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Un Viaje a México en 1925



por Irene, Iris y Berta Lázaro

En Trébago, hasta los años treinta aproximadamente, se mantuvo una costumbre según la cual, cada primero de año, una cuadrilla de jóvenes del pueblo accedía a la condición de mozas. El pago, ese día, de cierta cantidad de dinero a los mozos, era el gesto que ratificaba el "ascenso de categoría".

El día de Año Nuevo de 1915, las chavalas a las que por edad les correspondía "dar la peseta" se negaron a hacerlo, tal vez, considerando el tributo excesivo e injusto, y en represalia, no fueron admitidas en el baile vespertino. Los desairados mozos invitaron a participar en el mismo a las mocillas más jóvenes, que de esta forma vivieron anticipadamente la experiencia que hubiera correspondido a sus contestatarias antecesoras.

Mercedes Carrascosa, que tenía entonces 12 años y medio, y que por esta inusitada circunstancia acudió al baile, seguramente estaba lejos de imaginar que aquel chaval, Andrés García, que aún no había cumplido 15 y que le hizo compañía esa tarde heladora, era la persona con la que compartiría su vida, a lo largo de casi el siglo entero. Este encuentro fue el inicio, al menos en la memoria de Mercedes, de una relación que, diez años más tarde, después de superados avatares diversos, culminó en un matrimonio que duró 68 años.

Este matrimonio tuvo lugar en México en 1925. Andrés se encontraba allí, y fue Mercedes la que tuvo que viajar, en solitario, a su encuentro. Narrar las circunstancias que determinaron que esto fuera así, y los pormenores de este viaje (toda una aventura en esta época), es lo que nos proponemos en esta crónica.

En 1920 ambos habían surcado los mares en diferentes direcciones: Mercedes acompañó a su hermano Manuel a Buenos Aires, (donde otros dos hermanos tenían un próspero y prestigioso negocio de peletería), y Andrés había partido a México, motivado fundamentalmente por dos razones: la ausencia de Mercedes, y la amenaza que suponía su inminente entrada en quintas, dada la situación del Ejército Español en Marruecos. A este respecto, su padre le había ofrecido la posibilidad de comprar la exención del servicio militar (se conocía como "sacar al mozo de cuota", y era una opción legal, aunque no asequible a la mayoría) pero él prefirió, con ese dinero, emigrar en busca de fortuna.

Las dificultades de un viaje de este tipo en aquella época eran grandes, especialmente en el caso de una mujer. Así, tenemos constancia de que los documentos que las autoridades argentinas exigieron a Mercedes fueron los siguientes: un certificado del Juez, haciendo constar que no había estado nunca bajo la acción de la justicia por delitos contra el orden social, un certificado expedido por el médico haciendo constar que no había padecido, ni padecía de enajenación mental, y otro del Alcalde en el que certificaba que no había ejercido la mendicidad. Además de todo esto, necesitaba un pasaporte expedido por el Gobernador. Finalmente, tuvo que conseguir otro certificado del Alcalde acreditándola como viajante de perfumería, curioso requisito teniendo en cuenta que Mercedes nunca había desempeñado ni desempeñaría semejante oficio. Las autoridades españolas, por su parte, además de varios documentos personales, exigían el consentimiento de los padres, otorgado ante el Juez municipal.

Durante los años 1920-1924, Mercedes y Andrés, a pesar de la enorme distancia y de sus respectivas ocupaciones en Argentina y México, mantuvieron su relación por correspondencia, y planificaron su vuelta a España en el verano de 1924, decididos a contraer matrimonio en Trébago.

Sin embargo, sus planes no pudieron llevarse a cabo tal y como habían imaginado. El regreso de ambos tuvo lugar en la fecha prevista, pero una circunstancia inesperada impidió la celebración de su boda. Andrés tuvo conocimiento, de forma casual, de una denuncia que había contra él por prófugo. No había realizado el servicio militar y, aunque a su vuelta a España se había acogido a un indulto, pesaba cierta incertidumbre sobre su situación legal. Esto le obligó a tomar rápidamente una seria decisión. Al día siguiente de enterarse de la noticia, en el transcurso de una celebración familiar (el 20 de octubre de 1924) Andrés comunicó a Mercedes, y a los familiares más próximos, la necesidad de marcharse, y la urgencia de hacerlo, para evitar su más que probable incorporación al Ejército Español, involucrado de nuevo en operaciones militares en el norte de Africa. Al amanecer del día 21 partió de Trébago, casi en secreto, nuevamente hacia México, quedando así necesariamente aplazado su matrimonio...

