por Santiago Lázaro Carrascosa
Según dice D. Nicolás Rabal, insigne y erudito soriano del siglo pasado, en su obra HISTORIA DE SORIA. SUS MONUMENTOS Y ARTE. SU NATURALEZA E HISTORIA, la conquista musulmana de la villa de Agreda, capital de la Comunidad de Villa y Tierra de Agreda, a la que pertenece Trébago, y toda su tierra y aldeas, se debió al caudillo árabe Muza hacia los años 713-714, cuando pasó remontando el valle del Duero, por Soria y su tierra, camino del valle del Ebro hacia Zaragoza, y de paso
sometiendo además de Agreda, Tarazona, Tudela, etc.
Finalizada la conquista de España por los árabes, y bajo el gobierno de los emires dependientes de Damasco, no tardaron en suscitarse las envidias, rivalidades, y como consecuencia de ellas, las luchas civiles entre los diferentes valíes, cadíes y demás jefes musulmanes, que en nombre de los emires cordobeses gobernaban las diferentes ciudades españolas y sus respectivos territorios. Esta situación de luchas intestinas entre los conquistadores, no mejoró mucho, cuando los emires de Córdoba se proclamaron independientes de Damasco salvo en los tres o cuatro primeros reinados de emires independientes, después y más enconadas, siguieron las luchas intestinas árabes.
Este período de descomposición política y confrontación entre los jefes árabes, producto de la euforia de la conquista, realizada tan rápidamente y a tan poco costo, duró aproximadamente doscientos años, y propició el que los estados cristianos del norte, el reino astur-leonés, el condado vasco-castellano, y el reino de Navarra, principalmente, arremetieran audazmente contra el emirato cordobés, ganándole en batallas sorpresivas, grandes y ricos territorios, permitiéndose,
incluso la osadía de hacer incursiones contra ciudades como Toledo y Sevilla, muy alejadas de la seguridad de sus pequeños reinos montañeses.
A principios del siglo X, el reino de Navarra fue uno de los que más se aventuró en estas expediciones, consecuencia de las cuales fue que, bajo el reinado de Sancho Garcés o García El Grande, conquistase Agreda y su tierra, además de otras zonas vecinas, y por consiguiente Trébago. Esto consta, según Argáiz, en una donación del año 927, que el rey García Sánchez I, hijo del anterior, en nombre de su madre la Reina Doña Toda, hace al Monasterio de San Millán, el Santo Patrono de Castilla, y al abad Gomesano, dando al monasterio y a sus monjes la -iglesia de San Julián en la ciudad de Agreda, donde están las Sepultu-ras y los cuerpos de los Santos Mártires, donándoles así mismo la Iglesia de Santa Cruz de Tarazona, en el barrio de Rebate.
Esta reconquista navarra de Agreda y su tierra debió realizarse hacia 916-920, y desde luego fue muy efímera, ya que por esas mismas fechas, 912, subía al trono cordobés, con el título de Califa, Abderramán III, que puso en orden toda la anarquía que imperaba en el emirato, y volvió con sus grandes dotes de mando y visión política a reconquistar la mayor parte de los territorios, entre ellos Agreda y su tierra, y Trébago, por donde se habían expandido los reinos cristianos, haciendo
a todos ellos, excepto al reino Astur-Leonés, sus vasallos sometidos a su obediencia.
De todas maneras, Abderramán III, como buen estratega, tomó debida nota de la futura potencia guerrera de los reinos cristianos y, por ello, mandó construir muchas fortalezas, castillos y atalayas, en las tres Marcas en que dividió la zona de contacto bélico con los reinos cristianos, Marca Superior, Media e Inferior, es decir, fortalezas califales. Al mismo tiempo reparó, y en ocasiones reconstruyó y también mantuvo en buen funcionamiento, los otros torreones, atalayas y fortalezas, construidas en las pasadas épocas de los emiratos dependientes e independientes de Damasco.
Dentro de este último grupo de fortalezas consideramos al torreón de Trébago, y sus similares de Montenegro, Matalebreras, Masegoso, Castellanos, Aldealpozo, La Pica, La Torre del Homenaje del castillo de Magaña, Cigudosa y la torre del castillo de la Muela de Agreda, de manufactura beréber, construidas en la primera mitad del siglo IX. Bien sabido es que la mayoría de los invasores árabes de la Península Ibérica era de origen beréber, ya islamizados, y que aún bajo el dominio racial y político, no dejaron de ejercer su influencia cultural, sobre todo en la construcción de castillos y fortalezas como el torreón de Trébago y tantos otros de esta parte de la provincia de Soria.
