Asociación
  Ayuntamiento
  Dejar tu Firma
  Fiestas
  Geografía
  Historia
  Noticias
  Qué hacer
  Rally
  Revistas
  Ver Libro de Firmas
  Alojamiento rural
 
     
 

Leyendas de Trébago



por Santiago Lázaro e Irene Lázaro

INTRODUCCIÓN
Todos los pueblos antiguos son ricos en cuentos populares, tradiciones y leyendas que son, en muchas ocasiones, la historia misma de esos pueblos, transmitida de generación en generación, por medio de la palabra, antes de que aquella pudiera escribirse. Es natural que al narrar los acontecimientos, dependiendo de la simpatía o antipatía, admiración o decepción del narrador ante dichos acontecimientos, estos se modificasen en su fondo y forma de acuerdo con esos sentimientos. Con la invención de la escritura se remedió en gran parte este inconveniente. Sin embargo, los pueblos no abandonaron la costumbre tradicional de transmitir de padres a hijos las leyendas y cuentos, que de este modo han llegado hasta nosotros.

Todas esas leyendas y tradiciones están adornadas con detalles producto de la imaginación e inventiva de los narradores, sin olvidar que todas ellas tienen un fondo verdadero, que puede comprobarse con una simple observación de la historia. De esta combinación de lo real con lo imaginativo resulta esa misteriosa atracción, tan especial, que ejercen en todo aquel que las escucha.

El pueblo español, de rancia y antigua estirpe, tiene una azarosa historia de invasiones, conquistas, y choques entre distintas culturas, hasta que pudo culminar su unidad e independencia políticas. Posteriormente fue conquistador de sus antiguos dominadores, descubridor y colonizador de nuevos continentes y, durante algunos siglos, adalid de la cultura y civilización mundiales. Es natural que con esta turbulenta historia tenga una cantera inagotable de acontecimientos, para que de ellos se deriven con gran profusión leyendas y tradiciones, en las cuales es rico por excelencia.

Trébago, además de poseer todas las leyendas que por su carácter nacional son comunes a todos los españoles, tiene, y también en abundancia, las suyas propias. éstas constituyen por sí solas, una faceta importante de su rico folklore.

A continuación narraremos dos de las más antiguas: La leyenda de la Peña del Mirón y la leyenda de las simas del Palancar y el Sabinillo.


Peña El Mirón LEYENDA DE LA PEÑA DEL MIRÓN
Acerca de este monolito, se cuenta en Trébago una leyenda que, por sus características, es la que acusa reminiscencias y hechos más antiguos.

En tiempos muy remotos, tal vez prehistóricos, habitaba en el poblado un hombre dotado de una habilidad y fuerza muscular extraordinarias. Es lógico que con tales atributos y considerando la época a que nos referimos, en la que imperaba la ley del mas fuerte, despertase la admiración y el respeto entre sus convecinos, por lo que llegó a ser jefe de la comunidad, imponiendo su autoridad directiva sobre ella.

Pero es el caso que, provocados quizá por envidia, y con la intención de desacreditar al Hércules, comenzaron a circular entre los habitantes rumores de que el tío Sartén, que así se llamaba nuestro personaje, no tenía, ni mucho menos, la fuerza de que alardeaba, que era como cualquier otro de los hombres por él gobernados, y que por lo tanto no estaban justificados el respeto y la autoridad que se le otorgaban.

Estas murmuraciones provocaron una honda división entre los habitantes del lugar, que se agruparon en dos bandos, defendiendo unos la efectividad muscular del tío Sartén y acatando, por tanto, su autoridad, y otros negando todas sus facultades de poder físico, desconociendo, en consecuencia, su supremacía sobre los demás.

