En el umbral del invierno
y a la entrada del lugar,
por un día bueno o malo
se acabo de organizar
montería que componen
dieciocho hombres en total.
La mañana triste y fría:
parece que va a nevar.
Tomando por “La Carrera”
comienzan a desfilar
escopetas y monteros
camino que al monte va.
Sobre la marcha un momento
comienza a “gajinear”,
pero el viento rasga nubes
y el frío esperanza da...
La batida de “La Dehesa”
su barranco y su espesar,
hasta el “Hoyo del Herrero”
fue etapa sin novedad.
Tan sólo una zorra entró
que Jerónimo Beltrán
tuvo muy cerca, y no quiso
(muy deportista) tirar.
En el “Cerro los Balcones”
y por unanimidad,
se acuerda a una tirada
“El revedado” ojear,
y para ello posiciones
se fijan y hora se da.
Hacia “La mata del Ciervo”
a coger “El Pradustral”
y llegar a “Las Barderas”
diez hombres echan a andar
cruzando a campo traviesa
y en silencio “El chaparral”.
Por “La Senda el Tío Romualdo”
llegan a opuesto lugar
hombres, escopeta al hombro,
con la misión de esperar,
que cubrirán “Los Barrancos”,
“La ladera del Corral”,
“La Umbría de Peñalaza”
y el entrellano “Estrepal”.
Sin el menor incidente
este ojeo acabará,
resumen: frío y no ver
mosca o pájaro volar.
Cara a la “Peña El Mirón”,
mejor dicho, hacia “El corral”,
se encamina la cuadrilla
para luego remontar
el alto por donde cruza
la senda de “El Palancar”.
Mas antes ocurrió algo
que también hay que contar:
cosas de poca importancia
como entremés, no están mal.
Un par de conejos, buenos
estarán para cenar ...
poco nos cuesta de paso
“Los Tablares” ojear,
fue opinión mayoritaria,
por no decir general.
-“Lo que se ha de hacer, cuanto antes”
dice “El Primín”, y echa a andar.
Primero las escopetas
hemos de irnos a “El Corral”,
porque todos los conejos
cruzan hacia “El Peñascal”
arguye José “El Herrero”...
Sin nada más que objetar
los pasos encaminamos
hacia este bello lugar
do Mariano Carrascosa
hace rato que anda ya,
sobre peñas y recuerdos,
tratando de precisar
dónde reside el secreto
de un momento emocional.
Dos fogatas envidiables
la cuadrilla deja atrás.
Comienzan los ojeadores
a batir “El Estrepal”
y en consecuencia consiguen
dos conejos levantar:
dos conejos que otra vez,
en su guarida habitual,
refugio seguro encuentran
tras de lograr escapar
de tres tiros que les sueltan
uno “el José”, dos Beltrán.
-“¡Zapateros!” grita “El Pedro”
Fortunato Ruiz: “¡Muy mal!”.
Echando la culpa al frío
tratan de justificar
los tiradores su yerro…
Y aquí,... ya no pasó más;
con un buen trago de vino
se pone punto final
a este entremés que se toma
con austera probidad,
pensando en el plato fuerte
que nos puede deparar
el triunfo de nuestro empeño
que en nada mermado está.
-“¡Vamos! ¡No perdamos tiempo!”
dice Hilario “El Concejal”,
“¡Antes de comer, un ciervo
tenemos hoy que matar!”
-“¡Hoy están en los abrigos!,
¡La Mesa conviene echar!”,
A “El Periquín” se le ocurre
pensar, decir y mandar .
¡Pues a por ellos! ...los mozos
que son cinco y no son más
exclaman, y a la palabra
uniendo la acción de andar,
senda arriba en fila india
marchan hacia “El Palancar”.
Con el resto de ojeadores
concretamos el lugar,
donde hemos de hacer la espera,
como el ojeo han de echar..
-“Conviene, (agrega “El Chavisque”)
agarrar desde “El Pernal”,
y formando en herradura
las alas adelantar”.
“Sobre el alto una escopeta,
(digo yo) no vendrá mal”.