La atalaya o torreón de Trébago, por tanto, la consideramos plenamente de manufactura árabe-beréber, edificada en una cualquiera de las cinco décadas de la primera mitad del siglo IX.
Este torreón, con una pequeña tendencia piramidal, es como todas las fortalezas árabes de este porte, de planta cuadrilonga, con unas medidas de 7'70 m. en sus caras este y oeste, y 6'40 en las fachadas norte y sur, con aristas en ángulo recto, no redondeadas como las de Aldealpozo y Jaray. Tiene una altura de unos 16 m. incluidas almenas y dividida la construcción en cinco cuerpos, separados por una hilada de losas o piedras planas, que los marcan nítidamente. Estas tres hiladas, se corresponden interiormente con tres niveles cuyos pisos estaban sostenidos por vigas de madera empotradas en mechinales que sostenían pisos de madera. Por descontado no hay arcos de ninguna especie ni ménsulas. El tejado era de teja árabe. En cada uno de los niveles había saeteras y en las cuatro fachadas.
El espesor de los muros en su base es de 2 m., y están construidos a base de piedras irregulares, dispuestas ordenadamente por su cara más lisa y adecuada en el paramento del muro, y sólidamente aglutinadas por argamasa de cal y arena, elementos clásicos de las construcciones fortalezas de los árabes, formando todo ello un solo cuerpo, muy sólido, resistente y perdurable, y que explica su excelente conservación después de más de mil años de su construcción. Sus cuatro fachadas
están orientadas correctamente al norte, sur, este y oeste, constando el torreón para su acceso, de una puerta de entrada en la fachada oeste, con arco de medio punto, con jambas, dovelas y clave, hechos de piedras labradas, sin ninguna clase de adornos ni marcas de cantero.
Esta puerta está ubicada al nivel del primer cuerpo del torreón, lo que hace que quede a una altura del suelo, de unos cuatro metros, dispuesto así como medida defensiva, en caso de asedio o de una algara cristiana. El acceso a dicha puerta, como el de los pisos o niveles interiormente, entre sí, se hacía mediante escaleras de madera, recogiéndose la que daba acceso a la puerta, y metiéndola en el torreón, cuando este era acosado. El grosor de los muros, que en su base hemos dicho que es de 2 metros, en el remate de las almenas es de sesenta centímetros. Actualmente la planta baja es una dependencia de la iglesia, la cual está adosada a sus caras norte y oeste mediante una oradación hecha en el muro, y que hace como uno de los brazos de la cruz latina de la planta de la iglesia, y en tiempos anteriores fue también sacristía.
Actualmente, la sacristía se agrandó con una construcción adosada a la fachada oriental del torreón, en donde en tiempos árabes pudo haber existido otras dependencias de la torre, y formar un recinto fortificado, con casi categoría de medio castillo. Decimos esto, porque al hacer las excavaciones para la instalación del agua corriente y drenajes en Trébago, en las calles que rodean el torreón por el norte y el este, aparecieron restos de murallas y algunos enterramientos humanos, que creemos de la época musulmana, ya que el cementerio cristiano medieval es un recinto, ahora arbolado, al sur de la iglesia y el torreón y lindando con las dos edificaciones. Este cementerio cristiano medieval, por el sur, y la iglesia y sus dependencias por el oeste, norte y este, ocupan alrededor del torreón todos los terrenos que, en época musulmana, pudieron ser el asiento de las dependencias de un castillo de más porte, con mezquita y cementerio incluidos. Es una
hipótesis que dejamos anotada, y que solamente con excavaciones adecuadas se podría demostrar o rebatir. Junto a estos hallazgos, han aparecido en los aledaños del torreón, monedas celtíberas, romanas y árabes, que indican la ocupación muy antigua del pueblo por gentes de diversas razas y culturas.