Siendo tan importante y de tanta trascendencia el asunto que se ventilaba, no tardaron en caldearse los ánimos hasta el punto que tal cuestión casi llega a resolverse por medio de las armas. Y así hubiera sucedido si el tío Sartén no hubiese tomado la drástica resolución de demostrar, definitivamente y para siempre, ante todos, que poseía los atributos en los cuales cimentaba su autoridad. A tal efecto, convocó al pueblo para que, en determinado día, se reuniese en el paraje denominado Peña del Mirón, y que allí en presencia de todos, realizaría la proeza más grande su vida, al poner en posición vertical, con la sola ayuda de sus fuerzas, una piedra de unos diez metros de largo por unos cuantos de ancho, que yacía horizontalmente en aquel lugar.

Llegó el día señalado, y ante el regocijo de sus partidarios y el asombro de sus detractores, hizo efectiva la hazaña de levantar por sí solo el enorme peñasco. El entusiasmo y respeto por el Hércules no tuvo limites, y hubiera seguido ejerciendo su mandato, ya sin disputa, a no ser que nada más terminar su proeza cayera exánime al pie mismo de la peña, que desde entonces se conoce como Peña del tío Sartén. Sin duda, y debido al enorme esfuerzo, algún órgano interno se lesionó tan seriamente que le privó de la vida.

La consternación y el dolor por tan grande desgracia fueron enormes, y creyéndose el pueblo culpable de ella, y temiendo el castigo de sus dioses paganos, sepultaron al tío Sartén al pie de la piedra que él levantara, siendo este paraje, a partir de entonces, lugar de culto y peregrinación en memoria del héroe.

Esta leyenda, que se ha transmitido de padres a hijos desde tiempo inmemorial, aunque desvirtuada en su forma, puede tener un fondo de verdad, que apunta la posibilidad de que el monolito descrito, sea obra humana.


LEYENDA DE LAS SIMAS DEL PALANCAR Y EL SABINILLO
En relación con estas simas hay entre los habitantes del pueblo una especie de superstición que las hace temibles, por existir en ellas algo misterioso y sobrenatural. En la imaginación popular son insondables, pobladas por raros y misteriosos seres, habitantes de las profundidades de la tierra, y por lo mismo, pretender bajar a ellas es una locura además de un suicidio. Se dice que varias personas que intentaron el descenso amarradas a largas y resistentes cuerdas, al llegar a una determinada profundidad, pidieron a gritos llenas de terror a quienes las ayudaban en la tarea, que las izaran rápidamente, llegando a la superficie, en ocasiones, completamente desmayadas.

Una vez, un atrevido forastero que se mofaba del respeto y terror que entre los trebagueños inspiraban dichas simas, se aventuró a bajar a ellas, por su propia cuenta y sin ninguna compañía. Sucedió, según cuentan, que el sujeto bajo, sí, pero que jamás volvió a aparecer, ni vivo ni muerto, y que todos los artefactos y cuerdas usados para el descenso fueron encontrados sin desperfecto alguno a la entrada de la sima.

Asimismo, la tradición popular asegura que en este lugar se encontraron antiquísimas vasijas llenas de monedas de oro pertenecientes al tesoro de un convento de monjes templarios, cuyas ruinas se encuentran no lejos de allí. También se dice que las almas de esos desgraciados monjes aún vagan en las profundidades de las simas, vigilando celosamente su tesoro. Respecto a la destrucción de este convento y del trágico destino de sus monjes, existe otra leyenda que relataremos en un próximo número.

Por otra parte, a estas cuevas también se les hace habitación y morada de los Isabelitos, bandidos que a principios del pasado siglo aterrorizaron a los habitantes de esta comarca con sus fechorías.

En cierta ocasión, para tranquilidad de los vecinos de Trébago, se determinó hacer una investigación a fondo de las simas para ver qué había de verdad en todos sus misterios. A tal efecto se pidió un voluntario valiente que acometiese la empresa de bajar y hacer una detenida exploración de lo que hubiere en ellas.

