por Montserrat García Barrena
22 de febrero de 2004. El toldo está instalado en el jardín de casa de sus hijos. Un ejército de camareros cubre las mesas con manteles en blanco y azul acero, las adornan en el centro con flores -ciclámenes-, rosa fuerte en unas, rosa claro en otras y la principal, en blanco. Colocan las servilletas, los cubiertos, la cristalería; visten las sillas con faldones blancos.
Del lado izquierdo, frente a las escaleras, una mesa larga hace de bar. Algunas bebidas y los refrescos están en el suelo. Sobre la barra los vasos y copas, ordenados, esperan su turno junto a las botellas de vino -Rioja Viña Tondonia Reserva 1995-. Más allá, en la cocina adaptada para la ocasión, se preparan los alimentos -entremeses españoles, langostinos con vinagreta mediterránea, solomillo de res a la pimienta rosa con vainas chinas y patatas soufflé, 'delicia de frambuesa' como postre y café. Todo está listo.
Hacia el medio día empiezan a llegar los invitados. Bajan por las escaleras hasta el jardín. Algunos de pie, charlan animadamente; otros toman su lugar en cualquiera de las seis mesas redondas.
Aunque radicados en México, la mayoría proviene de diferentes partes de España: de Asturias, de Galicia, Cataluña, Mallorca, Madrid, Segovia, Zaragoza y de Soria, por supuesto. También están los de Puebla, Chihuahua, Dublín y Arequipa.
Un trío canta canciones de época "Cómo han pasado los años", "Somos novios", "Sabor a mí", "Bésame mucho". ¡Ya vienen! grita alguien desde arriba. Todos guardan silencio y esperan.
Seguidos por sus hijas y nietos, Andrés y Montse cruzan la sala hasta llegar a la terraza y, en el momento en que salen, los invitados se ponen de pie y aplauden dándoles la bienvenida. La sorpresa y la emoción se anudan en sus gargantas al ver a tantos amigos reunidos para celebrar con ellos sus 50 años de casados. Después de los saludos y abrazos, da comienzo el banquete. Miran el menú. En la misma hoja, la leyenda de la fuente de Trévago hace a muchos recordar viejos tiempos en el pueblo: los días de las fiestas, las procesiones a la ermita, los bailes de los mozos, el juego de pelota, los paseos en bicicleta hasta Castilruiz, las visitas de Andresito, cuando era estudiante en Segovia, a la tienda de las Barrena, con cualquier pretexto para ver a Montse, que culminaron en 50 años de matrimonio que hoy festejamos todos juntos y nos hace "confesar después agradecidos el bien que de este pueblo hemos recibido".
Montserrat García Barrena
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Nota de la redacción
Que un socio cumpla las Bodas de Oro es siempre un motivo de alegría, y desde la Asociación de Amigos de Trébago nos unimos a la felicitación y deseamos a Andrés y Montserrat que lleguen a celebrar las Bodas de Platino.
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