Decimos más arriba que la construcción del torreón de Trébago la consideramos de factura árabe, realizada a mediados o poco más del siglo IX y contemporánea del castillo de la Muela de Agreda. Creemos también que este torreón, además de ser vigía y procurar amparo y refugio a los habitantes del pueblo en tiempos de algaras y luchas entre árabes y cristianos, formó parte de un sistema defensivo musulmán frente a las acometidas cristianas, a cuyo frente y jerarquía defensiva estaba el Castillo de la Muela de Agreda al mando de un valí regional, dependiente a su vez de las plazas muy fortificadas e importantes de
Tarazona y Tudela, lo mismo en la época califal que en la de los reinos taifas.
El castillo principal defensivo de la comarca de Agreda, La Muela, se comunicaba rápida y eficazmente con todos y cada uno de los torreones y torres de vigía circulares bajo su mando en pueblos, aldeas y picos montañosos. Torreones similares al de Trébago, quedan sus restos en Montenegro, Torre de la Costoya en Agreda y Olvega casi íntegras; Matalebreras, Campiserrado y Molino de Salas cerca de Olvega, con restos bien visibles; Muro de Agreda, con castillo de gran porte de factura cristiana, pero con indudable ubicación de un torreón árabe, como antes fue romano; Débanos, Beratón y Castilruiz, con pocos restos
de cimentación de castillo en los dos primeros y de torreón en el último y finalmente también en Añavieja, en un pico contiguo en el que hemos situado el torreón, restos de un castillo de más porte, pero en una cota más baja que el anterior.
Restos circulares de escombros sobre y alrededor de los cimientos, de torres vigías construidas al "barbárico modo", por tanto menos resistentes que las anteriores y más fácilmente destruibles, y de época un poco posterior, tenemos en el Cerro de Pégado; en el Cerro Campestros; en el alto de Piedras Paradas, dos torres separadas unos sesenta metros, nada más que una a una cota más alta, construida a no dudar posteriormente para tener más campo visual y de vigilancia; otra en el Cerro de Valdebuela; otra en el Cerro de San Blas con las ruinas de la ermita dedicada a este santo casi junto a ella, estas cuatro últimas en el término municipal de Agreda; en el de Muro de Agreda tenemos La Taraviela, que según nuestra modesta opinión quiere decir "Atalaya-Vieja"; en el término de Olvega tenemos La Torrecilla. Probables torres vigías las hubo en Peñagatos y Mojón Grande en Trébago; y el Otero en Olvega, en donde hemos encontrado amontonamientos de escombros, varias veces removidos y vueltos a utilizar para construir mojones de separación de términos municipales, casillas para albergue de pastores y cazadores o simplemente chozos de espera para la caza de jabalíes, zorros y otras especies, antaño abundantes por estos lares.
Hemos hecho esta relación de obras de defensa para recalcar que, tanto su profusión como su capacidad defensiva en los siglos IX, X y XI, estaban al servicio de los habitantes y del poder político al que estaban sometidos. Este poder político, salvo la breve reconquista de Agreda y su tierra como hemos visto anteriormente, por el Reino de Navarra, no era otro que el de los árabes, hasta el final del poder de Almanzor bajo el Califato de Hixemm II, y posteriormente bajo el dominio de los reinos taifas, primero de Tudela y después de Zaragoza, hasta la reconquista de toda esta tierra y Soria, Almazán y Medinaceli, por Alfonso I el Batallador, de Aragón, en 1118. Y de quienes se tenían que defender, pueblos y poder político, era, precisamente, de los reinos cristianos, reinos cristianos que fueron principalmente el reino Astur-Leonés y el Condado de Castilla, que durante estos dos siglos X y XI, además de acosar al califato de Córdoba con sus huestes en dirección sur hacia Toledo, en esta parte de la Marca Media, en su unión con la Marca Superior musulmana, a la que pertenece toda la parte
oriental de la actual provincia de Soria, y que contiene La Tierra de Agreda y con ella Trébago, la amenazaban en dirección noroeste-sureste, y después de oeste-este.