Ayudado por otros vecinos, fue amarrado cuidadosamente. Y provisto, además, de buenas antorchas para poder ver mejor lo que aconteciese a su alrededor, inició el descenso. Cuentan que, apenas había traspuesto la zona iluminada por la luz del día, comenzó a oír en tomo suyo tal algarabía de horrísonos aullidos y gritos tan lastimeros y dolientes, que de inmediato solicitó a los que habían quedado en la superficie, le subieran lo más rápidamente posible.

Interrogado acerca de lo que había sucedido, no pudo declarar nada coherente. Solamente, de entre la confusión de tantos y tan variados ruidos y gritos, llegó a percibir, no muy claramente, unas palabras pronunciadas por una voz lúgubre y cavernosa que decía: "María saca los cedazos".

Ante tan evidentes pruebas de que en aquel lugar sucedía algo extraordinario e insólito, los que habían planeado la aventura optaron por dejar las cosas como estaban y no meterse en más averiguaciones por si acaso les alcanzaba algún maleficio, como los que suponían mortificaban a las almas de los antiguos monjes templarios. Aún, hoy día, estas cuevas siguen ejerciendo una atracción misteriosa para todo aquél que conoce su leyenda y se aventura a pasar por sus alrededores.


PUNTUALIZACIONES SOBRE LA LEYENDA DE LA PEÑA DEL MIRÓN Y LA DE LAS SIMAS DEL PALANCAR Y EL SABINILLO
En 1946 escribimos sobre las leyendas locales trebagueñas, recogidas a través de narraciones de padres, abuelos y otros familiares y de vecinos de Trébago. En el transcurso de estos más de cincuenta años, ha llegado a nuestro conocimiento información que confirma los supuestos que entonces expusimos, por lo que es necesario añadir algunas explicaciones, especialmente referidas a la leyenda de la "Piedra del Mirón" y a la de las "Simas del Palancar y el Sabinillo".

Entonces escribimos sobre la riqueza de los trebagueños, como la de muchos otros pueblos, en tradiciones y leyendas populares que, perdurando en la memoria individual y colectiva, son el hilo conductor de su desarrollo histórico, el testimonio de su pasado, desde 2000 años a.C. hasta nuestros días. Así, las leyendas recogidas en 1946 abarcaban desde la Edad del Hierro ("La Piedra del Mirón"), pasando por el Alto Medioevo ("La Mora Encantada"), Bajo Medioevo ("El Monte Templario", "La Piedra del Aceite" y "La Ermita del Cerro Santiago"), hasta llegar a los siglos XVII y XVIII ("Los Milagros de la Virgen del Río Manzano" y "Los Isabelitos").

Ya entonces, aunque sin gran conciencia de ello, apuntamos la correspondencia de estas leyendas y tradiciones con las creencias mágico-religiosas de los habitantes del solar trebagueño en el decurso de los siglos, y hoy nos satisface poder confirmarlo.

Hace unos años cayó en nuestras manos el libro "Dioses, ética y mitos", de Gabriel Sopeña(1), que dedica varios capítulos al estudio de los dioses y las creencias mágico-religiosas de los celtíberos. Entre los lugares sagrados donde estos pobladores efectuaban sus ritos religiosos, cita el topónimo "VADAVERUM", y lo identifica con el actual latinizado "Madero", es decir, Sierra del Madero, de la que gran parte se sitúa en el término municipal de Trébago. Con esta referencia creemos que no es casualidad el que ubicáramos en la Piedra del Mirón, una loma de la Sierra del Madero, el asiento de las dos leyendas antes mencionadas, y, como probables lugares de rituales religiosos, por su idoneidad para ello, el monolito de la Piedra del Mirón y las cuevas o simas del Palancar y el Sabinillo.

