Gómez para que hiciera guarda de cabras José María Orte, natural de Trébago.

Los vecinos se obligan a pagar mensualmente por cada cabeza de ganado cabrío, a razón de cuatro cuartos, pagando así mismo por las crías como mayores, desde el día de San Juan. Si algún vecino tiene alguna porción de cabras, tiene la obligación de echar al cabrero del pueblo hasta el número de cinco, y de las restantes puede disponer a su arbitrio, pero no podrá echarlas a otro pastor, si no exceden del número fijado de cinco; si al vecino le acomodare echar más de cinco, el cabrero del pueblo deberá admitirlas y guardarlas, quedando exceptuados los ganaderos, en atención a que puedan cuidarlas con sus piaras.

El cabrero hará señal con un cencerro para recoger el ganado para que los dueños las lleven y recojan en el corral destinado para ello. (Era éste un predio en la calle Real, de propiedad comunal, en donde se reunían las cabras con doble finalidad: facilitar la labor al cabrero y recoger el abono que ellas pudieran producir, que era mucho. Se le llamaba muy gráfica y precisamente El Corral de las Cabras). Sacarlas a las horas de guardería, curar la sarna u otra enfermedad conocida, dándole los dueños las medicinas necesarias, y a estar a reunir las cabras en el corral. También será de su obligación pastorearlas en el invierno en el Chaparral (este Chaparral debió ser algún lugar abrigado del monte en el invierno, puede ser, con toda probabilidad, parte de la Dehesa que está al abrigo del cierzo y del gallego. Esta Dehesa, boyal, era una porción del monte de propiedad comunal, instituida por el Concejo dentro de la Comunidad de Villa y Tierra de Ágreda), siendo convenio de todo el pueblo, y a tener otro semental a más de el del pueblo, y éstos (los sementales) estar a su cuidado, como así mismo a pagar los daños que por su descuido u omisión hiciese el ganado en los sembrados y vedados, con cuyos pactos y condiciones se obligó al cumplimiento de esta escritura y a cuanto de ella se contiene, y dio por su fiador, que queda responsable a lo mismo (espacio en blanco) vecino de dicho lugar, quienes lo firmaron juntos con Señores de justicia y por los que no sabían firmar lo hice yo, el fiel de fechos. Con la advertencia de que esta escritura finará en otro tal día de 1826. Firmado."

Otro oficio de pastor especializado y comunal era el de cuidador de cerdos, o sea pastor de cerdos. Se obtenía este oficio de la misma manera que el de cabras, y por las mismas razones de asociación de vecinos, para aprovechar los alimentos que gratis producían los árboles del monte, bellotas, tubérculos silvestres, raíces y hierbas. También había un corral de los cochinos, en donde se reunían antes de salir a pastar, y eran dadas las señales de recogida de estos animales de la misma manera. El acta de 29 de junio de 1825 dice así:

"Romualdo Eras, menor, se obligó a la guarda de la "viz" (Vicera, ganado de cerda de todos los vecinos, que se guardan en común con un solo pastor. Así como se llama "dula" al ganado caballar, mular y asnal). Se le pagará por los vecinos que echen cerdos a la guarda setenta y cinco medias de trigo, según el reparto, en mensualidades de treinta y siete celemines y dos cuartillas. Guardará los cerdos desde el primero de octubre hasta el primero de abril, a las ocho de la mañana, y desde este día hasta que empiece la recolección de frutos, a las seis de la mañana, y empezada ésta (la recolección) al salir el sol, haciendo señal con un cencerro, para que los vecinos los lleven al corral destinado para recogerlos. Se obliga a cuidar del semental (común para y de todo el pueblo), pagándole treinta reales de vellón anualmente, para sus alimentos (los del semental), debiendo proporcionarlo el mencionado Romualdo, pero el pueblo lo pagará, para irle descontando mensualmente una cantidad, hasta que termine de pagar el costo, siendo entonces suyo propio, pudiendo disponer de él luego que cumpla su contrato. Firmado."

La palabra "vicera", que en aquellos tiempos, siglo XIX, había quedado para designar al ganado de cerda y llevarlo a pastar al monte, significaba más antiguamente el conjunto de cabezas de ganado de varias especies que, reunidas en rebaño, salían a pastar a los campos comunales del Concejo, y se llamaba "la vecera", es decir de vez, o sea turno, ya que la guarda y pastoreo de estos rebaños se hacía entre todos los vecinos, designando a cada uno por turno riguroso y por día, es decir por vez, de ahí "vecera", y en Trébago "vicera", viz o vez. La costumbre quedó, pero evolucionada a que fuera un solo pastor el que, mediante subasta del cargo, guardara y apacentara los cerdos, igualmente que las cabras, el cabrero, los équidos el dulero, y los vacunos el vaquero, a este pastor de los cerdos del común se le denominaba el "vecero" o "vicero". Pensamos, según nuestro criterio, si esta palabra "vicera", palabra trebagueña, no tendrá algo que ver, con la palabra "bicerra", palabra castellana que significa cabra montés, por la razón de llevar los cerdos a pastar en pleno monte, bajo y alto. Puede ser posible. [Nota: En el Diccionario de Voces Riojanas, de Aurora Martínez Ezquerro, editado por Nueva Rioja, S.A., año de 2004, aparece la palabra veceñada como "Cabrada comunal del pueblo" -en Najerilla-, así como veceñero como "Pastor que cuida la veceñada". Obsérvese la similitud con la palabra vecera].

