por Fernando Clavel Pardo
Pocos animales han provocado entre nosotros una antipatía tan intensa, cuando no una repulsión casi visceral, como las serpientes. En nuestra cultura de tradición Judeo-Cristiana, se las ha asociado con siniestros poderes malignos y en la mirada fría de una culebra parecen sublimarse la astucia y la maldad. La cultura popular les atribuye también pecados más terrenales, como su pretendida afición por la leche: según se creía, la culebra no dudaba en obtenerla de
cualquier teta, ya sea de animal doméstico o de madre incauta que se durmiera con el niño mamando (eso sí, la intrépida serpiente introducía su cola en la boca del muchacho, a modo de chupete, para que su llanto no la delatara).
El hombre de campo sabía además, por experiencia, que algunas culebras producían picaduras dolorosas (en algunos casos, incluso mortales) así que, desde tiempo inmemorial, se les declaró una guerra sin cuartel en la que, como ahora veremos, pagan "justos por pecadores". La finalidad de la presente colaboración no es que ahora nos resulten simpáticas a todos, sino dejar las cosas en su justo término, aportar algún dato sobre las serpientes que nos podemos encontrar en Trébago y su posible peligrosidad.
Entre nosotros viven sólo unas pocas especies de las casi 2.700 que existen en el mundo. La mayoría de ellas habitan en regiones cálidas y tropicales, cosa lógica si tenemos en cuenta que son animales de "sangre fría" (es decir, su metabolismo es tan primitivo que dependen mucho del ambiente para alcanzar la temperatura adecuada para tener actividad). En consecuencia, en nuestro clima no se dan las condiciones óptimas para que abunden las serpientes, y las que hay deben aletargarse durante los períodos fríos, cosa que hacen enterradas, en madrigueras, o bajo grandes piedras.
La característica más evidente de las serpientes es su extraordinario alargamiento y ausencia de extremidades, ya que se desplazan reptando: producen ondulaciones con el cuerpo que fluyen de la cabeza a la cola y, al encontrar resistencia en el suelo gracias a las escamas del vientre, son propulsadas hacia delante. Son cazadoras que consumen una gran variedad de animales, a los que tragan enteros gracias a su capacidad de separar las mandíbulas. La mayoría de las que podemos encontrar en Trébago no son capaces de inocular veneno, ya que no poseen dientes especializados para ello. Como ejemplo citaremos las Culebras de Agua (Gº Natrix), que sólo poseen multitud de pequeños dientes para sujetar a sus presas (observar la ilustración).
La Culebra Bastarda (M. monspessulanus), ha desarrollado un pequeño diente acanalado al final de su boca, con el cual inocula saliva tóxica a sus presas a medida que las va engullendo; de esta manera los paraliza y le resulta más fácil tragarlos. No es probable que una mordedura de esta culebra resulte peligrosa para el hombre, puesto que, aparte de poseer un veneno poco potente, resulta difícil que pueda inyectarlo.
Más sofisticado resulta el sistema inoculador de veneno que poseen las víboras. Existe la creencia de que la víbora "pica" con su lengua estrecha y partida en dos (popularmente se le llama "izcle"), pero ello es falso. En realidad poseen grandes glándulas de un veneno que son capaces de inocular gracias a dos largos colmillos que se proyectan hacia delante cuando abren la boca. Las víboras utilizan esta auténtica inyección de veneno para matar a las pequeñas presas de las que se alimentan, pero cuando se sienten muy amenazadas intentan morder cualquier cosa. Más adelante comentaremos cuáles
pueden ser los alcances de una mordedura de este tipo.
A continuación citaremos las especies que hemos encontrado en Trébago y sus alrededores, así como una breve reseña de cada una de ellas:
Lución (Anguis fragilis), que en Trébago se llama unción. Popularmente se considera a este animal como una culebra muy peligrosa, pero las dos cosas son falsas: en realidad, el lución es un lagarto que no tiene patas y sólo es un pariente lejano de las serpientes. Es completamente inofensivo, pues no posee veneno y su carácter tranquilo y poco ágil ha dado lugar a la falsa creencia de que es ciego, como refleja el refrán "si la unción viera y la víbora oyera, no habría hombre que al campo saliera" (también es falso que las víboras no oigan).
