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El labriego y la tormenta



por José Lázaro Carrascosa

Un mar de mieses secas:
tempero de segarlas,
bochorno, calor sorda,
la atmósfera agitada,
el cielo,... encapotado,
revuelta marejada.
Olas que ayer tranquilas
bajo del sol brillaban,
las visten hoy de luto
las densas nubarradas,
y rugen al influjo
del viento, al azotarlas.
Cual peces voladores,
de las espigas saltan
granos de trigo y oro
de mies dorada y sana;
¡Que todo es fino y bueno
los años de abundancia!
Allá, sobre el ribazo,
dos codornices cantan;
por qué impulso no sé:
movidas, o asustadas,
han levantado el vuelo,
se posan,... y se callan.
Relámpagos y truenos
a un hombre le amenazan,
que impávido, sereno,
cortando mies se afana
(la riega con sudor
que de su frente mana).
Cual capitán de barco
que en alta mar naufraga,
de su deber consciente,
entero cuerpo y alma,
cumpliendo fiel consigna,
salvando va "manadas".
Manadas que harán fajos,
y fajos que harán parva
del año asegurara,...
con la que el pan en casa
de su mujer, sus hijos,
y de su madre anciana.
Por sendas de optimismo
su pensamiento vaga,...
que en vano, de aliviar
su pecho, que se carga
de angustia y de tristeza,
inútilmente trata.
¡De rayos y centellas
prosigue la descarga,
y cual salvaje fiera
la voz de un trueno brama..
seguida de una horrible
y seca pedregada!
¡Mohín de apocalipsis
que turba y anonada!
Sólo a su instinto escucha,
y sin pensar en nada,
en un fascal encuentra
refugio que le salva.
Fatiga resudando
(presagio de desgracia),
su espíritu se inquieta,
su mente se aletarga,
sus nervios se sublevan,
su cuerpo no descansa.
Con voluntad de hierro
de dominarse, trata:
que desde muy pequeño
su padre le enseñara,

que oscuro sufrimiento
aurora es del mañana.
Aquel febril momento
pasó, cual la tronada,
y cuando de su tumba,
sereno levantara,
alzó su pensamiento
y a Dios le dio, aún, las gracias.
Los rayos mortecinos
del sol, que declinaba,
fundiéndose en las mieses
del todo machacadas,
un margen de tristeza
dejaban en su alma.
Se echó la alforja al hombro,
y sin decir palabra,
como animal cansino,
con la cabeza baja,
marchó meditabundo
camino de su casa.


Trébago, diciembre de 1960



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