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por Pedro José García Córdoba
El día 18 de agosto, martes, dedicado a San Agapito y Santa Elena, realizamos la excursión veraniega que programa la Asociación Cultural de Amigos de Trébago. Este año de 1998 correspondió a tierras de Navarra, concretamente a San Martín de Unx, Ujué, Monasterio de Leire, Castillo de Javier, Sangüesa y Olite.
Todo comenzó divinamente, porque nadie se durmió y el autobús estaba a la hora convenida en la Puerta Verde. En total viajamos treinta y ocho personas, mujeres, niñas, abuelas, hombres y niños, por lo que hubo plazas de sobra, a ver si el próximo año nos animamos más.
Al llegar a San Martín de Unx, una vez pasado Olite, nos indican que la carretera está cortada por obras y no podemos ir a Ujué, así que los planes iniciales se trastocan, y nos desvían por Tafalla. Pretendemos desayunar en un restaurante que estaba cerrado. Cuando llegamos al Carrascal parecía que iba a llover, pero San Agapito nos echó una mano, y a partir de ese momento todo se arregló. Llegamos al monasterio de Leire, que es de origen prerrománico, del siglo XI. La iglesia románica de tres naves en su primer tramo y gótica de una sola nave en el resto. El nombre del monasterio viene de un Crucificado del siglo XIV llamado San Salvador de Leire. También hay una arqueta con los restos de los reyes navarros más antiguos. Y enfrente, la capilla de las santas Nunilo y Alodia a las que se guarda especial devoción. La puerta principal llamada puerta preciosa es del siglo XII y tiene una decoración escultórica muy bonita.
A continuación nos desplazamos al Castillo de Javier, donde nació San Francisco de Javier en el año 1506. Antes de entrar en lo que es propiamente el castillo se pasa por tres puertas y dos series de murallas, después el patio de armas, donde está la mazmorra, un poco más adelante el pozo, y dominando todo el patio la Torre del Homenaje, en cuyo interior se encuentra la exposición de armas que nos recuerda que Javier fue un castillo de defensa. A los lados de la Torre se encuentra el cuarto del santo. Se pasa por la Sala de Capellanes y agachando la cabeza porque la puerta no da más de sí, llegamos a la terraza donde se aprecia una bella panorámica.
Por una puerta ojival pasamos a la sala principal del castillo, donde se recibía a los visitantes y se les invitaba a comer. Al pie de la torre nos encontramos con la bodega y a continuación se pasa a las caballerizas, donde se da por finalizada la visita.
Como comprenderán los que no vinieron, ya teníamos ganas de comer, así que nos fuimos sin pensarlo dos veces al restaurante Yamaguchi de Sangüesa, donde disponíamos de dos menús. Paté, cogollos de Tudela, pochas de Sangüesa, chuletas al chilindrón y tarta de manzana. Y otro con ensalada, paella, pollo asado y revuelto de frutas.
A las cuatro y media de la tarde comenzábamos la visita a Sangüesa. Estuvimos en la Iglesia de Santa María la Real, catalogada como monumento nacional, es uno de los templos más curiosos de España, especialmente por la portada, una de las obras más interesantes del románico español.
Después la Iglesia de Santiago. El palacio de Ongay-Vallesantoro. El palacio de Anués y el de los Iñiguez Abarca. Y corriendo nos fuimos para Olite, previa siesta en el autobús, visitando la Iglesia de Santa María, la plaza de Olite, el Castillo con visita panorámica desde fuera, las murallas y, por último, visitamos las bodegas medievales. Alguno quería llevarse una de las cubas de vino, lo peor de todo era que no nos cabía en el Cubizaño. Con los vapores de los mostos que allí se crían nos vinimos para Trévago. Y colorín colorado la excursión ha terminado.
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