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EL TREVAGÜÉS QUE LLEGÓ DEL FRÍO



por Teodoro Córdoba Jiménez

¡Y por fin llega el momento más esperado por nosotros desde hace 5 meses cuando volvimos de nuestro primer viaje y conocimos a nuestro hijo!: el 2º viaje a Rusia, concretamente a Niznhy Nóvgorod, para el juicio de adopción y poder traer a nuestro pequeño Alex (Alejandro) con nosotros. Han sido unos meses muy duros, aparte de por el tiempo transcurrido, más de los 3 meses que nos dijeron que era lo habitual, sobre todo porque en todo ese tiempo no hemos tenido ninguna noticia de Alex, de si estaba bien o mal, si tenía algún problema, y esa incertidumbre era muy difícil de soportar. Pero por fin, después de varias llamadas a Rusia para tratar de informarnos y de ver si se podía agilizar todo el proceso, sobre el 20 de julio, llegó la tan esperada noticia: el día 13 de agosto teníamos que coger el avión para Moscú, para estar en Niznhy el domingo 15 de agosto (Niznhy Nóvgorod es la 3ª ciudad más poblada de Rusia, tras Moscú y San Petersburgo, con 1.700.000 habitantes, es una de las más industriales y, geográficamente, se encuentra en la misma latitud que Moscú a unos 400 Kms al este; durante parte de la época soviética, desde 1932 hasta 1990, se llamó Gorki en honor al famoso poeta nacido en esa ciudad).

Así pues, el viernes 13 de agosto, cargados con mucho equipaje (sobre todo para Alex ya que llevamos una silla de paseo para bebés, ropa, pañales y muchos alimentos: potitos, leche, cereales, etc., ya que no sabíamos qué o cómo comía), salimos desde Trévago con toda la ilusión del mundo en dirección al aeropuerto de Barajas, para coger esa noche, a las 23 h 55 m, el vuelo SU 300 de Aeroflot con destino Moscú. Al contrario que en el primer viaje, no coincidimos con ninguna pareja que fuera con nuestro mismo objetivo.

Llegamos a Moscú a las 6'30 h hora rusa (2 horas menos en España) del sábado 14 de agosto y, aunque lógicamente no está todo nevado como en nuestro primer viaje en marzo, está diluviando y para ser mediados de agosto, incluso en Rusia, hace bastante frío. Nos espera Margarita, la traductora rusa que ya nos había recibido y acompañado en nuestra estancia en Moscú en marzo; la saludamos como si fuese una vieja amiga (realmente se portó muy bien en el primer viaje, haciendo de guía para nosotros una tarde y enseñándonos el metro, la Catedral de Cristo Salvador, la Plaza Roja, la Basílica de San Basilio, el Kremlin, el mausoleo de Lenin.). El chofer que nos espera es también el mismo que en el primer viaje y, como la primera vez, también ahora en el trayecto desde el aeropuerto a Moscú (unos 30-40 Kms), vamos bastante intranquilos por la forma de conducir, no sólo de nuestro chofer, sino de casi todos los conductores: sin cinturones de seguridad, a mucha velocidad, cambiando continuamente de carriles. Nos lleva al mismo hotel en el que estuvimos la primera vez: el Hotel Rossia, si no el más grande, sí uno de los más grandes de Europa (que por cierto, según me contó Margarita, a final de este año, lo iban a tirar para construir otro de cinco estrellas, al cual sólo podrán ir el 0'5 % de los rusos, los nuevos multimillonarios, ya que la situación social de Rusia en estos momentos es penosa). Este hotel está situado estratégicamente en Moscú: a 100 metros de la famosa Plaza Roja y como ocupa toda una manzana, desde las habitaciones de 2 de sus laterales se ve todo el conjunto de la Plaza Roja, con el Kremlin y la Basílica de San Basilio. En esta ocasión no tenemos reservada habitación, ya que nuestro tren para Niznhy Nóvgorod sale a las 14'30 h; dejamos las maletas en la consigna del hotel, quedamos con Margarita que pasará a recogernos a las 13'30, y como son aún las 8'30 h, decidimos descansar un poco en el hall antes de salir a dar un paseo y ver si mientras deja de llover.

