por José y Santiago Lázaro Carrascosa
Castro Celtibero "Peñas de Castejon" (Montenegro de Agreda)
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Desde siempre nos hemos interesado intensamente por todas las cosas de Soria, capital y provincia, y es así como en el campo histórico y prehistórico hemos llegado a conocer algunas cosas de interés que deseamos queden reseñadas, para que puedan ser estudiadas posteriormente con toda amplitud y competencia.
Han sido la Historia, Prehistoria y Arqueología los campos que más han atraído, y siguen atrayendo, nuestras inquietudes, consecuencia de lo cual ha sido que, según explicamos en un estudio, inédito, titulado NOTICIA DE TRES CASTROS CELTÍBEROS EN LA PROVINCIA DE SORIA, descubriéramos lo que para nosotros son esos varios castros celtíberos, que titulan el presente trabajo.
Tiempo hacía que algunos de estos lugares habían llamado poderosamente nuestra atención, incluso en nuestra infancia, pero fue hasta los años 1976 y 77, que los observamos con más detenimiento, y de cuya observación hemos deducido nuestra creencia de que son castros celtíberos.
En "Noticia de Tres Castros celtíberos...", que publicaremos más adelante, reseñamos el Castro de La Mora, en el término municipal de Fuentes de Magaña; el Castro de Los Castellares, en el término de Magaña; y el Castro de Las Cerradas de San Martín, en el de Suellacabras, por supuesto, distinto del que se conoce como Castro de la Ciudad de Alhama, en el mismo término municipal de Suellacabras. Ahora vamos a dar cuenta del Castro de las Peñas de Castejón, del término municipal de Matalebreras, en su agregado de Montenegro de Ágreda. En otro artículo anterior reseñamos la existencia en el mismo solar urbano de lo que ahora es el pueblo de Trébago, de otro castro celtíbero, cosa que para nosotros no tiene ningún género de dudas.
Los tres primeros castros nombrados están, el primero, en la cuenca del río Montes o Mayor, afluente del Alhama por su izquierda; y los dos siguientes, a la misma orilla de dicho río Alhama. Los dos últimos castros, Peñas de Castejón y Trébago, se encuentran en la cuenca alta del río Añamaza, afluente del Alhama por su derecha. Es así que todos estos castros están comprendidos dentro de la cuenca alta del Alhama y sus afluentes, formando un entorno y hábitat de características muy afines, que tenemos estudiado en otro trabajo, también inédito, titulado COMUNICACIONES ACTUALES, HISTÓRICAS Y PREHISTÓRICAS, DEL VALLE DEL EBRO CON LA MESETA, A TRAVÉS DE LA CUENCA DEL RÍO ALHAMA. PUERTOS PRINCIPALES DE ESTE SECTOR, QUE FACILITAN ESTA COMUNICACIÓN. Algún día lo publicaremos.
Este castro celtíbero de Las Peñas de Castejón se encuentra, como ya hemos dicho, en el término municipal de Matalebreras, en el terreno correspondiente a su agregado Montenegro de Ágreda, en su lado oeste, casi en el límite con el término de Fuentestrún y a menos de seiscientos metros en línea recta del término de Trébago, que es, precisamente, por donde tiene el acceso más cómodo y rápido.
Está en las estribaciones septentrionales de la Sierra del Madero, ocupando el remate de un cerro, con una cota de 1.238 m. de altitud sobre el nivel del mar. Sus coordenadas son 41? 50' 45", latitud norte, y 1? 36', longitud este, meridiano de Madrid, según el mapa 1:25.000 del mapa de Cartografía Militar de España.
El pico donde se encuentra se le llama Las Peñas de Castejón, topónimo muy significativo y revelador, ya que indica castillo pequeño, o castro pequeño, según la etimología latina de la palabra. En este castro, como en tantísimos otros, la toponimia, conservada a través de la tradición y la conciencia colectiva de las comunidades humanas, desvela hechos históricos y prehistóricos que sucedieron en los lugares donde dichas comunidades se asientan, y antiguamente se asentaron.
Por el barranco o valle que circunda el cerro donde se sitúa el castro corre el arroyo Valtabarro, uno de los afluentes del Añamaza y que, si bien actualmente es muy escaso de caudal, en la época del sentamiento humano aquí, sí debió tenerlo abundante. Actualmente, tanto las Peñas de Castejón como todas las montañas que la rodean, están cubiertas de robles y cajigos, así como de monte bajo, no muy abundantes que digamos; pero, en tiempos idos debieron ser frondosos bosques de robles y carrascas corpulentos, habitados por abundantísima caza mayor y menor. Es decir, el emplazamiento del castro
reunía las condiciones óptimas para el desarrollo de las comunidades humanas celtíberas que lo ocuparon y construyeron.
