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La Nevera



por Irene y Santiago Lázaro

Tenemos en el casco urbano de Trébago una plaza denominada PLAZA DE LA NEVERA y un mirador a donde va a dar la salida norte de dicha plaza, que también se le llama LA NEVERA.

¿Por qué estos topónimos? La razón es que, justo en el mirador aludido, estaba construida, probablemente en la Alta Edad Media, la ne­vera, que era una construcción comunal de los vecinos para fines sociales, solidarios de todos los habitantes, fundamentalmente durante el tiempo en que funcionaron las Comunidades de Villa y Tierra de Castilla y Aragón y que por la inercia tradicional de convivencia y cooperación vecinal siguieron funcionando después de desaparecidas estas Comunidades.

La nevera era simplemente un pozo con ligera forma troncocónica construido en un talud, con fuerte pendiente y gran desnivel, con una boquera superior, protegida en toda su circunferencia por una pared o por sillares de piedra labrada, con su correspondiente tapadera o puerta horizontal, boquera por donde se alimentaba el pozo. Por la parte inferior había una puerta en posición vertical, por la que se extraía el elemento guardado en la nevera, que no era otro que nieve.

Ya hemos dicho en otro artículo, TRÉBAGO UN CASTRO CELTÍ­BERO, publicado en el número 7 de esta misma revista, que el casco urbano del pueblo está construido sobre una colina amesetada, con desniveles muy abruptos, por el oeste, norte, este y gran parte del sur, teniendo solamente un acceso fácil, por el suroeste. La nevera estaba construida en la ladera norte, en donde el desnivel, cortado casi a pico, es entre diez y doce metros, con orientación puro norte, expuesta a los crudos aires del norte, "el cierzo" y el gallego o "regañón". Tan frío como el cierzo, procedente del noroeste.

El objeto de la nevera era guardar la nieve caída abundantemente en el invierno, y mantenerla en ese pozo frigorífico el máximo tiempo posible, incluso hasta que las primeras nevadas del otoño empezaban a caer sobre el pueblo. Sus fines eran fundamentalmente terapéuticos, aplicados a las personas, y en algunos casos a cierto tipo de ganado. Es probable también que acaso tuviera algunos fines de conser­vación de alimentos y culinarios.

Se almacenaba la nieve por boquera superior y se iba extrayendo, conforme a las necesidades, por la puerta inferior en las cantidades necesarias, y conforme iba usándose, y siempre que hubiera abundantes nevadas, se reponía lo consumido, manteniendo permanentemente, y mientras las nevadas lo permitieran, la nevera llena hasta el brocal.

La nevera desapareció, destruida al construirse la primera carretera que comunicó al pueblo con otros pueblos y ciudades en el año, creemos recordar 1928 ó 1929. Dicha carretera arrancaba en el pueblo de Matalebreras y llega hasta San Pedro Manrique. Alguno de nosotros, en nuestra niñez, todavía pudimos observar sillares y restos de paredes, pertenecientes a la boquera de carga de la nevera, restos que no tardaron en desaparecer, mientras que la puerta inferior, y la casi totalidad del pozo, fue desmantelado al hacer la carretera.

Esta nevera fue en su tiempo uno de tantos elementos comunales, de los vecinos de cada pueblo de Castilla y Aragón de las Comunidades de Villa y Tierra, de utilidad social para todo el pueblo y sus habitantes, igual que lo fueron El Horno, La Fragua, El Bodegón o almacén de alimentos de primera necesidad, la Dehesa Boyal, los corrales del ganado cabrío y porcino, los huertos de regadío y las parcelas de labor cerealistas de propiedad comunal, etc. etc. y otras muchas más.