Estando allí, llegan dos parejas españolas (una de Madrid y otra de Málaga) con sus dos hijas de menos de un año ya en brazos; ambas vienen de Niznhy, la ciudad de Alex, y una de las niñas es de su misma casa cuna; ¡qué emoción!, ¡se conocerían, serían amiguitos y compañeros de juegos! Son 2 niñas preciosas y, en apariencia, muy bien cuidadas (eso nos agrada mucho). Nos ponemos a hablar y a preguntarles todo lo que se nos ocurre, mientras hacen los trámites para alojarse en el hotel. Cuando ya suben a sus habitaciones, nos despedimos deseándonos mutuamente toda la suerte del mundo. Ya solos, deseamos que pasen cuanto antes los próximos 3 ó 4 días para poder estar en su misma situación: ya con Alex en Moscú esperando volver a España.

A eso de las 10, aunque sigue lloviendo, salimos del hotel hacia la Plaza Roja, con la esperanza de poder sacar algunas fotos y de que pase el tiempo lo antes posible. Pero todo es inútil; cuando estamos en la Plaza, empieza a diluviar y nos tenemos que refugiar en las puertas de unas galerías comerciales subterráneas que están detrás de la Plaza Roja. Allí, esperamos hasta las 11 a que abran y, calados y con mucho frío, bajamos a la zona de restaurantes y nos tomamos un par de cafés y algo para desayunar para entrar en calor. Ya bastante repuestos, salimos; ya casi no llueve. Volvemos al hotel y mientras esperamos a Margarita en el hall para ir a la estación de tren, llega una pareja italiana con otro niño adoptado, y nos dedicamos a observarlos pensando que pronto estaremos nosotros en esa situación.

Ya en la estación, montamos en el tren (es un tren que, por las películas, me recuerdan a los de los años 50 de España); la velocidad media es de unos 50-60 Kms/h; nuestro vagón se divide en compartimentos de 4 literas y vamos en uno sólo para nosotros). Después de colocar el equipaje, intentamos dormir un poco, pero nos puede más la ansiedad de llegar cuanto antes, por lo que nos ponemos a hablar de todo lo acontecido y a ver el paisaje que al paso del tren se va presentando ante nosotros: bosques, ríos, pequeños lagos, así como pequeños pueblecitos con casas muy modestas.

Llegamos sobre las 20 h 30 m; nos está esperando una traductora distinta a la del 1er viaje: esta se llama Irina y parece muy agradable (como curiosidad, estuvo casada con un cubano, al igual que la traductora de Niznhy de nuestro primer viaje, aunque ahora ambas se encontraban divorciadas). Nos lleva, no a un hotel, sino a un apartamento reformado que la Agencia tiene para los segundos viajes, es decir, cuando ya se viene a recoger a los niños, con el fin de que la convivencia con el niño sea mucho más fácil y cómoda. Después de deshacer las maletas, cenamos un poco de la comida que hemos traído desde España y nos acostamos, porque mañana es uno de los que más hemos esperado en los últimos 5 meses: el día de volver a ver a nuestro hijo Alex.