Dulero era el pastor, empleado comunal, encargado de guardar toda clase de équidos, o sea caballos, mulos y burros. Funcionaba igual que los dos anteriores, nada más que la dula, o sea el pastoreo, era temporalmente, al menos a la gran mayoría de los animales que eran de trabajo. No así las yeguas y burras para cría, que pastoreaban más regularmente. Era la primavera cuando se aprovechaba la abundancia de pastos tiernos y abundantes hasta el comienzo de las faenas agrícolas. Estos animales tenían un lugar determinado y bien limitado para su pastoreo, que era lo que se llamaba y se llama la Dehesa, que acaso anteriormente fuera boyal, o sea de vacas. Hay un acta de 19 de junio de 1825, al respecto, que dice lo siguiente:

"PACTO DE VECINOS EN JUNTA EL DIA 19 DE JUNIO DE 1825.- Que puedan ser admitidos los machos lechales que los vecinos labradores y otros cualesquiera vecinos quieran comprar para echarlos a pastar en el monte, quedando obligados a pagar al que se obliga a la guarda de ellos lo que se arreglare darle por su custodia, entendiéndose que el vecino que aquí queda alistado, tenga o no tenga lechal, queda sujeto a pagar dicho guarda, lo que le corresponda por dicha guarda, y se alistaron al efecto Fulgencio Carrascosa, Juan Cruz Sánchez, Pedro Martínez Soria, Gavino Sánchez, Vicente Soria, Pedro García, Marcos Sánchez, D. Manuel García, Julián Gómez, Gabriel Vela, Miguel Soria, D. Miguel García y Emeterio Martínez. Nota. En vista de no haber habido los quince machos lechales, en el diecisiete de diciembre, se prorroga el término de este contrato hasta la próxima Pascua de Navidad, para ver si se juntan en número de quince lechales, y habiéndolos se pasará a la busca de pastor, para ser guarda."

El nevero o cuidador de la nevera, no tenía más misión que cuidar para evitar que la nieve almacenada durante el invierno se fundiera, y durara lo más posible para el verano, como medio terapéutico. La nevera era una especie de pozo excavado en un talud, al norte del pueblo, y por la boca de la parte superior se llenaba durante el invierno, y se sacaba la nieve por la boca de la parte inferior, de acuerdo con las necesidades, para múltiples usos de todos los vecinos. Todavía quedan restos de la "nevera", y en 1974, al instalar unos postes de luz de alta tensión, aparecieron restos del brocal de la parte superior. Este oficio se simultaneaba con el de Alguacil del Concejo, funcionario éste que era el que hacía todos los encargos y recados que le encomendaban el alcalde y los regidores, como avisar de junta de concejo, pregonar, citar para juicios de conciliación entre vecinos que disputasen, etc. Después se le llamó Alguacil Mayor, otro funcionario solera de los Concejos comunales elegido por dicho Concejo. Había normalmente dos funcionarios alguaciles, y en 1826 ejercían de tales Severino Cacho Menor y Roque Lenguas. Eran funcionarios dotados de autoridad para la ejecución de las órdenes que le daba el alcalde y regidores, y el Concejo en general. También era el guardador del orden público, y de acallar los enfrentamientos y altercados entre vecinos y personas, antes de que estas peleas fueran a parar a la competencia del Hombre Bueno y después al Juez de Paz. Así mismo, aparte de ejecutor de las órdenes del Concejo, realizaba cuantos mandatos y encomiendas le hacía éste en relación con las atribuciones que al Concejo competían, para el normal desenvolvimiento de la vida comunal de los vecinos, Era un funcionario al que se le tenía bastante respeto. Se les llamaba también "andadores" y "ministros".

El Secretario o Fiel de Fechos, era un funcionario del Concejo bastante instruido, y sobre todo enterado de las normas legales constituidas por el Rey, y era quien en primer lugar levantaba todas las actas de los acuerdos tomados por el Concejo, y fundamentalmente llevaba toda la administración del municipio.

Al mismo tiempo era el que desempeñaba la función del "fielato" o sea el que cobraba los impuestos concejiles a todos aquéllos que venían a ejercer el comercio en el pueblo o a introducir mercancías para el uso comunal. El concejo celebrado el día 24 de junio de 1827, habiendo leído las escrituras de los sirvientes del pueblo, y terminando en este mismo día la escritura de los tres años por la que servía el fielato D. Prudencio Jiménez, que era a la vez Secretario o Fiel de Fechos, se le prorrogaron otros tres años más, y que finarán en otro tal día del año 1830, bajo los mismos pactos y condiciones que constan en su escritura. Firmado Prudencio Jiménez.

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