por Andrés Tutor Barranco
Al principio de la Guerra Civil española, cuando todo era descontrol, es cuando más injusticias se cometieron de ambas partes, amparándose en una u otra ideología, ya que en muchos casos de denuncias que se hicieron, alegando motivos políticos, en el fondo eran problemas de tipo personal, envidias, rencillas, etc. Eso sucedió en muchos pueblos donde la gente más que nada eran hablantines y bocones, pero ignorantes en cuanto a las ideologías se refiere, y por lo tanto en el fondo no tenían convicciones firmes, ya que realmente no sabían de qué se trataba, aunque ellos alegaran lo contrario.
Mi madre me contó la siguiente anécdota: Más o menos a los 8 días de comenzar la guerra, el cura de Trébago era D. Fernando, y provenientes de Navarra llegaron al pueblo dos camiones con un píquete de Requetés, se bajaron, y marcialmente marcharon hasta encontrar al sacerdote y le preguntaron: ¿¡Quiénes son las Izquierdas de este pueblo!? D. Fernando, hombre sabio, levantando su mano izquierda, les contestó: ¡Aquí la única Izquierda de este pueblo es ésta, que es la mía! Y así, con cajas destempladas, los Requetés se marcharon a fastidiar al próximo pueblo. Esta atinada respuesta del Sr. Cura sin duda salvó de una cárcel segura a varios Bocones del pueblo. Entre ellos estaba mi abuelo Mauricio y mi padre, y por supuesto al día siguiente que se fueron los Requetés, mi abuelo o el "tío Magaña", como lo conocían en la región, pasó de ser un apasionado come-curas convirtiéndose ahora en un furibundo Falangista.
Una de las cosas típicas del pueblo, todavía a mediados de siglo, era la llegada de los "americanos" con sus famosos "Aigas", que solía ser todo un acontecimiento. Hablaban sobre sus experiencias en las Américas, colmaban de regalos a sus parientes y en general, por ser triunfadores, eran vistos como una clase muy especial, y uno que otro, sobre todo si había nacido en América, se autoconsideraba de una clase superior. En uno de esos viajes por los años 40 llegó a Trébago Laura García Sánchez con algún acompañante, y fueron recibidos en la casa de su prima, que era la tía Mercedes y, como ameritaba la ocasión, la comida fue de manteles largos, como siempre acostumbró a sus huéspedes americanos la tía Mercedes. Y empezó lo que al principio fue una amena tertulia, pero Laura hizo un comentario en el sentido de que era orgullosamente americana. Su sobrino, Segundo Córdova, le contestó que ella había nacido en Trébago. Laura le replicó que no, que había nacido en Teziutlán, México, y se armó una auténtica discusión al estilo Bizantino, con dimes y diretes, hasta cierto punto muy normal, dada nuestra idiosincrasia española, y por supuesto todos tomaron partido, y la cosa aparentaba ir a mayores. Entonces, Segundo se levantó tranquilamente, y sin decir nada se fue, con lo que aparentemente se acabó la discusión.
Minutos antes de terminar la comida, Segundo regresó con un papel en la mano, mandó guardar silencio y empezó a leer: En Trébago el día tal ... bla ... bla ... del año ... Y para terminar, este papel que les acabo de leer está firmado por el juez de paz y lleva el sello del Ayuntamiento de Trébago de donde lo acabo de recoger y se llama ACTA DE NACIMIENTO y pertenece a Laura, por lo tanto aquí quedan demostradas dos cosas: la 1ª, que yo tengo la razón, y la 2ª, que mi tía Laura es una mentirosa porque sí nació en Trébago.
En el año de 1950 yo era un niño de 7 años y fui testigo de un penoso incidente, protagonizado por un niño de 8 años llamado Jesús Domínguez pero mejor conocido como "el Andaluz" y un señor americano de nombre Basilio Barranco y que tenía 37 años de no ir a España, pues salió del pueblo a la edad de 9 años. El niño iba acompañado de su madre, prima de Basilio, y era mi tía María. Y Basilio, al verlo, le gritó: "Hey Chucho ven para acá". El Andaluz, ni tardo ni perezoso, le contestó: "El Chucho lo será Usted", acompañada su respuesta con par de sendas pedradas que tuvo que soportar Basilio y si no fueron mas es porque la tía María lo agarró.
En mi opinión, el causante de este vergonzoso altercado que pudo haber terminado como un hecho sangriento, tiene un nombre, y es ni más ni menos que D. Miguel de Cervantes y Saavedra, porque no le explicó a esta versión moderna del "niño Jesús" que, en México, Chucho es el diminutivo cariñoso como se les denomina a los Jesús, y a mi tío Basilio no le recordó, 37 años después de salir de Trébago, que en España la palabra "Chucho" se les dice a los perros.
Y ya para terminar, cuando Basilio y la tía María aclararon que se trataba de un mal entendido y que después de veinte mil explicaciones el Andaluz terminó por aceptarlo, debo decir que los mejores amigos que Trébago conoció en el año de 1950, fueron Basilio y "el chucho".
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