por Fernando Clavel Pardo
En la oscuridad de la noche desarrollan su actividad muchos animales de los que, durante el día, raramente conocemos su presencia si no es por sus rastros. Tras el crepúsculo, una parte importante de la naturaleza cobra vida: el zorro merodea incansablemente por doquier, el jabalí entra a los sembrados o el tejón recorre sus sendas una y otra vez. Pero hay unos seres especialmente dotados para vivir en la noche: las rapaces nocturnas (búhos y lechuzas). Estas aves, cuyos grandes ojos proporcionan una extraordinaria visión nocturna, disponen además de un finísimo oído, lo que les permite cazar y moverse en la casi completa oscuridad.
Durante las horas de luz permanecen perfectamente escondidas en huecos o camufladas entre el ramaje, siendo difícil descubrirlas aunque se encuentren a nuestro lado. Es más fácil conocer de su existencia en el final del invierno y primavera cuando, durante el celo y la reproducción, sus gritos y silbidos nocturnos son más frecuentes y se escucharán incluso dentro del pueblo.
Características comunes de este grupo son los ya citados grandes ojos, situados más frontalmente que en otras aves, sus garras cubiertas de plumas y su vuelo silencioso. Todas ellas son depredadores y consumen gran cantidad de pequeños mamíferos, fundamentalmente roedores y musarañas, constituyendo un importante instrumento para controlar su número.
Cazan normalmente localizando a sus presas desde un lugar elevado mediante oído y vista, y lanzándose después sobre ellas, aunque las lechuzas también gustan de sobrevolar campos abiertos. Suelen tragar las piezas enteras (a no ser que sean muy grandes), regurgitando posteriormente los huesos y pelos que no han disuelto los potentes jugos gástricos del buche. Estas regurgitaciones (llamadas por los zoólogos egagrópilas) tienen formas cilíndricas más o menos alargadas y se suelen encontrar bajo los nidos o los posaderos utilizados para cazar y, además de mostrarnos su presencia, resultan un valioso elemento para estudiar su alimentación.
De esta manera hemos podido conocer las presas consumidas por las lechuzas de Trébago a lo largo de los años ochenta, gracias a las egagrópilas recogidas en la bóveda de la iglesia parroquial (tras la reforma efectuada en el año 1.995, posiblemente se han trasladado), en el granero de una casa deshabitada y en otros lugares próximos al pueblo. Se han separado los huesos y, mediante una lupa, identificado las especies, siendo los resultados resumidos los siguientes:
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Ratones doméstico y moruno (Gº Mus)
Ratón de campo (Apodemus sylvaticus)
Topillo común (Pitymys duodecimcostatus)
Topillo campesino (Microtus arvalis)
Topillo agreste (Microtus agrestis)
Musaraña común (Crocidura russula)
Musaraña de Millet (Sorex coronatus)
Musaraña etrusca (Suncus etruscus)
Aves (gorriones y estorninos)
Desconocidos
Total
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330 (31'5 %)
200 (19'1 %)
108 (10'3 %)
3 ( 0'3 %)
3 ( 0'3 %)
331 (31'6 %)
57 ( 5'4 %)
1 ( 0'1 %)
10 ( 0'9 %)
2 ( 0'2 %)
1.045 (99'7 %)
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Además, se encontraron restos de insectos (saltamontes, alacranes cebolleros y coleópteros) es seis ocasiones.
Como podemos observar, el grueso de las piezas consumidas por las lechuzas lo constituyen los roedores, ya que acaparan el 61'5 % de los restos identificados. Es de destacar la presencia, aunque escasa, del topillo campesino, que en años posteriores está constituyendo plagas debido a la tendencia natural de esta especie a desarrollar explosiones demográficas cíclicas y extenderse a comarcas en las que no se le conocía. Observamos que hace más de diez años ya estaba este roedor entre nosotros, aunque en tan escaso número que pasaba desapercibido.
A continuación, citaremos las especies de rapaces nocturnas que podemos encontrar en nuestra zona.
Lechuza común (Tyto alba). Mide unos 35 cm. de longitud entre la cabeza y la cola y tiene el plumaje pardo-dorado en el dorso y parte posterior de la cabeza, mientras que las partes inferiores son completamente blancas. El rostro está enmarcado por un disco blanco característico. Suele anidar en huecos de árboles viejos y edificios deshabitados. En Trébago no es difícil escucharla e incluso verla en el interior del pueblo, cazando en ocasiones en graneros, cocheras y pajares abandonados. Sus gritos, variados, suelen ser chillidos agudos y vibrantes.
Mochuelo común (Athene noctua). De pequeño tamaño, mide entre 21 y 26 cm. de longitud y tiene el plumaje gris-pardo con moteado y barrado blanco. Es la única rapaz nocturna a la que no es muy difícil ver durante el día, gustándole cazar en el crepúsculo y al amanecer. Cría en agujeros y grietas de árboles y edificios e, incluso, en montones de piedras entre los campos. En primavera es posible escuchar sus gritos, entre los que el más común es una especie de maullido.
Autillo (Otus scops). Es el búho más pequeño, con apenas unos 20 cm. de longitud. El plumaje puede ser pardo o gris rayado de oscuro y en la cabeza presenta dos pequeñas "orejas" (penachos de plumas). En otoño emigra a África, regresando en primavera a las arboledas, donde se escucha su canto: un silbido corto, aflautado y repetitivo.
Cárabo (Strix aluco). Mide entre 37 y 47 cm. de longitud y tiene un color castaño o gris, moteado de gris blanquecino, y ojos negros. Prefiere las zonas arboladas y busca troncos añosos con huecos donde anidar, aunque también puede hacerlo en oquedades de paredes. En Trébago es posible escucharlo cerca del pueblo, siendo su canto más característico un grito largo, aflautado y trémulo.
Búho chico (Asio otus). De 35 cm. de longitud, tiene el plumaje de color ocre moteado de gris pálido y rayas negras, ojos anaranjados y largas "orejas". Gusta de los bosques, anidando en nidos viejos de otras aves (cornejas, etc.). En Trébago debe ser escaso o, por lo menos, difícil de localizar, aunque en alguna ocasión hemos escuchado su canto, que recuerda un breve soplido en una botella vacía.
Búho real (Bubo bubo). Es el ave nocturna de mayor tamaño, con una longitud de 60 a 72 cm. De color ocre dorsalmente y leonado ventralmente, con manchas negras por todo el cuerpo, presenta ojos anaranjados y "orejas", siendo la versión grande del ya citado búho chico. Su canto más común es un "buu-u" profundo y de largo alcance (se escucha hasta en 5 km). Suele anidar en valles y barrancos con abundancia de roquedos, y no poseemos datos de que lo haga en la Sierra del Madero, aunque sí conocemos alguna aparición rara y esporádica.
Lechuza campestre (Asio flameus). A pesar de que no tenemos noticia concreta de este ave en Trébago, la incluimos aquí porque es probable que aparezca en invierno, procedente del Norte de Europa, sobre todo en temporadas de abundancia de topillos. Característico de esta especie es su apetencia por permanecer en campo abierto, sobre páramos y sembrados. De unos 38 cm. de longitud, su plumaje es pardo leonado dorsalmente y moteado de blanco y negro en la parte inferior.
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