En efecto, el lugar donde ubicamos las leyendas es un anfiteatro circular, rodeado en todos sus puntos, excepto en el noroeste, por altos picos montañosos, que, enumerados de este a oeste (mirando al sur), son: Alto de la Peña del Mirón, (1.330 m.) en cuya falda de la cara sur se encuentra el monolito, Cerro de los Curruñuelos (1.345 m.), Cerro de la Solana de la Cueva (1.285 m.), Cerro de la Mesa (1.367 m.), Pico del Mojón Grande (1.448 m.), Collado del Boquete de Castellanos (1.250 m.), Alto de Poltelrrubio (1.345 m.), Alto de Peñalaza (1.334 m.) y Alto de Peñagatos (1.354 m.). Este anfiteatro, en general muy abrigado, posee lugares especialmente protegidos del viento frío del norte -el cierzo-, y concretamente el monolito y fuente del Mirón.

La cuenca encierra una semillanura central, por cuyo fondo discurre el Arroyo de las Colmenas o de los Desesperados, que, desembocando, no muy lejos, por la derecha en el Río Manzano, se alimenta de los caudales de varias fuentes distribuidas por las laderas del anfiteatro que, también de este a oeste, son: Fuente del Mirón (muy cerca del monolito), Fuentes del Palancar y de la Sima (muy cercanas una de la otra, y de excelente agua), Fuente del Sabinillo (en la ladera sur), y Fuente del Balsete (en la ladera oeste), y que en el pasado suponemos fueron aún más abundantes.

En épocas pasadas la cuenca estaba repleta de generosa vegetación capaz de proveer de alimento a los pobladores de la zona, al ganado y fauna salvaje, corpulentas y centenarias encinas o carrascas y robles, con excelentes y dulces bellotas, arbustos de frutos comestibles, como moras, endrinas, manzanas silvestres, gayubas, bizcobas, etc., así como toda clase de hongos y setas, y ciertas verduras, como los berros.

La fauna, también abundante y variada: ciervos, jabalíes, lobos, zorros, gatos monteses, liebres, conejos, águilas reales, buitres, grajos, tordas, perdices y otra infinidad de aves. Asimismo, no hay que olvidar a las abejas, de cuyos panales silvestres aún comimos excelente miel en nuestra juventud.

Por todo lo descrito hasta aquí, podemos afirmar que este paradisíaco lugar resultaba idóneo para el asentamiento de grupos humanos, puesto que contaba con abundante agua, vegetación y especies animales para su alimentación.

Tampoco faltaban los elementos, poderosamente llamativos, capaces de estimular la imaginación y los sentimientos mágico-religiosos, como el monolito de la Piedra del Mirón, y el gran acantilado o risquera que lo protege del cierzo, o las Simas del Palancar y del Sabinillo que, con sus estalactitas, concavidades y oscuridades, sugieren el misterio necesario para dar origen a las leyendas que hemos mencionado.

Hasta el momento no habíamos buscado algún posible resto de asentamiento humano en esa cuenca, pero a la vista de lo expuesto apuntamos la hipótesis de que, muy probablemente, sí lo hubo, y concretamente al abrigo de la risquera del Alto del Mirón y a la vera del monolito. Lo creemos así porque en este lugar existen hoy en día unos corrales destinados al encierro del ganado lanar, que en ocasiones dieron también cobijo a cazadores, leñadores y pastores y, por lo general, estas construcciones se han ubicado en los mismos lugares en los que, según la tradición y el recuerdo histórico, hubo otras más antiguas, con cuyos restos, posiblemente, se construyeron las actuales.

Por otra parte, la cercanía de varios castros celtíberos perfectamente identificados como el que se encuentra en el actual casco urbano de Trébago, el de Montenegro de ágreda y el de las Peñas de Castejón (ambos en el término municipal de Montenegro de ágreda), el de Castillejo (término municipal de El Espino), el de la Torrecilla (término municipal de Valdegeña), indica que la zona fue un lugar bastante poblado y, quizá, los habitantes de aquellos antiguos castros tuvieran en la Peña del Mirón su centro mágico-religioso.

____________________
(1) "DIOSES, ÉTICA Y MITOS". Gabriel Sopeña. Editado por Prensas Universitarias de Zaragoza. Secretariado de Publicaciones. Universidad de Zaragoza.


[Anterior] [Sumario] [Siguiente]