por Chabela García de Gil
Dedico este artículo a mi marido, hijos y nietos porque ellos, como yo, aman también a aquellos pueblos.
Mis últimos días en Trébago
Después de regresar al colegio en Tudela, pasadas las fiestas de Navidad, lo que quería era que pasaran pronto los días para regresar a Trébago, pero también pensaba que serían mis últimas semanas en el pueblo y eso me entristecía, pero la vida es así, y para que tengamos bienvenidas, tiene que haber despedidas. Pasaron los meses de Enero, Febrero y Marzo, y la penúltima semana de este mes regresé por fin a Trébago. Esas últimas semanas fueron maravillosas, llenas de gran felicidad aunque con un dejo de tristeza, pues sabes que ya te vas y quién sabe cuándo volverás; en aquél entonces los viajes no eran fáciles pues no existían las comunicaciones que hay ahora.
Llegué como siempre en Trébago a casa de Félix y Amparo, en vísperas de Semana Santa, y ya se estaba esperando a todos los estudiantes. Así que en las mañanas nos íbamos a la tenería y ahí recorríamos los huertos y después de un rato llegábamos a la balsa y descansábamos en el puente y cuando las campanas de la iglesia tocaban era entonces la hora de irnos a comer. En la tarde llamaban al rosario, íbamos a la iglesia, después pasábamos por la merienda y la emprendíamos a cualquiera de los tantos lugares que Trébago tiene para pasar la tarde.
Merendábamos, jugábamos y después regresábamos para cenar en el pueblo, al día siguiente me levantaba, me desayunaba unas tortas fritas que me hacía Amparo y me iba a saludar a toda la familia, después esperaba a que salieran mis amigas de la escuela y jugábamos un rato en el frontón a las tabas o a cualquier juego. Por las tardes, después de comer, nos juntábamos y unos días íbamos a las eras, otros a caminar y así llegó el día que esperábamos a los estudiantes para pasar las vacaciones de Semana Santa y Pascua, esa tarde era muy especial pues nos reuníamos a tomar una gaseosa con la señora Aurora hasta que veíamos venir el coche de línea y corríamos para esperar y ver a los que llegaban, eran los estudiantes ya dispuestos a pasar muy bien las vacaciones de Semana Santa y Pascua.
Durante los días de Semana Santa íbamos a todas las prácticas religiosas, sobre todo el Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado de Gloria, y esperábamos con gran alegría el Domingo de Pascua de Resurrección. Ese Domingo era precioso, todo el mundo estrenaba algo, los hombres traje, las mujeres vestido, lo mismo que los niños y niñas, todos iban muy bien arreglados a misa y luego a disfrutar los bollos de Pascua en la explanada de la ermita que las mujeres habían hecho para ese Domingo. Además se bajaba a la Virgen de la ermita a la iglesia del pueblo, hasta la fiesta que se volvía a subir, entonces había santeros y la Virgen podía quedarse en la ermita, ahora eso ya no es posible, la vida cambia y tiene uno que adaptarse a las circunstancias.
Esa Semana de Pascua para mí fue muy especial, fuimos todas mis amigas y yo, junto con Tita, mi prima, que estaba de vacaciones, un día al Juncar a merendar, otro a despedirme de la Virgen del río Manzano a la ermita, y pedirle con mucho fervor y cariño que me permitiera regresar pronto, le escribí unas líneas de despedida y después fuimos a la fuente Valmayor a merendar por última vez. Otro día fuimos a la balsa y la última tarde en una era me hicieron mis amigas y mis primas un chocolate con churros, la verdad fue muy emocionante, cómo recuerdo aquella pequeña estrofa que todas cantamos:
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Adiós mi Trébago
pueblo de mi querer.
Adiós mi Trébago
cuando te volveré a ver.
No me marcho por tu gente
pues tu gente buena es,
me marcho para México
que es a donde vivo yo.
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La semana siguiente nos dedicamos mis padres y yo a despedirnos de la familia y amistades de Matalebreras, Castilruiz y Fuentestrún, la verdad las despedidas todas fueron tristes pero llenas de cariño. Los últimos tres días fueron para despedirnos de toda la gente de Trébago y sobre todo de toda la familia, la verdad son recuerdos que los lleva uno grabados en el corazón y en la mente, pues después de haber convivido un año con toda la familia y habiéndonos llenado de cariño, las despedidas eran muy tristes, además Manolo mi hermano se quedaba a estudiar en España y eso nos hacía más duro el regreso a México.
Por fin llegó el día, teníamos que regresar a Puebla, la ciudad donde vivíamos, pero mi estancia en España y sobre todo en Trébago dejó para mí maravillosos recuerdos en todos los sentidos, pues conocí a toda la familia a la que jamás olvidaré, ahora ya muchos faltan pero los llevo en mi corazón y de todos tengo grandes recuerdos. No se diga de Félix y Amparo, esa casa que fue siempre mi querida pensión y que lo siguió siendo siempre al casarme yo con Florencio, el hermano de Félix, en donde lo mismo Florencio que yo y todos mis hijos hemos pasado semanas inolvidables. Cuánto te vamos a extrañar mi querido Félix, pero desde el cielo nos seguirás siempre animando, ¿verdad?
Ese día muy temprano salimos hacia Madrid, con el corazón lleno de tristeza, pero dándole gracias a Dios por permitirnos ese maravilloso viaje. Al llegar a Matalebreras para coger la carretera a Madrid quise que por última vez mis padres pararan el coche para bajarnos y volver la mirada hacia mi querido pueblo para desde ahí dedicarle este pequeño verso:
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Adiós Trébago querido
cuando te volveré a ver
en mi corazón te llevo metido
y nunca te olvidaré |
Y así, diciéndole hasta pronto, cogimos la carretera a Madrid después de un año de cariño y felicidad.
Aprovecho para mandarles a toda la mesa directiva de Amigos de Trébago, a todos los socios de la revista, a toda la gente de mi querido pueblo, y a toda mi familia unas Navidades muy felices y un año 2001 lleno de alegría, paz y amor, y que el Divino Niño nos conceda la felicidad de vernos en nuestro querido Trébago muy pronto, con todo cariño.
Chabela
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