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Los Orígenes de Trébago
por Jesús García Largo
En 1.979, mucho antes de que surgiese la idea de crear la Asociación Cultural de Trébago, escribí este trabajo en 30 folios. Ahora quiero que lo conozcáis pero más resumido, porque nuestra revista tiene un número limitado de folios y para no ser repetitivo con otros artículos que ya se han escrito.
Cuando lo elaboré, pensé en todos los que por una u otra razón nos tuvimos que ir. Y nuestro destino llevó en la maleta un corazón repleto de enseñanzas que nuestros antepasados nos trasmitieron y que tenemos la obligación de mantener vivas, porque las raíces son algo que penetra en la tierra y hace hondos los sentimientos.
El valor de una palabra dada, el mirar a los ojos cuando se habla, dar una educación a los hijos para que sean algo más que
nosotros, aunque sea con privaciones; mantener el hogar abierto para que los nietos vengan en verano; celebrar las fiestas con las tradiciones vivas y despedir a los nuestros con el sentimiento con que se hace en toda la Rinconada y otras muchas cosas, han formado nuestro carácter de tal forma que son parte de nuestra idiosincrasia, y nos marcan de por vida.
Yo pensé entonces que Trébago, Fuentestrún, Valdelagua se nos morían, porque la emigración hacía estragos y diezmaba a los pueblos. Todos nos tuvimos que ir, excepto una minoría. Por eso redacté el trabajo; para que quedase un rescoldo en la ceniza y pudiese prender de nuevo. Pero el verano pasado descubrí algo que me llenó de alegría.
Cuando el 30 de agosto marché de nuevo a Zaragoza, mis hijos, al llegar a Veruela, se pusieron a llorar como otras veces lo habían hecho. Querían quedarse en la Rinconada. Decían que en el pueblo podían jugar, hablar con todo el mundo, entrar en todas las casas como si fueran la suya propia. Y descubrí lo importante que eran los sentimientos.
Y esto me hizo reflexionar: sentí que estábamos vivos y por muchos años, porque, si mis hijos deseaban volver al pueblo era
porque algo nos unía, y descubrí que lo que nuestros padres nos habían legado había servido para algo.
Y cada vez que volvemos al pueblo observo al llegar a Agreda que sus ojos brillan de otra manera, con la luz que sólo el cielo nuestro sabe reflejar y las estrellas de la noche saben dibujar al raso. Y eso me hace sentirme el más feliz del mundo. Y es que vuelvo a mis raíces.
Este artículo quiero dedicarlo al origen de Trébago. El próximo, a la descripción del patrimonio cultural que tenemos.
El origen de Trébago es muy antiguo, tanto que es posible que desde la invasión celta, sobre el año 700 a.C., ya existiese. Los celtas se establecieron en la Meseta como pueblo agricultor y pastor. Habitaban en castros fortificados en alturas, para dominar el valle y controlar a los enemigos. Portan consigo objetos de hierro e introducen este metal en la península.
Nosotros conservamos ya restos de inscripciones en lengua celtíbera, que José Lázaro guarda celosamente en su museo. También
molinos de piedra arenisca, moldes de fundición para fabricar puntas de flechas, etc. No sabemos el emplazamiento certero de Trébago en estas fechas, pero los restos encontrados indican que existió el poblado, como también lo hubo en Fuentestrún, en las Peñas de Castejón, donde sí se encuentra la muralla caída, y en El Espino.
Un estudioso, Ramón Menéndez Pidal, a principios de siglo, habla de que el sufijo "aco" se encuentra por millares en topónimos de la meseta, y que es de origen celta. Habla de ejemplos claros de origen celta y cita a Sayago, Litago, Sarnago y Trébago, como enclaves de este pueblo. Lo que no es poco, afirmar que Trébago ya existía en fechas anteriores a la llegada de los romanos a España.
La presencia del pueblo romano en Trébago queda confirmada y demostrada de dos formas; una, por los restos encontrados, otra
porque así lo citan historiadores de la época romana.
El documento histórico en que se deja constancia del origen de Trébago lo cita J. Blasco en la página 560 de su libro "Nomenclator histórico, geográfico, estadístico y descriptivo de la provincia de Soria", de 1.909. En él dice:
"Según Dextro, (cronista romano del año 105) hubo entre León y Astorga otra ciudad más antigua que la de León, de lo cual se supone emigraron algunos de sus moradores a las sierras de la celtiberia y se establecieron en un nuevo hogar que bautizaron con el nombre de la ciudad de que procedían, habiendo venido a ser el Trébago de nuestra provincia".
Fijaos bien, el año 105 de nuestra era.
Los hallazgos de la época romana se localizan en la parte meridional del pueblo. Allí se han encontrado piezas de cerámica denominada terra sigillata, ladrillos de pavimento, opus tesellatum, monedas de época imperial, tuberías de conducción de agua de plomo, y en el paraje denominado Carramagaña abundantes tejas de la época.