-“¡Yo me voy!” Honorio Pardo
exclama, “¡Que ha de saltar
si no es ciervo, jabalí,
en “La Roza El Tío Román”
y si es que suben no pasan,
os lo juro, a “El Palancar”!
El jefe de la cuadrilla
orden concreta da ya:
-“A la una menos cuarto
cada quién en su lugar,
al “Recuenco de la cueva”
habéis de tratar de echar
a los bichos, si es que salen”
¡Trataremos de apuntar!
(Anécdotas y leyendas
de cazadores serán
cerezas siempre en la boca
que gustan saborear)
Es por esto que Mariano,
en momento de marchar,
breve historieta relata
a Jaime Sáez Villamar
sobre el bello monolito
que a la puerta del “Corral”
se yergue majestuoso
en sitio tan singular.
Distinta decoración
y en escena todos ya.
En la solana la cueva
de negra boca esperar
parece, como nosotros,
algo ilusorio, fugaz,
que en un momento pudiera
tornarse realidad.
Y allá abajo, en “El Barranco”,
entre espeso robledal
con lumbre, vino y merienda
esperándonos están
Félix Lázaro, “El Decano”
(para los ochenta va)
y el sobreguarda del monte,
Pedro Encabo, “El Forestal”.
El cielo sigue nuboso,
el viento arrecia, y silbar
se siente arriba en el cerro
mismo que abrigo nos da,
mas no al extremo que cubre
puesto que clave será
en “La Umbría de la Mesa”
en “Las Rozas de Julián”,
donde ha encendido una hoguera
para el cierzo allí aguantar.
Suenan los primeros ecos
de voces, que al rebotar
en “La Ladera El Porrilla”,
mortecinos llegan ya...
Transcurren breves instantes
y cornetas a sonar
comienzan, para anunciarnos
que la pieza ha saltado ya.
Seguido voces ¡Que sube!
¡ahívalo!... ¡Que va!... ¡Que va!
¡Honorio!... ¡Que va hacia arriba!
¡No te lo dejes pasar!
Y llega el momento cumbre:
momento en que el animal
aparece por la loma,
con su instinto montaraz,
su nobleza y su bravura
y su ansía de libertad...
La cornúpeta cabeza
tiende al viento, y avanzar
vémosle en rauda carrera
por el umbrío estrepal.
Todos estamos atentos
y en su puesto cada cuál,
¡Emocionados! ¡Nerviosos!
pensando en cómo será
de esta apasionante escena
el desenlace final...
|
La ilusión juzgar pudiera
que va ciego el animal,
pues ya ha llegado al sabino
donde su enemigo está.
¡Mas de pronto se apercibe
y el rumbo quiere cambiar
barruntándose el peligro
y tratando de escapar!
Pero Benito Martínez
que encañonándole está,
al “marro” le descerraja
dos tiros que hacen ¡Pin! ¡Pan!…
el primero no le toca,
pero el segundo es mortal.
Al sonar este disparo
vemos cómo a tierra dar
viene la pieza... ¡Muy bien!,
gritan varios a la par.
¡Ha caído el ciervo! ¡Bravo!
¡A por él, que aquí no hay más!
Cuando por “La fuente del pino”
los monteros asomar
vemos, a correr echamos,
que “A correr se gana el pan”,
y todos encaminados
hacia el crítico lugar,
Honorio Pardo, D. Jaime
y el que esto escribe, en llegar
los primeros fuimos, viendo
aún al bicho renquear,
lo apuntillamos debajo
“La Senda del Palancar”,
y al agraciado abrazamos:
¡No hubo tiempo para más!
pues ya todos van llegando,
¡La algaraza es general!
Cazador con setenta años
y deportista cabal
al aproximarse exclama
con eufórico ademán:
¡Muy bueno... Benito... ven!
¡Te voy un abrazo a dar!
¡Qué trofeo extraordinario!
y... ¡Qué precioso animal!
Sacar la bota muchachos
que ésta la hay que celebrar.
-“Pablo Martínez ha sido
el que al ciervo ha hecho ahuecar”,
comenta Luciano Pérez,
y el ciervo ya muerto está.
¡Vamos, Hilario, Alejandro,
estudiantes ...! ¡Vamos ya!