Así pues, el domingo 15 de agosto, nos despertamos muy temprano y esperamos impacientes hasta las 8'30 h, que es cuando hemos quedado que pasarán a recogernos. Hoy no llueve, está despejado pero no hace calor. Llegamos a la casa cuna puntuales, ya que la visita la tenemos a las 9. Entramos y nos sentamos a esperar en los mismos sofás del pasillo que la 1ª vez en marzo; viene la médica de la casa cuna que, por las vacaciones de la directora, es la máxima autoridad de la casa; habla con Irina y manda a una cuidadora a buscar a Alex. Mientras, nos ponemos unas bolsas de plástico en los zapatos y unas batas y mascarillas para poder estar con el niño. Al poco rato, vemos aparecer a lo lejos a Alex en brazos de esa cuidadora. ¡Qué alegría! ¡Después de 5 meses lo volvemos a ver! Entramos en la misma sala de visitas que la 1ª vez y nos dejan a Alex. ¡Por fin, después de haber soñado con este momento durante mucho tiempo, lo tenemos en nuestros brazos de nuevo! A simple vista, está mucho mejor de lo que nos esperábamos; se le ve gordito, sin ninguna marca o herida en la piel (aquí, por el clima, hay muchos mosquitos y nos decían que era muy normal que los niños estuviesen llenos de picotazos). Él no nos extraña; con sus enormes ojos nos mira y nos señala; lo ponemos encima del cambiador que hay en la sala y vemos como quiere echar los pasitos para andar; te agarra los dedos con mucha fuerza para sentirse seguro al dar esos pasos. Pasamos así con él, hablándole, jugando, sacándole fotos y vídeo algo más de 45 minutos, tiempo que se nos pasó casi sin darnos cuenta, hasta que entra otra vez la cuidadora para llevárselo de nuevo con el resto de los bebés. Nos da una pena enorme el tener que volver a dejarlo, pero esta vez ya sólo va a ser durante 2 días, ya que si todo va bien, el martes 17 iremos a recogerlo definitivamente, para ya no separarnos más. Con esta idea salimos esperanzados de la casa cuna, y más aún, viendo las buenas condiciones en las que se encuentra. Ya de vuelta en el apartamento, Irina nos comenta un poco como va a ser el juicio de mañana y nos deja un guión con lo que tendremos que decir delante de la juez, tanto Bego como yo.

Después de comer, decidimos dar un paseo; siguiendo las indicaciones de Irina (o eso creíamos), nos disponemos a intentar llegar al hotel donde estuvimos en el 1er viaje que estaba situado en un paraje precioso, con unas vistas a los ríos Volga y Oka maravillosas (como curiosidad, si el Ebro nos parece que es un gran río, al lado de cualquiera de estos dos se le podría considerar como un riachuelo); pero nos equivocamos de dirección y no encontramos el hotel. Después de unas 3 horas de paseo y repasando entre los dos las respuestas al guión del juicio, volvemos al apartamento con el deseo de que pasen cuanto antes las horas para llegar al juicio.

El lunes 16 de agosto nos despertamos también muy temprano y, aunque el juicio era el 2º del día y era a las 11'30 h, nos pasa a recoger Irina a las 8'30 h. Lo primero que hacemos es ir a unos grandes almacenes, que se encuentran al lado del apartamento, a comprar 5 cajas grandes de bombones de la marca más prestigiosa en Rusia, para dárselas al finalizar el juicio a: la Juez, el Fiscal, la Secretaria, la Asistente del Ministerio y a la representante de la casa cuna. Una vez comprados estos regalos, nos dirigimos andando hasta el juzgado, que está situado en una calle peatonal muy céntrica a una media hora andando de nuestro apartamento: Esta calle es muy bonita y es muy bulliciosa durante todo el día, ya que, además de muchas tiendas y comercios, hay muchos puestos de ventas de todo tipo de cosas a lo largo de la misma: artesanía, cuadros, regalos, refrescos, ...

A las 11'45 nos llaman y entramos a la sala: solamente estamos nosotros, Irina la traductora, Nina la abogada, además de las 5 personas a las que les llevamos los bombones. A pesar de esto, todo es muy ceremonioso; nosotros estamos de pie en el centro de la sala, delante de la juez. El juicio dura aproximadamente 1 hora; salimos de la sala mientras la juez y el fiscal deliberan; al cabo de 10 minutos, nos llaman y volvemos a entrar: la juez procede a la lectura de la sentencia, por la cual, se nos concede la adopción de Alex. ¡Por fin, legalmente Alex ya es nuestro hijo, aunque sentimentalmente ya lo era desde que lo conocimos en marzo! En este momento nos ponemos a llorar y a dar las gracias a todas las personas presentes; descargamos todos los nervios, emociones, penalidades y frustraciones acumulados a lo largo de los últimos meses y años, en este largo proceso que, por fin, tiene un final feliz. ¡Definitivamente nuestros sueños se han hecho realidad! Ya sólo nos queda recoger mañana martes a Alex (¡por qué no hubiese sido posible hoy!) y no separarnos nunca más de él. Nada más salir del juzgado empezamos a mandar mensajes con el móvil a nuestra familia (hija, padres y hermanos) informándoles de que ya nos han concedido la adopción y que, por tanto, Alex ya es nuestro hijo (sabemos que esta noticia les causará la misma felicidad que a nosotros, ya que en todo momento conocían nuestra idea de adoptar, nos han apoyado y han sufrido como nosotros en estos largos meses y años de espera). Mientras Irina y Nina se van a realizar las gestiones necesarias para intentar que mañana podamos volver con Alex a Moscú, nosotros nos quedamos paseando por la calle peatonal, que hoy, si cabe, nos parece más bonita que nunca (además, acompaña el tiempo, ya que hace sol e, incluso, hace calor). De camino a nuestro apartamento, nos paramos en todas las tiendas infantiles que vemos y, en una de ellas, compramos unos zapatitos, un gorro y un chupete para Alex.

