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Excursión a Magaña



por Juan Jiménez Pérez y Miguel Alcañiz Martínez

Salimos un 8 de agosto a las ocho de la mañana. El día anterior habíamos quedado en la puerta de Estela. Los componentes de la excursión fuimos: Adrián, Marién, Nicolás, Liher, Aitor, Iñaki, Luis, Pedro José, Lule, Juanjo, Conchita, Estela y nosotros dos. Nos dividimos en dos grupos para ir en coche por la carretera de Magaña y, justo en el altillo del mismo nombre, coger el camino que nos llevaría a nuestro destino.

Al principio el camino era bueno, pero al bajar un desnivel, el camino empezó a ser pedregoso, estrecho y con mucha vegetación a los lados. Estela y Conchita nos contaron que esa era la ruta que sus padres usaban para ir a los molinos a moler el cereal que habían recogido ese verano. Digamos que para ir con los machos es un camino bastante peligroso porque te puedes caer al barranco, pero se ve que está arreglado por la mano del hombre, que levantaba muros de piedra para hacerlo más seguro.

Mientras continuamos caminando se podían contemplar ancestrales escalones por los que bajamos hasta divisar y llegar al río Alhama (en Magaña). Mientras caminábamos por su orilla pudimos contemplar huellas de dinosaurios marcadas con tiza, a las que añadimos unas cuantas encontradas por los excursionistas. Y para que quedase constancia de nuestro hallazgo, nos hicimos unas fotos con ellas, que posteriormente aparecerían en el "Heraldo Soria 7 días" el 29 de agosto.


Magaña 1

A lo largo del río había tres antiguos molinos de los cuales sólo el primero mantiene el edificio bien conservado. La vegetación y la maleza nos impidió llegar a los otros. El primero estaba habitado por una familia que mantenía el lugar limpio y conservado. Nos explicaron que en los molinos de agua, rudimentarios pero complejos, el agua del río entraba por unas vías y su fuerza hacía mover dos piedras gigantes que encajaban y en donde se metía el grano para molerlo. Nos mostraron una lista de precios de la época en la que molían trigo, cebada, centeno,...

Al llegar a Magaña, un hombre nos explicó que el pueblo se dividía en dos partes: el barrio alto y el barrio bajo. Nosotros nos dirigimos hacía el castillo situado en lo más alto del monte. Dicha fortaleza estaba muy descuidada ya que en su interior pudimos encontrar cabras subidas por la muralla, y una gigantesca antena parabólica. Después de aquella visita, marchamos a "las piscinas", en las que almorzamos nuestros bocadillos que las abuelas nos habían preparado la noche anterior.

Tras haber llenado las "panzas", decidimos que ya era hora de regresar al pueblo porque empezaba a pegar el sol. Cogimos otra vez el camino por el que habíamos venido y subimos el valle. Mientras volvíamos, encontramos una piedra de mármol, de la cual cogimos unos pedazos. El sol calentaba mucho, y cuando llegamos al punto de partida donde habíamos dejado los coches, Juanjo sugirió que volviéramos a Trévago andando por la carretera, pero ninguno teníamos fuerzas ni ganas.

Ya en el pueblo, fuimos a "Las Escuelas" a tomar algo y, mientras tanto, Juanjo, Conchita y Estela nos sugirieron que ese mismo jueves iríamos al Moncayo. En ese instante no estábamos para responder y les dijimos que ya veríamos...


Magaña 2



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