Por el esquema, a una escala aproximada 1:6.250, que acompañamos, confeccionado por el geólogo D. Eugenio Sanz Pérez, podemos apreciar que el castro, en su eje mayor, está orientado de noreste a sureste, con una longitud aproximada de doscientos metros. Su anchura, noroeste-sureste, es de 180 m. intramuros. Toda la cima sureste del cerro está ocupada por una serie de peñascales y riscos cortados a pico que, además de ser la cota más alta, constituían las defensas naturales del castro. Desde estas cúspides de los riscos se desciende, más o menos suavemente, hacia el noroeste, y este rellano es en donde se aprecia perfectamente por dónde iba la muralla que defendía al recinto, más bien las murallas, ya que según lo que hemos podido observar, y señalamos esquemáticamente en el dibujo, había tres líneas de fortificación. Algunas, probablemente la exterior, de cerca para animales.
La primera y más importante, por la cantidad de restos y acumulaciones de piedra que contiene, era una verdadera muralla, de
bastante espesor, y adoptando el trazado de un semicírculo más o menos regular, tal como tenemos dibujado, y cuyos extremos, noreste y suroeste, se apoyaban, en los remates, en los riscos y peñascales. Nosotros, en unos desmontes que hemos hecho sobre la muralla, hemos descubierto su paramento exterior, hecho con piedras sin ninguna clase de labra, y de una manufactura muy burda y primitiva. En visita durante el mes de octubre de 1.980, hemos podido observar que otros estudiosos han seguido removiendo piedras de esta muralla. Aproximadamente en su centro se aprecia perfectamente lo que pudo ser la puerta de acceso al recinto propiamente dicho. Esta muralla está completamente derruida, pero las ingentes cantidades de piedras que de ella formaron parte marcan clara y determinantemente por dónde fue construida.
Como a unos veinte metros de esta primera muralla se ve otra hilera de piedras, en lo que parecen ser los restos de otra muralla, o defensa exterior, o intermedia, de menos porte que la primera, a juzgar por la menor envergadura y cantidad de piedra que, como restos, en ella se aprecian. No sabemos, cuando menos ahora no lo parece, si esta segunda muralla llegaba a los extremos de la otra, pues en ellos, los restos de piedras son muy escasos, al contrario de la parte central frente a la puerta de entrada de la muralla principal, que son bien visibles.
Después, y como a unos cincuenta o cincuenta y cinco metros de la última muralla o cerca descrita, se ve otra que a nosotros más bien nos parece cerca, que circunda un gran recinto, paralelo al castro propiamente dicho. Esta cerca, más que muralla, sí llega de extremo a extremo, hasta rematar con las risqueras y la muralla principal. Tiene una amplia puerta hacia el centro, y se nos ocurre pensar que pudo ser eso, una cerca para proteger animales u otros implementos de los habitantes del castro. Es una hipótesis, y en todo caso habría que estudiarlo con detenimiento.
No hemos encontrado en superficie, durante nuestras numerosas visitas al castro, ninguna clase de molinos de piedra, bien agamellados o circulares, tan típicos de la cultura celtíbera, ni tampoco herramientas de piedra, ni de hueso, ni metálicas. Tampoco, hemos hallado ninguna piedra, de momento, que tuviera algún tipo de talla o de trabajo humano.
Lo que sí hemos encontrado ha sido gran cantidad de cerámica celtíbera primitiva, en superficie, muy erosionada. Nada de cerámica pintada, en ninguna clase de color, y por supuesto, menos de terra sigillata, hasta la fecha. La cerámica que hemos encontrado es de fabricación muy burda y basta, y está muy fragmentada pero, no obstante, en algunos pedazos se pueden observar las curvas que en su día llevó la vasija a la que pertenecía el fragmento encontrado. Lo que sí hemos encontrado es un trozo de una especie de argamasa, de bastante dureza, que parece ser de arcilla mezclada con pequeños fragmentos de piedra molida. La cerámica está muy mal cocida.
Dentro de la cultura de los castros, entre los siglos VI a II a.C., éste nos parece pertenecer a la edad más antigua.
Tenemos que manifestar, finalmente, que la muralla estaba construida sin ninguna clase de argamasa, tal como ocurre con el
castro de la Muela o de Las Cerradas del Tío Machero, en Campiserrado, Ólvega, más conocido; y del castro El Castillejo, en el término de Suellacabras, en su agregado de El Espino. Este último, que nosotros conocíamos desde niños, y de reciente catalogación como castro por otros estudiosos, es muy similar al que describimos. Ocupa la cúspide de un cerro, con pendientes muy agrias, con sus correspondientes peñascales, abundantes bosques de robles, y otras muchas similitudes. En éste de El Espino, El Castillejo, nosotros no hemos encontrado ninguna cerámica.
De todos estos descubrimientos hemos dado debida cuenta al Director del Museo Arqueológico de Soria, nuestro buen amigo Sr.
Argente Oliver.
Trébago (Soria). Diciembre de 1.980.
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