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Día del trebagüés ausente 2008.

Trébago, 31/05/2008. El sábado 31 de mayo se celebró en Trébago, la Segunda edición del Día del trebagüés ausente.
La lluvia constante no impidió que 140 personas nos reuniéramos en el pueblo.
El acto comenzó con una recepción a las 12 de la mañana en la Iglesia del pueblo y unas palabras de saludo del cura párroco, D. Alfonso García Bermejo y su ofrecimiento para ayudar a todos en lo que sea necesario.
Posteriormente, el presidente de la Asociación de Amigos de Trébago, Juan Palomero, dio la bienvenida a los asistentes con estas palabras:
Buenos días, amigos de Trébago, y bienvenidos al pueblo que lleváis en el corazón y que aunque sólo de vez en cuando visitéis estoy seguro de que no olvidáis.

La Asociación de Amigos de Trébago ha organizado este evento con la ilusión de que sea un día entrañable para todos. Queremos que los que nacisteis o vivisteis en este rincón recordéis aquellas vivencias y que los que no tuvisteis ese privilegio comprobéis que lo que os contaron vuestros familiares es cierto, que Trébago tiene algo, un sello, unas vibraciones y una atracción mágica difícil de olvidar.

Seguro que sin esfuerzo se agolpan en vuestra mente gratos recuerdo de aquellos días que pasasteis aquí o que vuestros mayores os contaron veces y veces.

Tengo que confesar que yo no nací aquí, soy de Logroño, pero tuve la suerte de pasar muchas temporadas en Jalón de Cameros, un pueblo de La Rioja, del Camero Viejo y conservo vivencias muy parecidas a las vuestras. Allí conocí lo que era la matanza, la siega, el acarreo, la trilla con machos y la llegada de la trilladora, el pastoreo, la dula...

Hace ya 40 años que vine por primera vez a Trébago, aquí me case con Conchita “la del Roberto”, aquí se casó mi hija Amaya, aquí se han bautizado mis nietos Daniel y Alba, vengo con toda la frecuencia que puedo y, aunque no renuncio a mi origen, me considero trebagüés de adopción. Aún recuerdo que cuando volvimos del viaje de novios estuvimos trabajando en la era, porque no había terminado la trilla.

Cuando vine a Trébago por primera vez todavía no había agua corriente en las casas y las mozas iban a la fuente a buscarla, momento que aprovechaban los mozos para verlas (entonces “se ligaba” de otra manera).

Me han contado que algunas mujeres, como la tía Sofía y la tía Mercedes, eran capaces de llevar un cántaro en la cabeza, otro en el costado y el botijo en la otra mano. Todavía se lavaba en el lavadero y se enjabonaba la ropa y se tendía al sol para que blanqueara.
Era cuando a los chicos se les caía la colilla si lavaban, porque aquello era sólo cosa de chicas que por cierto aprovechaban mientras lavaban algún trapillo a escuchar las conversaciones tan interesantes que tenían las mayores. Por el río Manzano corría el agua todo el año y allí, como era costumbre, lavamos las tripas del cerdo de la primera matanza a la que yo acudí.

Tengo que deciros que a pesar de que cuando yo me casé se exigía el pago “del piso” por venir a llevarse una moza del pueblo, yo no lo pagué, no porque me negara a ello sino porque no me lo pidieron. Sí me tocó pagar “el rescate” el día de la boda, pero ahora esas costumbres ya han desaparecido.

Yo no bailé en la placeta del tío Félix aquellas tardes de domingo hasta que venían las cabras, ni tampoco en el salón del tío Andrés, donde ponía los discos en la gramola su hija Pilar.

Llegué a comprar en la tienda de la Isabel pero no conocí el café del Primín, ni el bar de María la del Chan y que luego atendió la Quisca.

Conocí a la tía Felicia y al tío Carmelo cuando ya no tenían la carnicería en la plaza. Pero sí compré en la carnicería de Antonino y supe que también existió la de la tía Veneranda. Cuando venía los primeros años, aún me arregló algún zapato el tío Segundo, pero ya no arreglaban zapatos ni el tío Mariano ni el Ropa.

He oído hablar muchas veces de la tía Mercedes y el tío Nicasio a los que seguimos recordando en casa con frecuencia porque ahora disfrutamos de aquel sitio donde ellos pasaron toda su vida. Me han hablado del tío Felipe y del tío Demetrio, que soltaban las cabras a toque de caracola por la mañana y que cuando volvían por la tarde marcaban la hora para que los mozos y las mozas se recogieran los días de fiesta. De la tía Estefanía y de las familias de Peralta, que siempre que tienen ocasión vienen todos como una piña a pasar un día por Trébago.

He sabido que por los años 40 el tío Elías hacía las bastas para los machos del pueblo y que había una larga lista de oficios que Santiago Lázaro ha tenido a bien recordarnos en los últimos números de La Voz de Trébago.

Oí contar a mi suegro mil y una historia de los arrieros, de los que vendían aceite por tierras de San Pedro a cambio de huevos que luego llevaban a vender hasta la provincia de Zaragoza, de los que como él y su primo Gumersindo que compraban vinagre y vino rancio en Corella y lo llevaban a vender hasta casi la provincia de Guadalajara y aprovechando la vuelta cargaban sal, puertas y ventanas que luego vendían por la rinconada. Eso sí, me aclaraba que siempre todos respetaban religiosamente las rutas de los demás.

Sé que podíais comprar en la tienda del Sr. Agustín, de la tía Nicolasa, o de la Barrena. Que el Sr. Agustín vendía colonia, polvos para la cara, botones, hilos, arroz ... y que más de una chiquilla esperaba ilusionada que le regalara una caja de botones vacía (yo las he conocido de esas que se levantaba media tapa y se cerraba con una gomita), que podía servir de cuna para el muñeco de trapo que se podía confeccionar con un trozo de tela vieja, o para guardar las tabas, o los tesoros que suponía encontrar un trozo de plato roto o un cristal de color.

