Asociación
  Ayuntamiento
  Dejar tu Firma
  Fiestas
  Geografía
  Historia
  Noticias
  Qué hacer
  Rally
  Revistas
  Ver Libro de Firmas
  Alojamiento rural
 
     
 

Arrieros fuimos...



Santiago Córdoba Largo
Santiago Córdoba Largo
Esta es la historia que nos cuenta Mari Luz Tutor Paramio, nieta, biznieta y tataranieta de arrieros, y que transcribimos a continuación.

Como en números anteriores de la revista, quiero contarles cómo era el trabajo de un arriero, esta vez el de Santiago Córdoba Largo y el de Teófilo Tutor Córdoba (mi bisabuelo y abuelo, respectivamente).

La historia arranca con "el abuelo Nicolás", padre de la “tía Rosario” y, por tanto, mi tatarabuelo. Él se dedicaba a la compra-venta de moscatel, y al casarse su hija le cedió el negocio a su yerno Santiago, mi bisabuelo, con el que empiezo la narración.

Durante la década de los años 30 y 40, acompañado por Isidro Martínez, y con un carro y tres machos, salían de Trébago con buena merienda destino a Navarra para comprar vino dulce en el “Pipero” de Corella.

A la mañana siguiente emprendían el verdadero peregrinar de pueblos durante 15 días. Empezaban por El Espino, Suellacabras, Narros, ... hasta llegar a Soria y desde allí se dirigían a Almazán, entrando en todos los pueblos del camino para vender algo del moscatel y seguían su viaje a Sigüenza, pasando por Medinaceli y Alcolea del Pinar. Allí, en Sigüenza, llevaban el vino a los curas, cumpliendo así el cometido del viaje. Durante todo el recorrido descansaban en las distintas posadas o casas ajenas que se ofrecían; en este último pueblo dormían en la venta “La Maña”, antes de regresar a casa (contaba que siempre preparaban un baile con los numerosos hijos del dueño).

Este larguísimo viaje lo hacían tres veces al año, antes de Navidad, Semana Santa y después de las fiestas de Septiembre.

No sólo vendían, sino que también aprovechaban para traer, por ejemplo, paciencias de Almazán a la familia, y compraban sal en Medinaceli para luego venderla en Trébago en la tienda de la “Barrena”.

Teófilo Tutor Córdoba
Teófilo Tutor Córdoba
Cuenta la tía Rosario que nunca sufrieron robos, aunque sí fuertes nevadas, y que una vez, en la época de la Guerra Civil, por la carretera encontraron a dos hombres que tenían el coche estropeado y les pidieron que les llevaran hasta Sigüenza, a lo que accedieron sin objeción. Al llegar y despedirse agradecieron la ayuda diciendo ser el General Queipo de Llanos y un subordinado que evidentemente iban de paisano.

El otro arriero de mi familia es mi abuelo “Filo”, que también se dedicó a la compra-venta desde los 15 años hasta los 21 en que realizó el servicio militar y luego se casó.

Recorría todos los pueblos del Campo de Gómara (Pozalmuro, Tajaurce, Hinojosa del Campo, Castejón del Campo, Buguero, Villaseca, Algocabe, ... Gómara).

Con la única compañía de dos machos, el carro y las banastas, en las que llevaba el aceite y el jabón que vendía en todos esos pueblos, salía de su Fuentestrún natal. Tardaba tres días en regresar con los huevos que compraba.

Un día que iba a Hinojosa del Campo, con el camino nevado y densa niebla, tenía que cruzar un río, pero esta vez el agua iba por una acequia, ya que estaban limpiando el Rituerto. Al no existir puente por esta parte, al caminar, el macho se hundió, el agua casi helada le llegaba hasta el pecho, y con dos navajas fue cortando las cuerdas de las banastas para tirar la carga y ayudar al animal. Se hirió las manos y estuvo pidiendo auxilio hasta que un cazador lo llevó a casa del alcalde, donde le dieron ropa nueva y comida caliente para reanimarlo. Una vez recuperado, y con el macho cargado de nuevo, reanudó el camino. Desde entonces era conocido como “el ahogado” y siempre mantuvo una buena amistad con el alcalde, al que visitaba en cada viaje para agradecerle la ayuda recibida.


[Anterior] [Sumario] [Siguiente]