Esto sucedió así porque la configuración teórica de la frontera cristiano-musulmana, una vez finalizadas las arremetidas de Abderramán III y Almanzor, produjo una inflexión del dominio árabe en la Marca Superior muy pronunciada hacia el norte. Es decir, arrinconaron a los condados y reinos cristianos de Cataluña, Aragón y Navarra contra los Pirineos, haciéndolos sus vasallos e impidiéndoles pocas empresas reconquistadoras, mientras que no pudieron hacer lo mismo con el reino Astur-Leonés y poco después tampoco con el incipiente Condado Castellano, los cuales, a pesar de las campañas de los Califas cordobeses y sus generales, entre ellos Almanzor, no dejaron nunca de hostigarlos, consiguiendo hacer del valle del Duero en toda su margen derecha, un campo de nadie, cambiando frecuentemente de mano pueblos, fortalezas, villas y ciudades, y llevando la teórica frontera de lucha, en muchos puntos hasta el Duero, desde luego muy al sur de lo que estaba la Marca Superior, haciendo que la unión entre ésta y la Marca Media fuera una teórica línea que, atravesando el río Ebro medio alto, aguas arriba de Logroño unas veces y otras de Calahorra, fuera a parar atravesando la Cordillera Ibérica, en un principio, por las acometidas de Abderramán III, a la orilla del Duero un poco al oriente de Osma, en dirección generalizada noreste-suroeste, y a medida que nos adentramos en los finales del siglo X y los comienzos del XI, esta línea va tomando una dirección más aguda de norte-sur, lo que hace que una vez reconquistadas por los castellano-leoneses Osma, y todas las plazas hasta la curva interna del Duero, amenazan en dirección oeste-este los dominios del califato, y después de los reinos Taifas de Zaragoza y Tudela, en la parte oriental de la provincia de Soria, a la que como hemos dicho pertenece Trébago y Agreda su capital de Villa y Tierra.
Ante esta situación, no es extraño que, junto con la Tierra de Agreda y todo el resto oriental de la provincia de Soria, hasta Medinaceli, los árabes hicieran a ésta baluarte para el sostenimiento de toda la Marca Superior. No es extraño, repetimos, que los musulmanes sembraran materialmente toda esta zona oriental de la provincia de Soria de fortalezas de todas clases, para defender adecuadamente las ricas zonas agrícolas y cerealistas de Agreda, Campo Gómara, Tierra de Almazán y el rico valle del Alto Jalón.
Parece lógico deducir de nuestros anteriores razonamientos históricos, situados en el tiempo en los siglos IX, X y XI, y en el espacio a la zona oriental de la provincia de Soria, que la mayoría de las fortalezas y castillos en ella ubicados sean de manufactura árabe, primero por hallarse en comarca de dominio árabe, y segundo porque eran éstos los que esperaban defenderse de las acometidas cristianas, y naturalmente árabe es el torreón de Trébago. No se nos oculta que después, en los siglos XII, XIII, XIV y gran parte del XV, cuando esta misma zona fue frontera, y frontera muy conflictiva, entre los reinos
de Castilla y Aragón, se construyeran más castillos y fortalezas, y que otras fueran destruidas, vueltas a construir y reformadas, al nuevo estilo.
Pero de todas maneras, como decimos, una gran mayoría de estas fortalezas y castillos, y aún las basas y fundamentos de los nuevos, tienen un claro origen árabe, reforzando aún más esta opinión, la gran cantidad de topónimos de origen árabe, como "BUG" (torre) y atalaya, y que en un gran porcentaje, como hemos comprobado "in situ", allí existe o existió una atalaya o torreón árabe, como es el torreón de Trébago.
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Apéndice al artículo IGLESIAS Y ERMITAS ACTUALES Y DESAPARECIDAS EN TREBAGO (III), número 5 de la revista LA VOZ DE TREBAGO, Iglesias desaparecidas.
Por ser cosa archisabida, y por su obvio valor demostrativo indubitable, no se mencionó como el principal y más fehaciente elemento residual de la antigua iglesia románica, su primitiva pila bautismal, conservada en el interior de la iglesia, en la capilla de San José, que todavía desempeña sus funciones, y que además tiene un alto valor artístico, por sus reminiscencias mozárabes (ver Jesús García Largo, mismo número de la Revista).
Dichas reminiscencias son perfectamente explicables en esta zona de la Comunidad de Villa y Tierra de Agreda, en donde convivieron armónica y pacíficamente las tres culturas y religiones, cristiana, judía y musulmana, bajo el poder político-administrativo de los árabes, y hasta un cierto tiempo después de la reconquista cristiana.
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