Cuando llegamos a la calle del apartamento, para celebrar el resultado del juicio, entramos a comer a una pizzería (como todo en Rusia, las pizzas son enormes, al igual que los helados, las cervezas, los refrescos, ...; además, es muy típico, incluso en pleno invierno, nosotros lo comprobamos en marzo, que la gente vaya comiéndose los helados, o bebiéndose las cervezas o refrescos, que son de tercio, por la calle). Como nos ha sobrado casi la mitad de la pizza, la llevamos al apartamento para cenar, descansamos un poco y para que la tarde no se nos haga tan larga, salimos a dar una vuelta por los grandes almacenes, donde por la mañana hemos comprado los bombones y por los alrededores. Además, compramos pañales para llevar a la casa cuna y dejárselos para otros niños.

De vuelta en el apartamento, lo primero que hacemos es preparar todo lo de Alex: la ropa que le pondremos, dejar preparado el calienta biberones para su primer biberón, los potitos, comprobar la silla de paseo que hemos traído para darle su primer paseo, es decir, como unos padres que van a tener a su hijo mañana por primera vez.

Y llegó el DÍA, martes 17 de agosto; éste sí que es el día D. Si ayer, el día del juicio, era el gran día, hoy es el momento mágico y soñado por nosotros desde hace mucho, mucho tiempo. Además la climatología parece que nos ha querido acompañar, ya que el cielo está totalmente azul y el sol comienza a calentar de acuerdo con las fechas en las que estamos (incluso aquí en Rusia). Llegamos puntuales a la casa cuna, a las 9, y a los 5 minutos nos traen a Alex; lo cogemos y nos fundimos en un abrazo los 3 (sólo faltaría que estuviese aquí nuestra hija Eva para que la felicidad fuese completa); empezamos a cambiarle y ponerle la ropita que le hemos traído. Cuando terminamos, se acerca una cuidadora y, llorando, se abraza y besa a Alex, deseándole todo lo mejor. Antes de irnos, le damos a la médica de la casa cuna, para los niños que se quedan, los pañales que hemos comprado, unos cuantos potitos de los muchos que hemos traído y fruta variada que hemos comprado esta mañana por indicación de Irina, así como unas botellas de champán para el personal de la casa cuna.

Ya en el coche, llevo a Alex en brazos; no para de mirar todo lo que ve a su alrededor: coches, autobuses, camiones, edificios, árboles, ... Todo esto parece que es nuevo para él (y con casi total seguridad lo sea). Ya en el apartamento y siguiendo el horario que nos han dado y que hacía en la casa cuna, le ponemos el pijama y lo acostamos en nuestra cama (no hay cuna): aunque al principio llora un poco, no tarda en quedarse dormido. Mientras duerme, Irina y yo vamos a la sede de la policía a recoger el pasaporte de Alex, con lo que ya nos podemos ir esa misma noche para Moscú. Cuando vuelvo al apartamento, ya se ha despertado y está recorriendo la casa con Bego llevándole de la manita o gateando. Como es la hora de su comida, sacamos los potitos que hemos traído de España y en un visto y no visto, se come dos potitos de verdura con carne y medio de frutas (o tenía mucha hambre o come muy bien o ambas cosas). Después de su primera comida con nosotros, decidimos que, como hace muy buen día, vamos a salir de paseo con él, en el que seguro que es su primer paseo con silla por su ciudad, para que le dé el sol y el aire y si se cansa, que se duerma paseando. Esta vez sí que conseguimos llegar al hotel donde estuvimos la primera vez, paseamos por la ribera de los dos ríos que pasan por la ciudad (Volga y Oka), por el Kremlin (significa "fortaleza" y todas las ciudades rusas tienen el suyo) y llegamos de nuevo hasta la calle peatonal, que ahora con Alex, aún nos parecía más atractiva. Ya de vuelta en el apartamento, como no ha dormido prácticamente nada en la silla (seguro que no sabe dormir en ella, ya que sería su primer paseo), lo acostamos en la cama para la siesta y mientras hacemos el equipaje para, a las 21'30 coger el tren de vuelta a Moscú. Ya en el tren, como Alex tiene mucho sueño, bajamos la persiana de la ventanilla, cerramos la puerta y, él en la silla de paseo y nosotros en las literas, nos disponemos a dormir.

