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Encuentro con David Ruiz



por Conchita Delgado Escribano

Nuestra revista, que sirve de información a todos los socios y simpatizantes de Trébago, va provocando reencuentros entre gente que en su momento vivió en el pueblo y que de repente, por esas casualidades de la vida, cuando alguien nombra Trébago dice, yo lo conozco, estuve allí... Así fue cómo llegué a conocer a David Ruiz, veterinario jubilado, residente en Logroño.

Nos cuenta David que estudió Veterinaria y ejerció en el año 1953 en Fuentelmonge, provincia de Soria. Allí conoció al Dr. Arangüena, médico del mismo pueblo que se trasladaba por el partido en una tartana tirada por un macho. Recuerda que en una ocasión el macho se asustó y acabaron los dos en una poza cercana al camino.

Ejerció en Montejo de Tiermes y después fue a Almarza y a Las Palmas de Gran Canaria, desde donde llegó a Trébago en el año 1956, cuando Conrado Córdova era alcalde.

Recuerda que en su estancia en Trébago se hospedó un tiempo en una zona de la casa de la Barrena y otro en casa de la tía Nicolasa, que tenía una tienda de comestibles y vivía con su hija Isabel, que estaba casada con Primín.

Recuerda también a la familia de Higinio, Rufino y Gumersindo Delgado y a Andrés García y su esposa, que vivían en México, aunque viajaban mucho y volvían con frecuencia a ver a su familia.

Por aquella época D. Félix era el cura párroco y Ángeles Pérez la farmacéutica, que había venido de Madrid.

David era veterinario de Trébago, Valdelagua, Fuentestrún, El Espino y Suellacabras. Hacía las visitas a todos los pueblos andando. Al Espino y Suellacabras iba una vez cada 15 días y a los otros pueblos a diario.

En Valdelagua entabló buena amistad con Timoteo y Jacinto a donde a veces el médico los llevaba a él y luego a su esposa en una moto Guzzi.

Hoy, David Ruiz, a sus 83 años, vive en Logroño y hemos tenido la suerte de escuchar sus experiencias porque afortunadamente conserva una memoria prodigiosa, y gracias a ello hemos podido rescatar un poco de nuestro pasado.

Nos cuenta cómo en Trébago se cambiaban los panes recién hechos en el horno por panes duros, porque así les duraba para más tiempo, ya que el tierno se consumía más rápido y había que hacerlo durar.

Recuerda que en una ocasión, con D. Zoilo, veterinario de Castilruiz, y otras personas, fueron a pescar cangrejos al río de Añavieja, por supuesto sin licencia. Pasó mucho miedo, pero el botín mereció la pena, porque llenaron un saco. Nunca volvió a repetir la experiencia.

De Trébago se trasladó a Almarza. Aquel año estuvo helando un mes entero, y recuerda que cuando se levantaba se lavaba con agua completamente helada.

Hace muchos años que no tenemos funcionarios residentes en Trébago, pero los que nos vamos encontrando recuerdan el frío que pasaron en estas tierras y conservan un grato recuerdo del cariño y calor humano que encontraron en las gentes que las habitaban.


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