por Grupo de Excursionistas
Como una actividad más de la Asociación de Amigos de Trébago, se programó hacer una excursión en la que pudiera participar el mayor número de personas, con el fin de pasar un día agradable, conocer lugares de interés y fomentar la convivencia entre socios y simpatizantes.
El éxito de organización fue total gracias a la colaboración de Basi y, sobre todo, de Estela, que se encargó de cobrar,
organizar la comida y solucionar los pequeños problemas (pocos, la verdad) que sobre la marcha se presentaron en el desarrollo de la excursión (el más grave fue que, siendo la excursión a Santo Domingo... de Silos -Burgos- nos querían llevar a comer a Santo Domingo... de La Calzada -La Rioja-).
La participación fue masiva, ya que el martes 27 de agosto fuimos 52 las personas que decidimos pasar un día de fiesta, con
un abanico de público de todas las edades, y todas con las mismas ganas de pasarlo bien.
El itinerario tenía un atractivo especial, combinando la visita de maravillas creadas por la naturaleza con las reali-
zadas por el hombre.
Así, la primera parada la hicimos en Hacinas, pueblecito burgalés que cuenta con la existencia de varios árboles petrifi-
cados, de varios miles de millones de años de antigüedad.
De ahí proseguimos viaje a Santo Domingo de Silos, pueblo que ha ido creciendo alrededor de su famoso monasterio. Visitamos su iglesia, donde reposan las reliquias del Santo, el claustro románico del monasterio, con sus magníficas columnas y capiteles y su conocido Ciprés, y su botica, donde algo tuvo que ver en su creación o conservación un monje de apellido Palomero, apellido bastante extendido por la región (por cierto, la guía que nos acompañó en la visita se llamaba Belén Palomero, y desde aquí le agradecemos su buena labor).
Posteriormente, nos dirigimos al desfiladero de La Yecla, distante sólo 3 ó 4 Kms. de Santo Domingo de Silos. Allí pudimos
apreciar las obras de arte que crea la naturaleza usando como material la roca, como cincel el agua, y como martillo el
tiempo. Con estas tres cosas hace la naturaleza maravillas, y en La Yecla tenemos una de ellas, que merecía la pena visitar.
Volvimos después al Monasterio, porque cantaban los monjes sus rezos en Canto Gregoriano (¿quién no ha oído alguna vez
cantar a los monjes de Santo Domingo de Silos, en alguna grabación? Aquí se les podía oír en vivo y en directo, y había
que aprovechar la oportunidad).
Y de allí, a comer a Covarrubias, pueblo burgalés de hondas raíces castellanas. Comida de hermandad en Restaurante Galín,
abundante y bien condimentada, lo que hizo que los excursionistas disfrutáramos también de ese rato, viendo, además, por
los cristales, cómo llovía.
La verdad es que empezó a llover ya por la mañana, al llegar a Hacinas, y no paró en todo el día, lo que hizo que fuera una excursión pasada por agua. Llovió en Hacinas, llovió en Santo Domingo, llovió en La Yecla, siguió lloviendo en Santo
Domingo, y diluvió en Covarrubias. Todos pensábamos, mientras comíamos que si caía toda el agua del cielo en ese rato, luego
podríamos disfrutar de un paseo por el pueblo... Ilusos. Cuando salimos de comer, aún llovía más, así que, sorteando charcos y aguaceros nos fuimos a ver la Colegiata de Covarrubias.
Nos enseñaron la iglesia, con la tumbas de Fernán González, doña Sancha, su esposa, de las Infantas de Covarrubias..., el
claustro, donde reposan también los restos de la princesa Cristina de Noruega, del siglo XIII, y los tesoros del museo. Lo
más destacable del museo lo dejan para el final. El visitante ve simplemente unas puertas de madera y, al abrirlas, aparece uno de los trípticos más impresionantes de los que se puede disfrutar: La Adoración de los Reyes Magos.
No pudimos ver Covarrubias. Una pena, porque pasear por el pueblo es un deleite para el visitante, mereciendo destacar la
torre de Fernán González, el Archivo del Adelantamiento, sus calles y plazas, sus soportales...
Ya de regreso para casa pasamos por las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza. Si así son las ruinas, cómo tuvo
que ser el monasterio... Pero seguía lloviendo, no paramos, y seguimos viaje hasta Trébago.
Ni allí dejó de llover, pero eso no impidió que todos los asistentes quedáramos encantados de la excursión. A más de uno
le oímos decir que había que repetir la excursión de dos maneras diferentes. Una, volviendo por su cuenta a los mismos lugares en día de buen tiempo. Otra, que la Asociación de Amigos de Trébago organice otra para el año que viene. Incluso alguno propuso que, en lugar de una excursión, para el año que viene fueran dos...
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