A las 5'30 h del miércoles 18 de agosto llegamos a la estación de Moscú; Alex está dormido y, como podemos, lo abrigamos bien y lo baja Bego sin despertarlo. Margarita nos espera y me ayuda a bajar el equipaje; en un taxi nos lleva nuevamente al Hotel Rossia. Esta vez, sí tenemos reservada una habitación para medio día, ya que si todo va bien y acabamos los trámites burocráticos en la Embajada de España y en el Consulado de España, esa misma tarde partiremos rumbo a Madrid. Subimos a la habitación y acostamos a Alex en la cama; nos duchamos y Bego se acuesta hasta que se despierte Alex; mientras, yo bajo a desayunar y a las 8 me voy con Margarita a realizar todos los trámites a la Embajada y el Consulado español, que no están muy lejos del hotel. Como lo podemos realizar todo por la mañana, pasamos también por la central de Aeroflot para cambiar los billetes para Madrid, que teníamos para el sábado 21, para esta misma tarde.

Con todas las gestiones realizadas, vuelvo al hotel y, como hace un día muy bueno, salimos con Alex a pasear por la Plaza Roja y sus alrededores. ¡Hoy sí que disfrutamos completamente del paseo por estos lugares tan simbólicos de Moscú, y no como en nuestro primer viaje, o hace 4 días cuando aún no teníamos a Alex, y no nos apetecía nada hacer turismo! Después de este paseo, volvemos al hotel para darle de comer y comer algo nosotros y prepararnos, porque a las 3 de la tarde pasa a recogernos Margarita para llevarnos al aeropuerto. El viaje es aún más penoso que a la llegada, ya que ahora vamos con Alex en brazos, con un tráfico muy denso y a la misma velocidad y con la misma forma de conducir que a la llegada. Cuando llegamos al aeropuerto respiramos con tranquilidad y pensamos: ¡Gracias Dios mío! Allí, nos despedimos de Margarita, agradeciéndole todas sus atenciones y cuando vamos a facturar el equipaje, nos encontramos con una pareja de Madrid que también vuelve con una niña un mes más pequeña que Alex que han adoptado, y con su otro hijo de 4 años que también habían adoptado en Rusia hace 2 años.

Por fin, a las 19'15 despega el vuelo SU 299 de Aeroflot con destino Madrid y con nosotros 3 en su interior, poniendo por tanto fin a la estancia en la Federación Rusa y empezando a cumplirse, definitivamente, el sueño que desde hace tiempo teníamos de abandonar Rusia y llegar a España para poder estar con Eva. A las 22'15 aterrizamos en Barajas y sobre las 23 h, después de pasar los controles y recoger el equipaje, salimos a la sala de espera donde están esperándonos mi hermano Javi y su novia Cristina para llevarnos de vuelta a Trévago (en el caso de Bego y mío, y por primera vez, a este nuevo trevagüés que es Alex), donde llegamos a las 2 y media de la madrugada del jueves 19 de agosto (por cierto, era el día del cumpleaños de nuestra hija Eva; así pues, le íbamos a hacer el regalo que ella más deseaba y quería desde hacía mucho tiempo: el tener a su hermanito con ella; como no sabía que veníamos ese día, creía que llegábamos el sábado, cuando se despertó, entramos a su habitación y le dejamos en su cama, junto a ella, a su hermanito y su cara de felicidad y el poder abrazarnos los 4 juntos por primera vez, fue uno de los momentos de mayor alegría de nuestras vidas).

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