Como todos los lagartos, el lución posee párpados (no así las auténticas serpientes) y puede perder la cola en caso de peligro; esto último, unido al brillo de barniz de sus escamas y a su tacto duro y rígido, le vale, en algunos lugares, el nombre de culebra de cristal.
Es de pequeño tamaño, pues no suele rebasar los 50 cms., y en Trébago no es raro encontrarlo bajo piedras en lugares frescos y húmedos como praderas, arboledas, huertas y matas de roble.
Culebra de agua (Natrix maura). Es completamente inofensiva, pero, cuando es molestada, se defiende imitando bastante bien a la víbora (por eso se le llama también culebra viperina). Para ello, hincha la cabeza , que toma una forma triangular, y comienza a silbar y amagar ataques, aunque nunca se atreve a morder; además, la coloración de su cuerpo suele ser marrón con una línea oscura en zig-zag sobre el dorso, con lo que la confusión entre una y otra es fácil a primera vista. Todo ello puede impresionar al atacante, que cree estar ante una víbora, y temeroso de recibir una dolorosa picadura,
puede huir; pero si es un hombre, probablemente le aplaste la cabeza y se marche a casa pensando equivocadamente que ha matado un peligroso animal. La longitud máxima que puede alcanzar esta culebra es de 75 cms., y la encontraremos casi siempre en o muy cerca del agua, donde se alimenta de ranas, sapos y renacuajos. En Trébago era bastante frecuente cuando existían zonas con agua, pero, tras estos prolongados años de sequía, se ha hecho bastante rara.
Culebra de collar (Natrix natrix). También se la considera una culebra de agua, aunque esta puede encontrarse a veces lejos de ella, siendo igualmente inofensiva. Debe su nombre a que los jóvenes de esta especie presentan una mancha amarilla en el cuello en forma de collar, aunque va desapareciendo a medida que crecen. El cuerpo es marrón con manchitas negras por el dorso y cabeza, y tienen los ojos con un llamativo color rojizo. Puede llegar a medir 110 cms. y en
Trébago no es una culebra frecuente.
Culebra lisa meridional (Coronella girondica). Es una inofensiva y pequeña culebra de hasta 65 cms que podemos encontrar con relativa frecuencia en Trébago, sobre todo en las carreteras, donde les gusta tomar el Sol o calentarse en el asfalto al atardecer; la hemos encontrado incluso dentro del pueblo. Su coloración de fondo es grisácea con manchas más oscuras en el dorso, presentando una línea oscura que atraviesa el ojo en diagonal y un vientre amarillento manchado de negro.
Culebra lisa europea (Coronella austriaca). Es muy parecida a la anterior, de la que se diferencia externamente por tener el vientre negruzco. Igualmente inofensiva, en Trébago es más rara, encontrándose sólo en lugares bastante umbríos del monte.
Culebra de escalera (Elaphe scalaris). Su nombre se debe al dibujo que presenta en el dorso, en forma de escalera de dos palos, con los travesaños anchos sobre un fondo de color marrón. Sin embargo, las culebras jóvenes tienen un color blanco marfileño con pintas negras y sólo llevan marcados los travesaños, sin las bandas laterales o palos de la escalera; de aspecto muy robusto, puede alcanzar el metro y medio de longitud. Es una especie no venenosa, aunque posee un carácter bastante agresivo: su primera reacción es la de huir pero, una vez acorralada, hace frente, en medio de sonoros
silbidos, mordiendo con rabia si se tercia. Este mordisco es inofensivo, aunque, al tratarse de una culebra fuerte, puede ser doloroso. Se dice que es algo friolera y que gusta de lugares secos y cálidos; es quizás por ello que en Trébago es poco frecuente (sólo la hemos encontrado en un par de ocasiones).
Culebra bastarda (Malpolon monspessulanus). Ya la hemos citado anteriormente como una serpiente potencialmente venenosa. Por ello habrá que desconfiar de ella y andarse con cuidado para evitar su mordedura, de efectos muy variables según el tamaño del animal, la intensidad del bocado, y la propia persona atacada. En un adulto normal y sin problemas de alergias lo habitual es que no tenga más consecuencias que una inflamación local poco importante. Cuando es sorprendida, esta culebra huye con bastante estrépito pero, si no puede hacerlo, levanta la parte delantera del cuerpo y la cabeza,
silbando aparatosamente e intentando morder, (aunque es difícil que lo haga si no se le agarra).