Sin embargo, la decisión de ambos al respecto era firme, y puesto que Andrés no podía volver a España, de forma inmediata al menos, se hacía necesario que Mercedes viajara a México. Seguramente, a la hora de la despedida, en el pensamiento de ambos estaba la idea de reunirse lo antes posible. Desde la perspectiva de nuestro final de siglo quizás resulte difícil valorar adecuadamente la determinación y el coraje necesario para emprender un viaje de estas características, en circunstancias tan difíciles, y en esa época... Mercedes contó, a este respecto, con el apoyo de su madre, Irene -nuestra bisabuela-, que supo comprender la decisión de su hija, sin duda chocante en el medio social y en los tiempos en que les tocó vivir.

Así, en enero del siguiente año (1925) Mercedes, habiendo recibido de Andrés el pasaje y dinero para el viaje, se dispone a llevarlo a cabo. En su equipaje, pocas cosas. Entre ellas, su forzosamente reducido ajuar, algunos vestidos y un abrigo de piel, regalo de sus hermanos peleteros de Argentina.

En las primeras etapas de su largo periplo es acompañada por Rosario García (hermana de Andrés), su hermana Constantina y por Nicolás Lázaro, esposo de esta última. Fueron en macho (único medio de transporte disponible en Trébago en esta época) hasta Matalebreras. Allí tomaron un coche de línea, que les llevó a Tarazona, y después otro coche de viajeros hasta Tudela. Aquí, Mercedes se despidió de Rosario y Constantina, y al día siguiente, continuó con Nicolás el viaje hacia Bilbao, en tren.

Tenía un pasaje de segunda "clase económica para señoras", en un barco de la Compañía Transatlántica Española, llamado "Infanta Isabel". En Bilbao, donde estuvieron un par de días antes de que el barco zarpara, establecieron contacto con un conocido de Andrés, D. Braulio Iriarte, español residente en México, de profesión molinero, que estaba al tanto del viaje pues también se dirigía a México en el barco de Mercedes. Precisamente, ella recuerda el apoyo que supuso la presencia de D. Braulio y su familia en el tiempo que duró la travesía: casi las únicas horas que pasó fuera de su camarote fueron las que compartió con ellos en la zona del barco reservada a los pasajeros de primera clase.

El 7 de febrero de 1925, tres semanas después de que saliera del puerto de Bilbao, el "Infanta Isabel" arribó a Veracruz. Este era el destino de Mercedes, y aquí le esperaba Andrés. Sin embargo, debido a su condición de mujer soltera que viajaba sola, no le fue permitido desembarcar con el resto de los pasajeros. Andrés subió al barco, y consiguió hablar con ella, pero a pesar de sus esfuerzos, no logró que las autoridades correspondientes cambiaran de parecer. Su decisión al respecto era tajante, tal vez esperando una compensación económica, que ni Mercedes ni Andrés estaban en condiciones de ofrecer. Así, ella se vio obligada a permanecer dentro del barco, que continuaba su viaje hasta Tampico, puerto situado al norte de Veracruz, y destino final de la travesía. Tres días tardó el barco en recalar nuevamente en Veracruz, en lo que ya era para el "Infanta Isabel" su viaje de regreso a España, y que debieron suponer para Mercedes largas horas de incertidumbre, preocupación y tremenda soledad. Andrés, mientras tanto, había desplegado una gran actividad, utilizando todos los recursos a su alcance para conseguir que Mercedes no fuera obligada a volver a España. Recurrió a los familiares de un veterinario que por entonces había en Trébago (llamado D. Alejandro Romera) que tenían un comercio en Veracruz. Ellos le ayudaron a contactar con el cónsul español, que una vez enterado del asunto, y ante la insistencia de Andrés, decidió intervenir, haciendo las gestiones oportunas con las autoridades mexicanas. La condición para que Mercedes fuera admitida en el país era que se casara inmediatamente con Andrés, y así, cuando el "Infanta Isabel" llegó a Veracruz, Mercedes pudo bajar del barco, escoltada por la policía del puerto, para dirigirse sin demora a las Oficinas del Registro Civil de Veracruz, donde contrajo matrimonio con Andrés a los pocos minutos de pisar tierra mexicana.

El matrimonio religioso tuvo lugar el 22 de febrero, en la ciudad de Puebla. Tras la ceremonia, que tuvo lugar a las ocho de la mañana, Mercedes preparó personalmente la comida para sus invitados, un grupo reducido, de unas quince personas, entre las que no faltaban los trebagüeses residentes en Puebla.

Y en la Ciudad de México, donde actualmente reside, en el verano de 1996, Mercedes Carrascosa Lázaro rememoró esta historia para nuestra revista.


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