Me contaron que la Barrena, además de la tienda con todo tipo de mercancía, tenía bar y que allí paraba el coche de línea que todos los chiquillos iban a esperar cada tarde cuando salían de la escuela después de recoger en casa la merienda. Las chicas controlaban quién venía, qué traía... y los chicos disfrutaban colgándose de la escalerilla del coche para bajarse rápido en la cuesta de Fuentestrún. Esta costumbre de ir a esperar el coche de línea también existía en Jalón, y allí acudíamos puntualmente toda la chavalería todas las tardes a comernos la merienda mientras llegaba el autobús.

Conocí la Central de teléfonos, en lo que hoy es la Casa Rural del Maestro, que la atendía Pura “la del Benito”. Y me recordaba que también en Jalón, en casa de mis tíos, pusieron la centralita y el teléfono público para el pueblo, el único que existía, con un aparato de manivela para comunicarse con las otras centralitas. He de reconocer que en eso aquí estabais más adelantados. Cuando quería hablar con Conchita pedía a la operadora “conferencia con el 6 de Trébago”.

Otra actividad que me gustaba de chaval en Jalón era ir con mi tío a darle cuerda al reloj de la Iglesia. Me encantaba darle vueltas a una manivela y ver cómo subían unas piedras grandes, atadas con cuerdas, que hacían que al descender funcionara la maquinaria. Cuando vine a Trébago supe que también en su Iglesia hubo un reloj similar, aunque yo ya no lo llegué a conocer.

También he conocido la foto de las bodas de plata de Tomás y María (los Purríos), del año1917, que tenían uno de los primeros supermercados de la época donde el tío Purrío abastecía a toda la zona, y me han contado que la Plaza del Comercio muchos días estaba llena de las caballerías de gente que venía de todos los pueblos de alrededor a comprar, desde un hilo hasta unas alpargatas, aceite, telas o un apero para el campo.

He leído el edicto que Santiago Lázaro Carrascosa dio siendo alcalde el año 1880 para crear la escuela de adultos y así de 7 a 9 de la tarde pudieran aprender todos aquéllos que durante el día iban de pastores, al campo o a cualquiera de las mil tareas que en aquellos años hacían casi desde que les salían los dientes.

Conozco la historia que nos contó José Lázaro Carrascosa en la voz de Trébago de D. Ángel Martínez Las Heras (el tío Purrío viejo), alcalde ecologista que allá por el año 1873 tuvo la feliz idea de plantar los chopos que hoy nos dan sombra desde la fuente del pueblo hasta Valmayor.

Sé que las chicas jugabais al calderón, a amontonar hojas en otoño, a las tabas, a la pita y a las cartetas, mientras los chicos lo hacían a la pelota, la tanguilla, o al brinca la mula y que unos y otros echabais carreras para ver quién llegaba antes al árbol gordo del río.

Y sobre todo sé que, desde sus inicios, este pueblo tuvo hombres y mujeres con arranque y entusiasmo que desde una vida sencilla y abnegada dieron el impulso para que hoy las cosas sean así, y aquellas experiencias nos enseñaran a valorar la vida, apreciar nuestro pueblo y reconocer lo mucho que recibimos de él y de sus antepasados.

Que disfrutemos todos de un día feliz.


AVISOS:

- Ahora podréis visitar el Torreón, subir al campanario, visitar las Casas Rurales, el Consultorio, el Ayuntamiento, el Cementerio, pasear por las calles y, sobre todo, hablar.
- Podéis tomar el aperitivo en el Salón Social Las Escuelas.
- Y a las 2 y media, a comer. Si el tiempo deja, en el Coto, y si no, en la cochera de “la Modesta”, a quien desde aquí agradecemos que nos la deje usar para este evento.

- Después de comer podremos visitar la Exposición que sobre la energía hay instalada en “el Corral de las cabras”.
- Se proyectará, también, una película de Trébago en 1929, realizada por D. Manuel Carrascosa, que nos ha hecho llegar desde Buenos Aires su hijo Manolo, y a quien también desde aquí agradecemos su colaboración.

¡A disfrutar!


Después, el alcalde también saludó a todos los presentes y se alegró de la asistencia masiva de personas que se fueron y ahora vuelven a sus raíces, o descendientes de aquéllos que quieren conocer sus orígenes.
Por último, se rezó una Salve a la Virgen del Río Manzano y empezó el recorrido por el pueblo.
Después de tomar el vermut en Las Escuelas, a las dos y media nos reunimos todos a comer en la cochera de Modesta. En la sobremesa se proyectó la película que sobre Trébago y otros puntos de España nos hizo llegar D. Manuel Carrascosa, desde Buenos Aires, filmada por su padre en 1929, que hizo las delicias de todos los asistentes.
También se aprovechó para sortear, entre los que no tienen casa en Trébago, dos invitaciones para pasar una noche dos personas en una habitación de la Casa Rural Valmayor, así como varios libros de Mi primer verano en Trébago.
Como colofón, muchos visitaron también la exposición sobre la energía. Otros muchos por la mañana subieron al Torreón. Y como decían muchos de los asistentes, ¡esto hay que repetirlo...!

Dentro de las fotografías que se adjuntan aparece una de la persona de más edad que acudió a la reunión, Alejandro Casado, de 89 años, residente en Peralta (Navarra) y sus hermanos, hijos de la tía Bárbara.
La más joven fue Alba White Palomero, de cuatro meses y medio, nieta del presidente de la Asociación.

Nota: El reportaje fotográfico se ampliará más adelante.