Es la culebra española que puede alcanzar un mayor tamaño, llegando algunas a medir 2'5 metros, aunque lo habitual es que no
sobrepasen el metro y medio. El colorido es muy variable aunque, por lo general, los jóvenes son pardos con motas claras u oscuras irregularmente repartidas por el cuerpo, con el vientre blanquecino. Las culebras mayores suelen tener una tonalidad verdosa en el lomo, con los flancos azul sucio y vientre amarillento. No es frecuente en Trébago.
Víbora hocicuda o común (Vipera latastei). Es la única serpiente peligrosa que nos podemos encontrar en nuestro pueblo. A continuación, vamos a ver algunas diferencias que nos permitirán distinguirla de otras especies inofensivas:
- Las víboras tienen el hocico claramente levantado. Las culebras lo tienen redondeado.
- Las víboras presentan el ojo con la pupila vertical. Las culebras tienen la pupila redonda.
- Las víboras tienen un cuerpo más rechoncho y la cola es muy pronunciada. Las culebras son más estilizadas y la cola se confunde con el cuerpo.
- No nos fiaremos únicamente de la línea dorsal oscura, porque ya hemos visto que hay culebras que también la presentan.
Las víboras pueden medir hasta 70 cms. de longitud y se alimentan, fundamentalmente, de pequeños mamíferos como ratones y topillos. En Trébago, la víbora no es rara, pudiendo encontrarse en casi cualquier lugar (incluso dentro del pueblo); parece gustar de paredes y montones de piedras para refugiarse, así que hemos de tener precaución en esos lugares y fijarnos bien donde nos sentamos y donde ponemos las manos; tampoco es conveniente andar descalzo por el campo. También hay que tener cuidado al recoger gavillas de leña en el monte, pues se han dado casos de víboras que se refugian en ellas (es recomendable usar guantes de trabajo).
La víbora común, a pesar de su temible fama, no es agresiva si no se le molesta, intentando huir cuando descubre nuestra presencia; las mordeduras sólo se producen cuando intencionada o casualmente son molestadas. Su veneno es menos potente que los de otras especies de víboras; es más fuerte el de la víbora áspid (V. aspis) pero dudamos que esta especie se encuentre en Trébago, aunque sí aparece en el Norte de la provincia de Soria hasta las proximidades de Oncala.
Cuando desgraciadamente se ha producido una mordedura por víbora los síntomas inmediatos van a ser generalmente:
- dolor intenso en el lugar de la mordedura, que pronto se pone amoratado.
- nauseas y vómitos.
- sed intensa.
- agotamiento y enfriamiento de pies y manos.
- puede aparecer la orina teñida de rojo por hemolisis.
Tan alarmante cuadro puede variar mucho según la cantidad de veneno inoculado, el lugar de la picadura y la sensibilidad individual de la víctima ante los tóxicos. En tanto es atendido por un médico, se procederá de la siguiente forma:
- se tratará de tranquilizar al mordido conservando, en la medida de lo posible, la serenidad.
- se le acostará de forma que el miembro afectado quede a nivel más bajo que el resto del cuerpo; ello dificultará la difusión del veneno.
- se lavará la pequeña herida con agua oxigenada.
- con una goma, pañuelo, cordón de calzado, o cualquier trozo de tela que tengamos a mano, se comprimirá el miembro afectado por encima de la mordedura, pero procurando no apretar demasiado y desatando la ligadura de minuto en minuto.
- se le darán bebidas calientes, no excitantes y en abundancia.
Lo que no debemos hacer:
- aplicar alcohol ni desinfectantes fuertes.
- aplicar calor.
- hacer torniquete fuerte, ni cortar, ni succionar la herida.
- darle bebidas alcohólicas.
En los efectos inmediatos producidos por el veneno de las víboras y su posterior evolución clínica, juega un importante papel el factor psíquico, hasta el punto de que se han dado casos de personas mordidas por especies inocuas que han fallecido víctimas de un fuerte shock. Realmente, el veneno de la víbora común es poco potente, y sólo una pequeñísima proporción de mordeduras acaban con la muerte de la víctima, siendo estos casos, generalmente, personas con unas
defensas anormalmente bajas o con problemas alérgicos.
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