Echemos primero un trago
y tras del trago un cantar...
la escena es movida, alegre
difícil de detallar,
pero entre todas las cosas
que a la vez en juego están,
admirar la cornamenta
del bicho, es la principal.
Se toman fotografías,
se degüella al animal,
y entre otras cosas se estima
los kilos que pesará.
- Que pese ciento noventa,
pese doscientos o más,
lo subiremos al alto,
y luego al pueblo bajará.
¡Pues vamos todos a una!
(Voz ejecutiva da
cualquiera, que en armonía,
cualquiera puede mandar).
Garrotes por parihuelas
en sentido transversal,
que empuñan fornidas manos
de hombres hechos a bregar,
solucionan el problema
de la pieza a transportar.
La pareja que a los cuernos
han el hombro de arrimar
se duelen de que las puntas
se clavan como un puñal;
la faena aunque penosa
se ha logrado superar.
Sobre el alto “escarrañado”,
la senda sin senderar
es, por olvidada, nueva,
y estratégico lugar
para un alto en la jornada
hacer, y tras descansar
un momento, y encender
un cigarro, hablar y hablar,
llegar a la conclusión
lógica que hay que llegar,
teniendo en cuenta lo poco
que prestan en Navidad
los días - ¡Pues a comer!
Pronto se elige el lugar,
mientras unos hacen lumbre
otros bajan a avisar
que suban los de la burra,
que no tardan en llegar.
El que suscribe apostaba,
(y nadie quiso apostar)
a que su tío, el Tío Félix
no se había de sentar
al corro, sin subir antes
al alto, para admirar
la pieza: así lo hicieron
él y Pedro “El Forestal”.
A su regreso, de pie,
con mucha solemnidad,
“el abuelo”, emocionado
dijo: ¡Chico... qué animal!
lo he estado examinando
¡Buen tiro! ¡Ha sido mortal!
A todos sin excepción
tengo que felicitar.
Muchas gracias, dicen todos,
pase a ocupar su lugar,
y usted el suyo, Sr. Pedro,
que la fiesta va a empezar.
Fue la comida una escena
campera y original,
presidieron la armonía,
el buen vino y la amistad.
El menú, variado y fuerte,
de nada hubo de faltar,
pues a los postres siguieron
café, puros y coñac.
Se habló de caza y de todo
cuanto se terció el hablar,
tras la anécdota curiosa
se pasa al chiste mordaz,
y tras del chiste, la apuesta
que no podía faltar:
- “Ciento noventa no pesa”…
dice el guarda, y ¡apostad!
Fortunato y el Alcalde
apuestan que pesa más...
- Cuarenta duros la culpa
tienen: pues no hablemos más,
cuando lleguemos al pueblo,
la “tonta” nos lo dirá.
El sol lució unos momentos,
momentos que aprovechar
hubo, y se aprovecharon
para unas fotos tomar.
Se ocultaría después,
para no aparecer más.
La broma sigue: entre tanto
al pueblo ha marchado ya
“El Periquín”, por su macho,
que no tarda en regresar
en el que el ciervo se carga,
y hecho esto, empieza ya
la etapa que pone a un día
de caza, punto final.
(La noticia llegó al pueblo,
y el pueblo esperando está)…
“Curuñuelos”, senda abajo,
marchamos hacia el lugar.
En “Salmocho” los pastores
al encuentro salen ya,
de vino un trago con ellos,
es más que obligado echar.
Cuando en “La Carrera” entramos
nos hacemos anunciar
disparando cuatro salvas;
(saludo convencional
que ha muchos años el pueblo
falto estaba de escuchar,
pues la afición, como al galgo
de casta le viene ya).
Todo el pueblo reunido
nuestro regreso triunfal
acoge con alborozo,
que muy bien representar
saben viejos cazadores,
que no podían faltar
a esta cita, que recuerdos
revive de tiempo atrás...
El venado que matamos...
Y aquel día de solaz
que acabó... como éste acaba
siendo un día ¡Popular!
¡HOY VEINTIUNO DE DICIEMBRE
A LA ENTRADA DEL LUGAR!
Trevago, diciembre de 1966
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