La nevera estaba muy bien orientada, al norte, para poder conservar mejor y durante más tiempo la nieve. Este mirador, durante el invierno, es muy frío, y durante el verano, cuando el calor abochornado de julio y agosto aprieta, es un lugar muy fresco, muy ameno, ya que tiene una vista muy halagadora y panorámica. En el verano es éste un punto de reunión de toda clase de vecinos, pero fundamentalmente ya mayores y jubilados que, reunidos bajo la sombra y refrescados por algunos vientos menos calurosos que si se estuviera al medio día y al sol, observan cómo se desarrollan las faenas de recolección cerealista con los modernos medios de cosechadoras y otras máquinas, y entre conversación y comentario, se va recordando cómo se hacían esas mismas faenas, a mano y con supremo esfuerzo personal, no siempre recompensado por el bajo rendimiento de los sembrados. Desde el año 1960 se dispone de un largo poyo, adosado a la pared de una construcción existente, y que fue construido en mampostería por nuestro tío y hermano José Lázaro Carrascosa, en aras de dar comodidad a nuestros mayores, que cultivaron esas "piezas" con inmenso sacrificio y grandes sudores. En este paradisíaco mirador, desde el comienzo del verano hasta principios del otoño, las personas mayores, y las más jóvenes, pasan ratos de convivencia y camaradería vecinal inolvidables.

Nota de la Redacción:
En la foto que se acompaña, de octubre de 1967, puede apreciarse cómo había 20 personas "a la fresca", haciendo que el banco se quedara pequeño.

Así mismo, como complemento a la información suministrada por Irene y Santiago Lázaro, queremos comentar aquí dos reseñas aparecidas en el periódico LA RIOJA los días 24 de enero y 2 de febrero de 2003 sobre cómo, ahora, el Ayuntamiento de Logroño se interesa por los restos de "neveras" en la Sierra de Moncalvillo, que posiblemente abastecían de hielo a la ciudad de Logroño desde el siglo XVI.

Se indica allí que el día 27 de enero de 1597, el Consejo de la ciudad de Logroño acuerda la construcción de una "casa de la nieve" en la Sierra de Moncalvillo encargando, por 500 reales, la construcción de unas "neveras" para almacenar nieve y abastecer de hielo a la capital.

Lo que se está investigando en este caso es que las neveras de la Sierra de Moncalvillo son las que abastecían de hielo a la capital riojana, distantes tres leguas de la época, unos 17 kilómetros de hoy.

Con independencia de la referencia a dicho trabajo de investigación, se indica también en dichos artículos del diario LA RIOJA que:

"A final de la Edad Media, comienzos de la Edad Moderna, era habitual que cada localidad contara con una 'nevera' municipal en la que almacenar el hielo que se traía de otras 'neveras' de mayor tamaño horadadas en las cimas de los montes en los que caía abundante nieve en los meses de invierno. Estos hoyos tenían una forma troncocónica, se revestían con mampostería de piedra y se cubrían con una cúpula también de piedra que mantenía la temperatura en los meses de verano.

La existencia de estas neveras era algo habitual, como demuestra la toponimia de nuestros pueblos, en la que es habitual encontrar términos como 'La Nevera'.

La nieve se convirtió, durante varios siglos, en un verdadero negocio gestionado por un 'administrador de la nieve' que se encargaba del mantenimiento de los pozos y de la venta de los trozos de hielo. Los ayuntamientos solían adjudicar este negocio al mejor postor mediante remate de candela, una curiosa puja en la que se llevaba el gato al agua quien hubiera pujado en último lugar en el momento de apagarse una candela encendida alrededor de la subasta.

Sobre el funcionamiento del negocio en las 'neveras' de nuestra región se tienen pocos datos, pero se pueden extrapolar los que recoge el libro Rincones de la Historia de Navarra, de F. Idoate. Entre las curiosidades del trabajo descubrimos que el adjudicatario debería comenzar a vender la mercancía a las cinco de la mañana y tenía que tener abierto el negocio hasta las diez de la noche en verano, y entre las ocho de la mañana y las siete de la tarde en invierno. El hielo se vendía limpio de paja, tierra o sal, y para pesarlo se empleaban «balanzas abujereadas para que escorra el agua».

Estas prácticas se mantuvieron hasta finales del siglo XIX, cuando se descubrieron los rudimentos para la fabricación artificial de frío. A partir de aquí, hablaríamos ya de arqueología y etnografía. Y aunque ya no nieve como antes, todos tenemos en casa nuestra 'nevera', cuyo nombre es heredero de esos hoyos excavados en nuestros montes".


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