Sin embargo los hallazgos más importantes son:
- Una inscripción en la casa del santero, junto a la ermita, que traducida a nuestro idioma habla de un voto que alguien hace a Hércules por un favor recibido. Si está ahí es porque se aprovecharía al acarrear material para construir la ermita.
Hércules es dios romano de caminantes y comerciantes. Y fijaos qué coincidencia, la Virgen del Río Manzano es patrona también de trajinantes (comerciantes) y arrieros.
- El segundo hallazgo importante es una estela funeraria encontrada en una finca de la familia Delgado López, con esta inscripción: "A Marco Culiérico, hijo de Gusiono, augur. Murió de 35 años, en el límite de los arcobrigenses. Marcelo la dedicó y cuidó de hacerla".
Esta estela habla de una ciudad, Arcóbriga, la actual Monreal de Ariza y nos dice que el área de influencia de su poder llegaba hasta Trébago.
- El tercer hallazgo es otra estela con esta inscripción "Junio Gaelo, hijo de Gabilo, de 55 años de edad, murió. Su hijo Arenia cuidó de hacerla".
No creo que sea necesario insistir más en la presencia del pueblo romano en nuestras tierras, solamente recalcar que estamos
situados en la calzada o camino que desde Augustóbriga (Muro de Agreda), atraviesa Matalebreras, donde existe un miliario romano, llega a Fuentestrún, donde existe una villa en el Plantío, llega a Trébago, y se pierde en dirección a Valdegeña atravesando el Madero.
Tras la época romana perdemos la huella arqueológica y literaria de estas gentes de Trébago y no la volvemos a encontrar
hasta el siglo XI.
La llegada a la península de los árabes en el año 711 despobló estas tierras. Solamente Magaña y Agreda quedan como puntos fuertes de la presencia árabe en la zona. Y esta tierra oriental soriana será frontera entre los reinos de Aragón, Navarra y Castilla y quedará sujeta a los vaivenes que marque la reconquista.
En el año 915 se cita a Trébago, cuando el rey de Navarra, García Sánchez, conquista Agreda y su comarca a los musulmanes. Pero estos territorios se pierden y no son reconquistados definitivamente hasta 1119, año en que Alfonso I, el Batallador, rey aragonés, repoblará hasta Soria todo el territorio.
Por tanto, es entre los años 915-1119 cuando la presencia árabe en Trébago es un hecho. Y nos queda como vestigio la torre de la iglesia o atalaya defensiva, que posteriormente se incorporó a la misma.
Intuimos esa presencia árabe porque de esa época son el castillo de Agreda, el de Vozmediano, el de Débanos y el de Muro de
Agreda. Epoca en que los árabes fortalecen esta Civea ante el avance de los reyes cristianos, y además construyen las atalayas vigías de Trébago, Montenegro, Matalebreras, Cigudosa, Olvega, Campiserrado, Araviana, Torrambil, etc.
Estas fortalezas pasarán en 1134 al rey de Castilla, Alfonso VII, que las repoblará definitivamente. A partir de esta fecha Trébago comienza a resurgir de nuevo, y su atalaya, como bien afirma Santiago Lázaro, defendía y vigilaba el paso natural constituido por la parte norte de la Sierra del Madero y la Sierra Mediana, que separan las cuencas de los ríos Duero y Ebro.
Así pues, desde el siglo XI, Trébago comienza de nuevo a tener vida, en la frontera, entre Castilla, Navarra y Aragón, dependiendo del obispado de Tarazona y del reino de Castilla. Y a partir de estas fechas ya encontramos referencias constantes sobre Trébago y pueblos vecinos en los archivos de Agreda, por lo que no creemos necesario continuar con nuestro relato histórico. Solamente concluir con que debió de existir una primitiva iglesia románica rural porque en el exterior de la iglesia se encuentran aprovechadas como paramento dos lápidas funerarias de la época. Y en el interior se encuentra la pila bautismal. Ejemplar prerrománico exquisito, según pude deducir cuando observaron en la Facultad de Letras de Zaragoza las fotos que les mostré. Tiene arcos de herradura entrecruzados y decoración floral. Denota influencias mozárabes indiscutibles. Sería para practicar el bautismo por inmersión, dadas sus medidas, con 77 cms. de altura y dos diámetros de 120 y 80 cms. Su forma es troncocónica invertida.
Y no creáis que no me ha costado encontrar estos datos; datos de los que debemos sentirnos orgullosos porque nuestro pasado casi tiene dos mil años, y aunque la cultura urbana va robándonos nuestros modos de vida ancestrales, no debemos darnos por vencidos, porque aún estamos vivos. Y que así sea por muchos años.
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